Christian Petersen. Cocinero
Ayer y hoy: de El Descueve a Kinky Boots
Después de todo este tiempo de no ir al teatro tengo dos imágenes grabadas en mi mente. Una muy antigua: cuando era más joven iba a ver al grupo de danzaEl Descueve, porque me parecía genial lo que hacían. Unos flacos muy de vanguardia. Era muy fuerte lo que veías, con su cuerpos y sus interpretaciones. Y la otra imagen es de la última vez que fui al teatro, me arrepiento de no haber ido más, cuando vi el musical Kinky Boots, que protagonizaron Fernando Dente y Martín Bossi. Me encantó cómo bailó Dente, la alegría que trasmitió y todo el despliegue en escena.
Mariana Arias. Periodista y conductora
Medea, o la actualidad de la tragedia griega
Una obra que me impresionó y me quedó grabada para siempre fue Medea, interpretada por Cristina Banegas y dirigida por Pompeyo Audivert en 2009, en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín. Fue la primera vez que el texto de la tragedia griega de Eurípides, transmitido de manera transparente, sin manierismos, me atravesó. Medea habla de dioses, de los problemas del poder; de una madre, mujer autónoma, que mata a sus hijos. Temas que se resignifican en cada época y que gracias a la puesta, la dirección, la adaptación y la actuación permiten producir empatía.
Edgardo Giménez. Artista
Deshonrada, Fanny Navarro por Alfredo Arias
Una obra que me gustó tanto que fui a verla dos veces fue Deshonrada, dirigida por Alfredo Arias y estrenada en 2015 en el Centro Cultural San Martín. Protagonizada por Alejandra Radano, se basa en la historia de Fanny Navarro, que pasó de ser una estrella de cine defendida por Eva Perón a ser totalmente despreciada. Es lo que pasa en este país: cuando caés en desgracia, lo hacés de manera rotunda. Me sedujo la calidad de la pieza, con una escenografía mínima y vestuario de Pablo Ramírez. Alfredo empezó a hacer teatro en el Instituto Di Tella, y tiene una estética que entiendo muy bien.
Santiago Lange. Deportista
La chica del adiós, un clásico de Neil Simon
Antes iba mucho al teatro, los últimos años con las giras me resulta más complicado, pero recuerdo especialmente La chica del adiós, una comedia romántica de Neil Simon, dirigida por Claudio Tolcachir, que vi en el Teatro Metropolitan. De la obra, protagonizada por Paola Krum y Diego Peretti, me gustó la temática, que habla del amor, de los miedos. Se trata de una bailarina, abandonada por su pareja, sin trabajo, que vive con su hija y que no le queda otra que compartir la vivienda con un inquilino que llega imprevistamente.
Beatriz Sarlo. Escritora y crítica cultural
Esperando a Godot, la llama de la vanguardia
A comienzos de la década de 1950, en el cine 25 de Mayo de Villa Urquiza, las compañías de radioteatro solían representar sus obras. Fui con la joven que trabajaba en casa, después de muchos ruegos y tratativas, a ver una de la que no recuerdo sino el impacto de escenario, decorados y actores, conjunción que, la primera vez, me impresionó por su artificialidad realista. La otra experiencia, en 1960, ya pertenecía al mundo que sería mío poco a poco.
Jorge Petraglia y Leal Rey hicieron Esperando a Godoten el Instituto de Arte Moderno, sobre la calle Florida. Volví al día siguiente, seducida para siempre. Ya no tenía cura y me hice fanática de lo que después aprendí el nombre: vanguardias.
Isol. Dibujante y escritora.
El periférico de objetos, una iniciación
Empecé a ver obras de vanguardia al terminar el secundario, en el centro cultural Babilonia, y una que me fascinó fue aquella de El periférico de Objetos que se llamaba Variaciones sobre Becket, en 1991. La obra duraba una hora, tenía una puesta muy simple en cuanto a producción, muy poca luz, pero este grupo de personas manipulaban muñecos y objetos varios de una manera inquietante y ominosa. Una mezcla de algo infantil con pesadillesco, con humor y absurdo. Nunca había visto algo así. Me encantó lo de tomar lo oscuro con humor, lo absurdo de ciertos deseos y miedos mostrados a la luz.
Luis Pescetti. Escritor y músico
Darío Fo, la magia de lo austero
Hace muchos años, en San Jorge, mi ciudad, vi una obra que se representaba parte en piamontés y parte en español. La emoción enorme fue escuchar el lenguaje de la infancia en el escenario. No era una conversación en la cocina de mis abuelos, sino que estaba ahí, en el teatro. Tengo otra imagen, esta es bien de mi infancia, también en San Jorge: el día en que Tu Sam se presentó en un teatro del pueblo y nosotros, los espectadores, éramos lo más parecido a Cinema Paradiso que uno se pueda imaginar… Pero si hay alguien que admiro es Darío Fo, la austeridad de su teatro, esa magia.
Fuente: La Nación