Mansiones imponentes o ambientes austeros, escenarios de fiestas y tertulias literarias o refugios de trabajo, lectura y estudio, en algunas se tejieron tramas de cuentos y novelas, en otras se escribieron versos febriles y en muchas ocurrieron sucesos que rozan la leyenda. En la actualidad, buena parte de esas casas funcionan como museos y otras son viviendas particulares. Algunas fueron derrumbadas para construir edificios modernos o locales comerciales. Es el caso de uno de los domicilios porteños de Manuel Mujica Láinez, en Marcelo T. de Alvear 1751, convertido en playa de estacionamiento.
Placa recordatoria de Manuel Mujica Láinez, en O´Higgins y Juramento, Belgrano Fuente: LA NACION
El departamento de Maipú 994, 6º B, donde Jorge Luis Borges vivió más de cuarenta años, la mayoría junto a su madre, Leonor Acevedo, fue comprado luego por una pareja de extranjeros. El 24 de agosto de 1996, cuando el poeta hubiera cumplido 97 años, el gobierno porteño y el por entonces Concejo Deliberante (hoy Legislatura) le rindieron homenaje con una placa de bronce en el frente del edificio, que fue robada y restituida en más de una ocasión.
En el libro Romances argentinos de escritores turbulentos (Sudamericana), Daniel Balmaceda cuenta detalles de las tertulias culturales que solían organizar las hermanas Ocampo: «Al igual que Victoria, Silvina transformó su casa en un centro de reuniones culturales. La diferencia estaba en el tipo de invitados. Mientras que Victoria aglutinaba a personalidades relevantes en todos los campos, Silvina y Bioy se limitaban a los escritores y los artistas. En realidad, más Silvina que Bioy, ya que el escritor solía escurrirse de la reunión con su amigo Jorge Luis Borges (quince años mayor que él; lo había conocido en casa de Victoria) e instalarse en uno de los pisos para escribir en conjunto novelas policiales».
Balmaceda dedica varias páginas a los encuentros furtivos de Bioy, pero el apartado que lleva como título «Ni siquiera me desagradaba» está centrado en Borges y Estela Canto. Se cruzaron por primera vez en el departamento de los autores de Los que aman, odian, en avenida Santa Fe y Ecuador (tiempo después se mudó allí la escritora Alicia Jurado). Una noche de diciembre de 1944, Borges propuso a Canto acompañarla a pie hasta su casa, en Tacuarí y Chile. La caminata entre Barrio Norte y San Telmo se extendió hasta las tres y media de la mañana.
Años después, los Bioy se mudaron al quinto piso de Posadas 1650, un proyecto de Alejandro Bustillo para la familia Ocampo. «Aquí vivieron los escritores Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Sus libros, su lenguaje y su imaginación honraron a nuestro país y a la literatura universal», recuerda una placa. Vendido por los herederos del escritor hace casi veinte años por, aproximadamente, dos millones de dólares, según consignó este diario, el departamento conservaba las altísimas bibliotecas pintadas de blanco y el estudio donde Bioy Casares trabajaba y recibía a los periodistas. Una cuadra de la ex calle Eduardo Schiaffino lleva el nombre Adolfo Bioy Casares desde septiembre de 2011. Es la que bordea la manzana donde está ubicado el edificio de Posadas 1650. Muy cerca, sobre la avenida Quintana, se encontraba su casa natal.
Veladas paquetas
En la planta baja de Suipacha 1444 funcionan las oficinas administrativas del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. En la planta alta está la biblioteca que lleva el nombre de Oliverio Girondo. En esa casona vivieron el poeta y Norah Lange, quien en 1972 vendió la propiedad a la municipalidad porteña. Lindante al Palacio Noel, la vivienda se anexó al museo, que sumó también a su colección los libros de la pareja, además de objetos personales y muebles.
Fueron famosas las veladas organizadas por Girondo y Lange, tanto como los invitados: en una misma noche se podían cruzar Federico García Lorca, Pablo Neruda y Miguel Ángel Asturias, además de escritores locales como Macedonio Fernández y Borges. En 1933, para la presentación de la novela 45 días y 30 marineros, de Lange, los anfitriones organizaron una fiesta temática: los invitados debían vestirse con look marinero. La escritora se disfrazó de sirena y Girondo, de capitán de barco. En la entrada de la mansión recibía a los visitantes un muñeco de dos metros de altura. Era el espantapájaros que había utilizado el poeta para promocionar su libro homónimo. Se conserva en el Museo de la Ciudad de Buenos Aires. Con entrada por Suipacha 1422, la biblioteca estuvo cerrada al público durante muchos años por refacciones, ya que el edificio quedó en estado crítico después del atentado a la Embajada de Israel, que estaba a pocos metros. La dirección de museos porteños tiene el proyecto de reabrirla a mediano plazo.
Un antecedente de las fiestas del matrimonio Girondo fueron las tertulias de los padres de Norah. La casa de Belgrano R, que tiempo después fue subdividida para construir varios chalets, tenía nueve habitaciones y un enorme jardín. Allí vivían Berta Erfjord, Gunardo Lange y sus seis hijos: cinco mujeres y un varón. Entre los asiduos visitantes figuraban Girondo, Borges, Leopoldo Marechal, Horacio Quiroga, Alfonsina Storni, Raúl González Tuñón y Macedonio Fernández. Al parecer, cuando se terminaron las veladas de los Lange, algunos continuaron de parranda en el palacete de Oliverio y Norah.
El hogar de Manuel Mujica Láinez y Ana de Alvear, en O’Higgins 2150, también fue sede de innumerables reuniones sociales. La pareja se instaló en esa vivienda, que recibió como regalo de boda, en 1936. Una placa de mármol recuerda que allí vivió «Manucho» hasta fines de los años sesenta, cuando se mudó a la finca El Paraíso, en Cruz Chica, La Cumbre, Córdoba. Sede de la Fundación Mujica Láinez, aloja un museo dedicado a la obra del escritor con una biblioteca con alrededor de doce mil libros.
Casas museo
En Belgrano vivieron otros destacados autores, además de «Manucho». Enrique Larreta, casado con Josefina Anchorena, heredó de su suegra un caserón con parque en Juramento y Vuelta de Obligado. El escritor vivió en la propiedad, actual Museo de Arte Español Enrique Larreta, desde 1916 hasta su muerte, en 1961. Fue entonces cuando sus hijos la vendieron a la ciudad de Buenos Aires con una importante donación: obras de arte, volúmenes literarios y muebles, exhibidos en el museo.
Otros lugares históricamente vinculados con la cultura que podían visitarse hasta antes de la pandemia son Villa Ocampo, residencia de la familia Ocampo en Beccar, y la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes (Rufino de Elizalde 2831). Propiedad de Victoria Ocampo, la mansión de Barrio Parque fue diseñada por Alejandro Bustillo. Desde 1930 alojó la redacción de la revista Sur. Allí, en la imponente escalera pintada de blanco, se tomó en 1931 la foto del grupo fundacional de la publicación. Además de Victoria, en la imagen aparecen Borges, Mallea, Girondo, el español Ramón Gómez de la Serna y Norah Borges, entre otros.
Guido Sabato, nieto del autor de Sobre héroes y tumbas, es el narrador de la visita virtual a la casa museo, en Santos Lugares, en un video de unos cinco minutos que se puede ver en Facebook. Hasta el cierre por la cuarentena, Guido y Luciana, también nieta de Ernesto Sabato, recibían a los visitantes todos los sábados. Desde entonces, el recorrido se ofrece en formato digital 360. Al frente de la vivienda hay un «jardín salvaje», con once árboles añosos como una bellísima magnolia y una enorme araucaria: parece una selva porque no se volvió a podar desde el día en el que el escritor decidió dejar que la naturaleza hiciera lo suyo sin intervenciones. En el interior se ve, entre otros ambientes, la biblioteca con más de 6500 volúmenes y un estudio de cine, donde se filmaron las primeras películas argentinas, según cuenta Guido. Pertenecía al productor Federico Valle, pionero del cine nacional, que le alquiló la casona a Sabato en 1945. «Con una particularidad: en el contrato acordaron que él viviría en el sótano». Así fue como Ernesto y Matilde convivieron durante quince años con el dueño original de la casa.
En 1958, un año después de la muerte de Ricardo Rojas, la propiedad donde había vivido el autor tucumano desde 1929 fue convertida en museo. Con una fachada inspirada en la casa de Tucumán, el palacio de estilo colonial está ubicado en Charcas 2837. Fue donado al Estado por la esposa de Rojas, María Julieta Quinteros, junto con muebles, obras de arte y la biblioteca. Otra vivienda particular convertida en museo es la que perteneció a Xul Solar y su mujer, Micaela Cadenas, quien creó en 1986 la Fundación Pan Klub siguiendo una idea del escritor y artista plástico. Tras varios años de refacciones, en mayo de 1993 se inauguró en Laprida 1214, domicilio de Solar y Cadenas desde 1928, un museo que alberga cuadros y esculturas, objetos personales, documentos de archivo y la biblioteca, con alrededor de 3500 títulos.
La palabra de Cortázar
Nelly Schmalko compró en 1978 el departamento donde vivían la madre y la hermana de Julio Cortázar, en el barrio Rawson, cerca de la Facultad de Agronomía. La operación inmobiliaria la llevó a entablar amistad con María Herminia Descotte y su hija Memé. En una entrevista con LA NACION en 2013, contó: «Por aquella época yo buscaba un lugar amplio para mudarme con mi marido y dos hijos pequeños. En Agronomía vimos un cartel de venta enfrente de una plaza con un jacarandá en flor que llegaba hasta la ventana del departamento. Nos encantó. Cuando fuimos a conocerlo, con gente de la inmobiliaria, escucho el apellido Cortázar. Me sorprendí. Nos atendió una mujer idéntica al escritor. Era su hermana, Memé. Adentro había libros y retratos de Julio. Le dije a la madre que era lectora y admiradora. Ella se alegró de que quien estaba interesada en comprar supiera quién era su hijo».
La venta quedó arreglada ese mismo día, pero surgió un inconveniente: el autor de Bestiario, también dueño de la propiedad, vivía en Europa y no podía volver al país. Nombraron un apoderado, pero pasaron siete meses hasta que la venta se pudo concretar. Mientras tanto, el precio de los inmuebles había aumentado. Doña Herminia, que necesitaba mudarse porque el edificio de Artigas 3246 no tenía ascensor y ella ya no podía subir las escaleras, se vio obligada a ajustar el valor convenido para poder comprar donde había señado. «Creí que iba a perder todo, ya que yo no tenía posibilidad alguna de conseguir más dinero. Al poco tiempo Cortázar envió una carta en la que decía que él iba a pagar la diferencia a la madre para que me pudieran mantener el precio. Él me había dado su palabra y eso tenía un enorme valor.»
Cuando se mudaron a Villa del Parque, las mujeres dejaron una antigua biblioteca de madera, que había pertenecido a Julio, y un sillón de mimbre. Hasta 1984, año de la muerte de Cortázar, la socióloga visitaba una vez por semana a la madre y la hermana del autor de Rayuela. Les llevaba la correspondencia, tomaban té, charlaban. Una sola vez se cruzó con el escritor. Fue en 1983, cuando él volvió al país luego de su exilio europeo. «Me lo presentaron e intercambiamos algunas palabras. Me preguntó por el barrio y por la casa».
Unos primos del autor, que vivían en Lobos y viajaban a Buenos Aires en las vacaciones, le contaron que cuando eran chicos se sentaban en círculo alrededor del primo mayor para que les leyera cuentos. También, que el joven Julio tenía que subir a la azotea para tocar la trompeta y evitar, así, las quejas de los vecinos.
Ya nada es lo que era
En un pensionado de Olazábal al 2000, a pocas cuadras de la casa de Manucho, murió Roberto Arlt, en julio de 1942. Nada queda ya de aquel sitio. Tampoco de la vivienda de la calle Terrada, en Flores, donde vivió Alfonsina Storni. Aunque era considerada patrimonio histórico de la ciudad, en diciembre de 2011 fue derrumbada la casa de Terrada 578, último domicilio de la poeta. Un artículo de LA NACION de enero de 1997 informaba que la propiedad estaba en venta. Había un local de venta de trajes de baño. Se llamaba La Cueva de Alfonsina.
Fuente: Natalia Blanc, La Nación