Le alcanzó con modificar una sola palabra para que la sentencia se extendiera a lo largo y a lo ancho de todo ese pequeño universo siempre autosuficiente: «Si hay Covid-19 que no se note».
Sin embargo, por más esfuerzos que se hagan a diario para mantener ese simulacro, la «nueva normalidad» del coronavirus es inexorable. Mucho más para la televisión en vivo, acostumbrada al movimiento intenso de personas delante de las cámaras y detrás de ellas. Un espacio y una actividad que por definición repelen la idea misma del distanciamiento social.
Hoy, lo que vemos a diario en lo que queda en pie de la televisión en vivo en la Argentina es una muestra de resignación: cómo sigue la vida en una pantalla resignada a planificar todos sus movimientos a través de conductas alejadas por completo de su naturaleza. Las medidas anti-Covid llegaron a la fuerza hasta la última frontera que se resistía a aceptarlas: MasterChef Celebrity.
El disimulo durará algunos días más gracias al adelanto de las grabaciones. Todo indica que cuando lleguen al aire las emisiones del programa con las ausencias ya conocidas por los contagios (los participantes Vicky Xipolitakis y Ezequiel «El Polaco» Cwirkaluk y el jurado Germán Martitegui), los tres ya estarían en condiciones de volver si la evolución del cuadro sigue para ellos como hasta ahora.
Lo más probable es que ahora o más adelante aparezcan nuevos afectados por el virus, sencillamente porque la lógica del programa impone la necesidad de reducir las medidas preventivas a la mínima expresión. En nuestra TV parece más tolerable para un programa como MasterChef Celebrity cambiar las reglas sobre la marcha y apurar el reemplazo momentáneo para el contagiado que extremar los protocolos sanitarios y garantizar en un 100% la salud de todos los integrantes del ciclo. Lo dicho: si hay Covid-19 que no se note.
Todas las pruebas estuvieron a la vista. Hasta que se conoció la infección del trío, MasterChef Celebrity se comportaba como si no hubiese un nuevo escenario que puso al mundo patas para arriba y obligó a cambiar hábitos y conductas de todos los días. El empleo de los barbijos es la muestra más clara ¿Cuántas veces ya vimos al chef Donato de Santis ponerse el tapabocas y sacárselo inmediatamente frente a un participante en pleno trajín de armado de un plato?En cualquier otra situación parecida (basta recordar que el programa se emite desde un estudio cerrado en el que los participantes, se supone, permanecen varias horas), el uso del barbijo de manera permanente estaría fuera de toda discusión. Pero MasterChef Celebrity instruye a sus protagonistas a usarlo solamente cuando deben ir en busca de provisiones. Y el diálogo entre jurados y competidores reclama en las reglas televisivas la máxima claridad. Aunque se pague con el ejemplo un precio muy controvertido.
En España también aparecieron casos de Covid-19 en el set de la temporada más reciente del MasterChef Celebrity. Pero allí los productores tomaron una medida que parece más oportuna: ubicar a todos los participantes bajo un mismo techo durante algunas semanas, como si hicieran un retiro compartido. Así se garantizó el aislamiento mientras se buscaban los contactos de los contagiados. Al reanudarse la competencia, uno de los participantes elogió la decisión y dijo que durante esa convivencia forzada se fortaleció entre todos casi un clima de familia. Sería la peor noticia para la versión argentina, dedicada desde que empezó a alentar hasta la más pequeña y ridícula de las discusiones con tal de garantizarse presencia constante en las redes sociales y en las voces de los divulgadores de chimentos.
En vez de alentar la construcción de una identidad en el programa aun en tiempos de Covid-19, los responsables locales prefieren descartarla en nombre de la «competencia». Pero en el camino esa misma competencia pierde una de sus reglas elementales: la continuidad de las figuras que fueron elegidas luego de un escrupuloso casting. Al disponerse reemplazos varios de un día para el otro desaparece uno de los elementos preparados con más esmero para que el programa tenga un determinado perfil. La rotación de figuras se parece demasiado a un método de ensayo y error en el que todo parece dar igual.
Lo mismo viene ocurriendo en el «Cantando 2020», un formato televisivo que ya nos acostumbró a esa práctica de las sustituciones permanentes y las reglas laxas, casi inexistentes. Pero en la creación de Marcelo Tinelli las cosas son un poco más complicadas, porque el formato mismo quedó devaluado desde el vamos por la pandemia. En tiempos normales, el «Cantando» (al igual que su hermana gemela de baile) funcionó siempre a partir de un desfile multitudinario de gente yendo y viniendo por el estudio y su periferia. Eso hoy es imposible, así como el contacto interpersonal constante, algo imposible de hacer por las medidas de distanciamiento social.
Los resultados quedaron a la vista: un concurso como el «Cantando 2020», que pese a las dificultades había logrado imponerse en las mediciones de audiencia del horario de mayor encendido, retrocedió muchísimo apenas se produjo el desembarco de MasterChef Celebrity en situación de competencia directa. Y el contagio de algunos de los protagonistas (Angela Leiva y Brian Lanzellotta, por caso) dejó todavía más huérfano de atracción a un ciclo que a diferencia del concurso de cocina se emite en tiempo real y no cuenta con el respaldo de las grabaciones anticipadas.
Programas con mucha gente involucrada como MasterChef Celebrity y el «Cantando 2020» cuentan a priori con más desventajas y riesgos que aquellos envíos de entretenimiento y actualidad con menos participantes en esta nueva normalidad. Mirtha Legrand, se sabe, quedó al margen desde el vamos de sus almuerzos y cenas de fin de semana,que encontraron en Juana Viale una impecable reemplazante. La planificación del programa no tuvo demasiadas alteraciones más allá del contagio aislado de alguno de los invitados.
Viale tiene en PH (Podemos hablar) a su competidor directo de cada sábado. Este programa fue uno de los que más cambios forzados se vio obligado a hacer. Redujo la cantidad de invitados e impuso reglas más estrictas de distanciamiento, medidas que no impidieron el contagio de su conductor, Andy Kusnetzoff, que no la pasó muy bien mientras atravesó la enfermedad. Así y todo volvió reforzado y su programa consiguió presencias mediáticas muy fuertes.Lo curioso es que este penúltimo sábado de octubre tuvo a cinco invitados en vez de los cuatro habituales en esta etapa. ¿Relajamiento o necesidad?
Programas frívolos, noticieros y ciclos dedicados a la actualidad política también tuvieron que adaptarse sobre la marcha. Hubo reducciones visibles del staff presente ante las cámaras en un mismo momento, mucha más distancia entre los conductores y entre ellos y los columnistas de cada programa, aprovechamiento integral del zoom y otras comunicaciones virtuales a distancia y participaciones de varios panelistas en versión «home TV». Algunos contagios no pudieron evitarse y ya hace un tiempo Maju Lozano y hace poco José María Listorti resultaron contagiados, con la consecuente alteración de las rutinas de sus respectivos ciclos.
El Covid-19 también dejó programas en el camino. El precio justo encontró en el virus un freno a su continuidad tras el contagio de su conductora, Lizy Tagliani, y de varios miembros de su equipo, ysobre todo después del fallecimiento por Covid-19 a los 31 años de Fabián Peloc (La Floppy Cucu), una persona muy cercana a Tagliani en el trabajo y en el afecto. Fue este programa el que encendió en junio la primera luz de alarma por los efectos de la enfermedad en el funcionamiento normal de la TV en vivo. Fuera de este caso, el resto de los famosos contagiados de la televisión argentina 2020 en vivo superó la enfermedad.
Sin consecuencias tan graves, la pandemia también erosionó desde el vamos y en muy poco tiempo las expectativas de Mujeres en el Trece. Un ciclo que parecía haber llegado con grandes ambiciones (y poca brújula) debió enfrentar en su mismo arranque el contagio de dos de sus presentadoras, Roxy Vázquez y Claudia Fontán. ¿Cómo podría funcionar un ciclo armado a partir de ciertos nombres y obligado a reemplazarlos cuando ni siquiera empezó a rodar? La respuesta está en la noticia de su rápido levantamiento. Ya es una de las grandes decepciones de esta accidentada temporada televisiva.
¿Qué lecciones deja el Covid-19 para la pantalla? Una por sobre todas: no hay estrategias ni criterios unificados para asumir la nueva realidad. La adaptación a las nuevas contingencias se hace sin convicción ni profundidad, tapando sobre la marcha cada hueco y escapando a la ocasión de aprovechar de manera creativa todas las posibilidades que se abren a partir de este inédito escenario en el que la TV argentina no parece hacer otra cosa que administrar la escasez. Aunque en la cabeza de sus responsables siga marcada a fuego la frase de «si hay Covid-19 que no se note».
Fuente: La Nación