Astrit Imeri, un ex soldado, camina dentro de uno de los túneles del hoy museo de Gjirokastra, en el sur de Albania ( Briseida Mema y Emmy Varley
En Albania, la pandemia del coronavirus hace temblar el turismopero todavía quedan algunos visitantes extranjeros que se aventuran en el dédalo de oscuros túneles que excavó bajo una fortaleza el tirano paranoico Enver Hoxha, para defenderse de un ataque nuclear que nunca llegó.
Durante sus cuatro décadas en el poder, el difunto dictador comunista llenó el pequeño país de los Balcanes de decenas de miles de búnkeres y perforó en el subsuelo kilómetros de túneles anti atómicos.
Pero el refugio abierto en la roca que hay bajo la ciudadela de Gjirokastra, una localidad del sur de Albania inscripta hoy en la lista de patrimonio de la Unesco, es uno de los más impresionantes.
Los túneles fueron excavados bajo una fortaleza por orden del tirano Enver Hoxha, para defenderse de un ataque nuclear que nunca llegó (foto: Shutterstock)
Treinta años después de la caída del comunismo, el «Túnel de la Guerra Fría» es una atracción de primer orden, pese a que en esta temporada el número de visitantes extranjeros prácticamente se haya dividido por diez, a causa del nuevo coronavirus.
Visitantes
Alexander Benlalam, un ingeniero informático parisino de 39 años, es uno de los 300 turistas que recorrieron este verano, con la mascarilla puesta, los 1.500 metros de túneles perforados en la montaña en la que se yergue la ciudadela del siglo XII, utilizada como prisión por los comunistas y, antes que ellos, por los nazis.
La red de túneles fue construida durante la era comunista de Albania; ahora es una atracción turística (Briseida Mema y Emmy Varley).
«Visitamos este búnker que nos recuerda al período triste que estamos viviendo con la pandemia», dice a la AFP.
El grupo de una decena de turistas franceses pasea por el mundo subterráneo de Enver Hoxha, quien se enemistó con la Tierra entera -Occidente, la Unión Soviética, Yugoslavia y China- y se preparó por si alguien lo atacaba, fuera quien fuera.
La historia
El complejo debía albergar a los altos responsables del régimen y al mando militar en caso de conflicto y desde allí se habrían dirigido las operaciones militares. Varias veces al año se pedía a los habitantes que efectuaran maniobras allí.
El complejo debía albergar a los altos responsables del régimen y al mando militar en caso de conflicto. Desde allí habrían dirigido las operaciones militares (Briseida Mema y Emmy Varley)
«Todo el pueblo era un pueblo de soldados, cuyo deber era proteger a la patria», recuerda Engjell Serjani, de 60 años.
Serjani, periodista en la radio local de Gjirokastra, participó en los años 1980 en «la cobertura» de una guerra totalmente inventada.
Hoy, las paredes están cargadas de humedad y los túneles están muy deteriorados pero, antes, el complejo era de lo más sofisticado (Briseida Mema y Emmy Varley)
«De hecho, debíamos imaginar informaciones sobre los ataques, los muertos, los daños sufridos en el ‘frente’ y preparar emisiones especiales», afirma.
Hoy, las paredes están cargadas de humedad y los túneles están muy deteriorados pero, antes, el complejo era de lo más sofisticado: las galerías interminables, que debían resistir bombas atómicas de 20 kilo-toneladas, desembocaban en salas dedicadas al mando del ejército, a la policía secreta, a la fiscalía, a la instrucción, al tribunal y al contraespionaje, explica Astrit Imeri, un exmilitar de 67 años.
También había habitaciones reservadas para las transmisiones o las escuchas, dormitorios, una panadería, cisternas de agua y Kalashnikov y pistolas TT para hacer frente a cualquier intrusión enemiga.
La construcción de los túneles, en la década de 1970, duró más de diez años (Briseida Mema y Emmy Varley)
«El túnel contaba con todos los recursos para poder estar ahí no sólo unas horas sino días y semanas enteras», agrega.
Su construcción, en los años 1970, duró más de diez años, con equipos que trabajaban por turnos y que iban rotando por varios sitios, para que nadie tuviera una visión de conjunto del lugar.
En total, Enver Hoxha mandó construir 173.371 búnkeres por toda Albania, así como incontables túneles subterráneos, según los documentos oficiales.
Uno de los espacios en el búnker atiatómico de Gjirokastra, Albania (foto: Shutterstock)
Abandono
Tras la caída del comunismo, en 1990, dejaron de ocuparse de su mantenimiento y la mayoría están abandonados. Pero algunos fueron reconvertidos en cafeterías, almacenes, alojamientos para personas sin hogar o atracciones turísticas, como en Gjirokastra.
Sin embargo, la «ciudad de piedra» solo ha recibido de momento este año a 22.000 visitantes albaneses y extranjeros, frente a los 120.000 que habían acudido a la zona el año pasado por las mismas fechas.
Los túneles muestran los secretos y la paranoia del ex tirano Enver Hoxha (Briseida Mema y Emmy Varley)
«Golpeado de lleno por la pandemia, el turismo es el sector económico más afectado«, lamenta Maksim Hoxha, presidente de la Cámara de Comercio y de Industria de Gjirokastra. En toda Albania, el número de turistas extranjeros cayó un 70% y los expertos calculan que esto implicó pérdidas de 1.000 millones de euros.
Los pequeños grupos de visitantes que deambulan por las calles vacías «dan un soplo de esperanza», apunta no obstante Maksim Hoxha.
Gjirokastra, que también es la ciudad del conocido escritor albanés Ismael Kadare, «siempre tiene algo que ofrecer».
Fuente: Clarín