«Poco ortodoxa» se impuso por calidad y recomendaciones en el arranque de la cuarentena. Llegó a netflix el 26 de marzo. Ya no circula en el boca a boca.
“Los secretos de la serie que hace furor”. “Las diez curiosidades del nuevo boom de la TV”. “Las claves de la docuserie que no te podés perder”. “¿Cuál es el nuevo tanque que va a brillar este mes?”. Desde que comenzó la cuarentena, el 20 de marzo, hasta hoy, esos y otros títulos acompañan el ansioso consumo de series en pandemia: mes a mes surgen ficciones contagiosas, brillan un tiempo y luego son reemplazadas por otras.
¿Qué fue de su éxito explosivo en cuarentena? ¿Cuáles triunfaron tan rápido, y por tan poco tiempo, que no se las recuerda tanto?
No fue sólo culpa de la cuarentena (con sus distintas fases, éxitos y fracasos), sino un signo de la época y del consumo de series por streaming: todo el tiempo se estrenan ficciones de alta producción, o se refritan clásicas para un nuevo nicho de consumo. Ocupan los primeros puestos de audiencia, los comentarios generales, y luego se pierden en el mar insondable de las plataformas digitales.
La relación entre Yanky y Esti, los personajes de «Poco ortodoxa», fue tela de agitado deabte. Ya no tanto.
Lo expone un diálogo de una pareja, reproducido en las redes hace más de un mes: “¿Qué tal si vemos Poco Ortodoxa o El último baile, ésa de Michael Jordan?”, propuso uno de los dos. “Nahh, esas series son re viejas. Busquemos algo más reciente”, fue la respuesta. Ambas se lanzaron en los dos primeros meses de cuarentena. ¿Acaso no les parece, a muchos, que en realidad fueran del año pasado?
El fenómeno se reactiva semana a semana, mes a mes: con cada estreno que gana un éxito tan impactante como pasajero. Y este hecho, el de las series que quedaron diluidas o escondidas por la avidez de consumo On-demand, no comenzó estrictamente con la pandemia: es un signo de esta era de sobreoferta de producciones, y de la feroz disputa por las audiencias en las multiplataformas.
Y también, como esta enfermedad global que requiere aislamiento social inteligente para no desfallecer, altera la percepción del tiempo: Poco Ortodoxa, por ejemplo, se estrenó el 26 de marzo en Netflix. Apenas seis meses atrás.
Para los desmemoriados y los que se la perdieron, aquí su disparador de impacto: Esty Schwartz (Shira Haas), una chica judía de 19 años, se escapa de un matrimonio arreglado y de los dogmas de la comunidad judía ultraortodoxa Satmar, en Brooklyn, Nueva York. Esty huye a Berlín buscando a su madre, quien siempre estuvo ausente y a quien ella culpa por su tragedia. Como está embarazada, su marido y el primo de aquél, de religiosos trajes negros, van a viajar para llevársela de vuelta. Por las buenas o por las malas.
Pero Esty no sólo encuentra a su madre: también a un grupo multicultural de estudiantes de un conservatorio. Y, como ellos, va a reconectar con sus memorias musicales y su libre identidad acallada: femenina, creativa, deseante y emancipada.
Michael Jordan en «El último baile» (The Last Dance), en Netflix. Era «monotema» hasta hace unos meses.
Poco Ortodoxa ganó en septiembre el Emmy a la Mejor dirección en miniserie (para Maria Schrader), y tuvo otras nominaciones, entre ellas a Shira Haas, como Mejor actriz de miniserie. Pero hacía un largo tiempo que no se hablaba de ella. El furor había pasado a una docuserie como The Last Dance, de ESPN, sobre Michael Jordan, y que llegó a Netflix el 20 de abril.
Sus diez episodios avanzan en dos líneas temporales paralelas: la temporada 1997-98 de los Chicago Bulls, la última del genio en su club emblema, a la caza de su sexto título, y sus orígenes en la escuela y en el deporte universitario.
Con imágenes inolvidables, testimonios imbatibles y una edición certera, ambos arcos narrativos de The Last Dance confluyeron en el presente de Jordan. Pero a la par de esta serie documental impresionante, otra serie de pasión no sólo local, sino planetaria, también vibraba en los ojos y la emoción de los espectadores: la cuarta temporada de La casa de papel, que se había lanzado el 3 de abril.
La cuarta de «La casa de papel» tuvo un arranque explosivo. Y se apagó rápidamente. Tampoco es la mejor temporada. Foto/ Netflix Media
Su vigor fue en alza como su visibilidad, pero al mes siguiente los espectadores en cuarentena ya tenían su interés repartido en otras series de la misma plataforma: la española White Lines, de Álex Pina, el mismo creador de La casa de papel, sobre el mundo de los DJ’s, el crimen y las drogas en Ibiza.
O en su coterránea Valeria, sobre cuatro amigas en Madrid, en base a las novelas de Elisabet Benavent. O en la humorística, argentina y costumbrista Casi feliz, con Sebastián Wainraich. O en la comedia negra Dead to Me, con Christina Applegate y Linda Cardellini, en el rol de dos amigas enredadas en un secreto: cómo murió el marido de la primera.
Es cierto que las posiciones mutaban constantemente, y que Netflix suele guardar los números secretos de sus audiencias. Junto con la plataforma Flow, de Cablevisión, la otra gran competidora del streaming que es Amazon Prime Video se anotó otros éxitos efímeros en cuarentena.
Uno de ellos sintonizó con la desazón de la pandemia: Tales From the Loop, del showrunner Matt Reeves. Un drama de ciencia-ficción acerca de un laboratorio subterráneo en Mercer, Ohio, donde operaba “una máquina construida para desbloquear y explorar los misterios del universo”, tal su descripción oficial.
¿Cómo influía en aquella localidad semi-rural? ¿Qué significaban esas enormes chatarras y robots con los que convivían los pobladores, con sus historias entrecruzadas, que parecían reguladas por circuitos y secuencias? El clima reposado y enigmático de Tales From the Loop (con un elenco de estrellas), a la par de sus interrogantes sobre cómo las horas son atravesadas por lo cibernético y lo digital, ayudó a sobrellevar la asfixia real de esta sinrazón pandémica.
Se había lanzado en Amazon Prime Video el 3 de abril y multiplicó notas y comentarios en las primeras dos semanas. También quedó sumergida en la agotadora opción de ficciones de esta época.
Otra producción de Amazon Prime Video fue aun más sintomática sobre las modas pasajeras: El Presidente, lanzada el 5 de junio. Es la serie sobre la corrupción en la FIFA y “la conspiración de sobornos por $150 millones de dólares a manos del presidente de la Asociación de Fútbol Argentino, Julio Grondona”, como se formula, sin eufemismos, en Wikipedia.
Y rigurosamente se ve al colombiano Andrés Parra como Sergio Jadue, el presidente de la ANFP de Chile, y a su par de la AFA, encarnado por Luis Margani, envueltos en maniobras de lavado de dinero, sobornos y fraudes bajo la lupa de unos perspicaces agentes del FBI que tratan de dilucidar las aristas, creíbles e inverosímiles, del llamado FIFA Gate.
Y, desde ya, no pudo esquivar los tiempos tiranos de la TV por streaming. Junio fue el mismo mes en el que se estrenó la cuarta y final temporada de 13 Reasons Why, en el que salieron las nuevas de The Sinner y The Politician (de Ryan Murphy), y el producto que atrajo la atención mayor por esos días, hace tan sólo cuatro meses, el 27 de junio: Dark. Justo el mismo día en que transcurre el Apocalipsis ficcional en esta intrincada ficción alemana de Netflix sobre familias enfrentadas, desastres nucleares y viajes en el tiempo.
Con su argumento aún más complicado (o confuso sin culpas), la resolución algo débil del tanque de la N roja para Latinoamérica la hizo quedar flotando en la memoria, pero mostró algo categórico sobre las calamidades globales. Nadie es inmune ni sostiene sus privilegios demasiado tiempo: la sensación de dominio puede ser poderosa, pero no permanente.
La regla se podría aplicar también a Élite, a Toy Boy, a Los Asesinatos del Valhala, a La venganza de Analía, o a las que vengan y permanezcan, a un click de distancia. ¿Quiénes pueden dominar para siempre la mente de los espectadores? ¿Quiénes podrán predecir, más allá de algoritmos y de agresivas estrategias de marketing, cuánto tardará el televidente del siglo XXI en cansarse de lo que se esté por estrenar? La curva es dinámica, caprichosa, y aún no se la puede controlar.
Flow: Las diez series que más vieron los argentinos en cuarentena
Los datos están disponibles hace dos meses, hasta que lleguen nuevos cálculos que los refresquen. Según datos oficiales de la plataforma Flow, el confinamiento -oscilante- determinó una pulsión por ver cada vez más series (y también películas) desde marzo hasta estos días de pandemia. Desde el 20 de marzo al 1° de julio, la cantidad de contenidos vistos On-demand creció a más de 126 millones: un 35 por ciento más que en el primer trimestre de 2020. El 85 por ciento de ellos, a través de un decodificador Flow BOX, y el 15 por ciento restante desde la aplicación.
De hecho, las horas de consumo por cliente, en Flow, lograron un promedio de 9.28 diario. Creció un 207 por ciento el uso de los Smart TV, y un 13 por ciento, el de la web. ¿Cuáles fueron los títulos más vistos en cuarentena?
En orden, fueron los siguientes: This Is Us, Homeland, Game of Thrones, Educando a Nina, The Handmaid’s Tale, Outlander, Paw Patrol Patrulla Canina, La otra mirada, The Walking Dead y Los internacionales.
Pero la batalla por el amor de las audiencias, on-line, On-demand y por TV tradicional, se expande a la par de esta pandemia. ¿Qué series habrán triunfado en el balance general del año? ¿Cuáles habrán resistido a la peligrosa curva entre la gloria, el amesetamiento y el descenso de espectadores.
Fuente: Clarín