La muestra se titula Reencuentro, 190 obras reubicadas con las que cualquier visitante a la ciudad de Madrid debería sentirse como mínimo obligado a visitar.
Tanto la guerra como las pestes, (ahora sí vale la pena compararlas) tienen efectos colaterales. Los negativos son muy evidentes y tal vez, los que más importen. Pero hay positivos y son, a fuerza de paradoja, los que hacen que la ciencia, las investigaciones y la cultura tengan grandes logros. Las vacunas, los antibióticos, el desarrollo de nuevas tecnologías, incluso obras de arte en todas las disciplinas son resultado de esos momentos aciagos y trágicos. Por mencionar lo más a mano, junto con la penicilina está Otto Dix haciendo de la trinchera su atelier en la Primera Guerra Mundial. Y el mural Guernica de Pablo Picasso, cuyo impulso para realizarlo fue la noticia de los bombardeos efectuados por la aviación alemana sobre la villa vasca que da nombre a la obra, conocidos por el artista a través de las dramáticas fotografías publicadas, entre otros diarios, por el periódico francés L’Humanité. Y Primo Levi escribiendo Si esto es un hombre y La tregua, sus memorias de sobreviviente del campo de Monowitz; sólo en el siglo XX, en apenas dos de sus mayores acontecimientos.
Todavía estamos en el presente, muchas secuelas de la pandemia pero algunos atisbos de los “frutos” de la vida post. La vacuna y los paliativos serán los resultados positivos, en lo que avances científicos se refiere y el sueño de ciencia ficción, la fantasía reparadora, será despertarse un día y saber que existe la cura. Mientras tanto, en estos meses de encierro algunas instituciones estuvieron trabajando para las reaperturas. En el caso del Museo de El Prado, por lo que se ve en su sitio y lo que cuenta su director Miguel Falomir en El Prado imaginario: ¿cómo afrontó el museo español la pandemia?, una charla pública con Gabriela Rangel, directora artística del MALBA, organizada por Fundación Proa, estamos frente a esas maravillosas y deslumbrantes consecuencias no buscadas pero altamente gratificantes.
Reencuentro se llama la nueva colgada que apunta de manera fácil y sencilla desde el nombre a una reapertura después de casi tres meses cerrados (nunca lo estuvo tanto sino durante la Guerra Civil Española), a una reubicación de más de 190 obras (sólo están abiertas algunas salas y la galería central es la vedette absoluta de las nueva distribución, junto con salas adyacentes) y a una relectura del pasado (el guion curatorial vuelve al esquema decimonónico que tenía el museo en sus inicios)
Los números del Prado hablan a las claras que es un museo de pintores y que responde a un criterio de colección por artistas, menos que por períodos. Como explica Falomir, la singularidad de esta colección está en el gusto de los monarcas de los siglos XVI y XVII y la representación de los artistas es de una cantidad extraordinaria, ya que posee los mayores conjuntos de El Bosco, Tiziano, El Greco, Rubens, Velázquez o Goya, a veces con más de un centenar obras. Un coleccionismo “visceral y pasional”, menos que enciclopédico, según el director de la institución. Los “agujeros”, entonces, se deben, justamente, a esto mismo: períodos poco representados por falta de interés, los “primitivos” italianos o circunstancias históricas, la hostilidad entre España y los Países Bajos después de la separación en 1581, hacen que en el acervo del museo haya pocos pintores holandeses del 1600 y no estén ni Vermeer ni Franz Hals. La mayor parte de las obras que posee el Prado procede de la Colección Real y casi todas fueron adquiridas ya en el siglo XVIII, especialmente por parte de Felipe V y su segunda esposa, Isabel de Farnesio.
Como en la película Una noche en el museo o en los memes que circulan sobre qué hacen las obras de arte, mientras están sin público y toman vida, la nueva muestra exhibe sorprendentes reuniones y reencuentros. Los cuadros decidieron reagruparse y visitarse, como alguna vez ellos estuvieron en la inauguración del museo en 1819. Los dos Saturno devorando a su hijo, el de Rubens y el de Goya, uno al lado del otro y Las Meninas recibieron las visitas de sus parientes Velázquez: Los borrachos y Las hilanderas. Desnudos, retratos y pintura religiosa, Fra Angélico, Murillo, Ribera, los magníficos cuadros de Goya, la Danae, de Tiziano escucharon el Himno a la Alegría tocado por un quinteto de cuerdas para la inauguración.
Con inamovibles barbijos, el púbico agotó las entradas y las visitas se extenderán hasta septiembre. La palabra de moda para los museos en la pandemia es aforo. En este caso, la capacidad de visitas diarias no puede superar los 1800 visitantes. Tampoco todo puede verse, sólo porcentaje muy pequeño de la totalidad de los que se expone normalmente que, a su vez, no es todo el patrimonio inmenso del museo. Por lo tanto, habrá que esperar un poco para ir a ver El jardín de las delicias del Bosco que no forma parte de esta exhibición. Pensándolo bien, la obra del pintor neerlandés de 1500 adquirida por Felipe II, su gran admirador, quizá sea necesaria para tiempos menos distantes y más carnales.
Fuente: Perfil