«Un meteorito debe ser visto y tocado por muchas personas y, seguramente, habrá quienes se maravillen ante él», se atrevía a imaginar William Cassidy, el geólogo norteamericano que investigó, junto a científicos argentinos, el enorme patrimonio que atesora el denominado Campo del Cielo, en la provincia del Chaco.
Quizá tan maravillados como aquellos tobas que hace unos 4000 años fueron testigos de la lluvia de meteoritos que impactaron en sus tierras. Para ellos, los bólidos que caían eran «gotas de sudor del sol» y para los conquistadores españoles un botín que merecía ser rastreado. Más acá, para los científicos se convirtieron en trofeos que los incentivaron día a día, porque lograron rescatar piezas que se ubican entre las más grandes que se encontraron en el mundo, y porque saben que la búsqueda promete nuevos hallazgos, dentro de lo que hoy es el Parque Científico y Educativo.
El nombre de Campo del Cielo proviene de la lengua qom (toba), por lo cual se lo reconoce además como Reserva Natural Piguem N’Onaxa. Los vecinos más próximos, habitantes del municipio de Gancedo, le dicen también Parque de los Meteoritos, a este predio que ocupa 27 hectáreas en el sudoeste chaqueño, a 350 kilómetros de Resistencia, la ciudad capital. Allí, antes de la pandemia, podían ir a tomar mate y acampar entre media docena de grandes fragmentos que se exhiben al aire libre, recorrer cráteres y visitar el museo que encierra más de trescientos bólidos rescatados de lo que fue la histórica explosión de un asteroide de aproximadamente 840 toneladas.
Entre los más grandes del mundo
Desde 1923 y año tras año, se descubrieron en Campo del Cielo fragmentos de meteoritos metálico de distinto peso, compuestos en más del 90 por ciento por hierro, con porcentajes pequeños de níquel, cobalto, fósforo, galio, germanio e iridio. El descubrimiento más sobresaliente sucedió en 1969, cuando un habitante de la zona se topó con un enorme cráter que luego fue investigado por científicos del lugar. Esa fue la primera ocasión en que el geólogo Cassidy viajó a Chaco, enviado por la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (Nasa), para colaborar con las excavaciones. Finalmente, el grupo logró desenterrar en 1980un gran meteorito de hierro, de 28 toneladas, al que llamaron El Chaco.
El ingeniero Mario Vesconi, presidente de la Asociación de Astronomía del Chaco (Acha), remarca que, además del apoyo de las autoridades locales a las investigaciones y adquisición de equipamiento, es muy importante para ellos la interacción «con especialistas en la materia, principalmente de los Estados Unidos», así como el financiamiento que obtuvieron de la Nasa «especialmente en las primeras etapas, para el estudio de estructuras de impacto. Contar con recursos económicos y equipamiento de alta tecnología fue clave para reimpulsar estudios que se habían paralizado a principios de los 70».
«Aquella seguidilla de descubrimientos consecutivos por parte del equipo binacional que conformamos desde el 2005 al 2008, llevaron a que la provincia creara el actual Centro de Interpretación y Circuito de visitas al campo de cráteres de Campo del Cielo. Había ya material suficiente descubierto para acercar el fenómeno al turista, invirtiendo en la infraestructura apropiada», describe Vesconi, consultado por LA NACION.
Entre otras piezas de magnitud, descubiertas por este equipo de geólogos, agrimensores, ingenieros en sistemas y técnicos de Acha, sobresale el meteorito La Sorpresa, de 14.875 toneladas, descubierto en 2005 en Chaco, y el Wichi o Meteorito Santiagueño, de 7.85 toneladas, hallado en Santiago del Estero, en 2006.
El último gran hallazgo fue el del meteorito Gancedo (bautizado con el nombre del distrito más cercano a Campo del Cielo) en 2016. Es un ejemplar de 30 toneladas que, junto con El Chaco se ubican entre los más grandes exhibidos en el planeta. Un ranking que encabeza el Hoba, encontrado en Namibia (África) en 1920, de 66 toneladas y también compuesto por hierro en su mayor parte.
Los meteoritos de Campo del Cielo fueron requeridos por distintos museos y universidades del mundo, como el Runa Pocito, de aproximadamente 600 kilos, que fue trasladado al Museo Británico, y El Taco, de dos toneladas, fragmentado para ser exhibido en parte en la entrada del Planetario de Buenos Aires y parte en el Museo de Historia Natural de Washington (Smithsonian).
Ciencia y recreación
«Campo del Cielo es un lugar asombroso», destaca el ingeniero Vesconi y sostiene que «el contacto con la naturaleza exuberante de la región y el hecho de tener una fracción del cosmos al alcance de las manos, hacen de la visita una experiencia única e inolvidable», aunque actualmente el acceso está restringido por los protocolos sanitarios impuestos ante la pandemia.
«Antes de la pandemia que paralizó al mundo, el parque recibía la visita de entre ochocientos a mil turistas por mes, según datos aportados desde el municipio de Gancedo, y estimo que esta afluencia seguirá creciendo sin dudas en proporción a la inversión en investigación e infraestructura», evalúa Vesconi.
En tiempos normales se puede visitar el parque durante todo el año, aunque «la época más conveniente es en invierno, para evitar el calor y los mosquitos», aclara Sacha Mijail Vanioff, del área de Desarrollo del Instituto de Turismo del Chaco. Agrega que cada 30 de junio, este organismo, junto a la Asociación de Astrónomos, desarrolla actividades vinculadas con la búsqueda de meteoritos con instrumental científico, observación astronómica, conferencias y proyección de documentales».
«Durante el resto del año se realizan encuentros de astrónomos aficionados de la provincia y de la región. En julio se celebra en el parque el Asteroid Day (Día internacional del Asteroide) un acontecimiento que se desarrolla en simultáneo alrededor del mundo», que este año se hizo en forma virtual. También está previsto que pueda recurrirse a la misma modalidad para realizar la 16° edición de la Fiesta Nacional del Meteorito, durante este mes.
Campo del Cielo «constituye un atractivo ineludible para científicos, astrónomos aficionados o docentes en ciencias afines. Recibimos turistas nacionales e internacionales que son de nicho, un público que «tiene requisitos específicos, particularmente la observación astronómica, para la cual se necesita un cielo limpio y un horizonte despejado. Al ser una reserva natural protegida, alejada de las grandes urbes, el predio cuenta con un cielo libre de polución y contaminación lumínica», pondera Vanioff.
Los trece kilómetros de camino rural que conectan el ingreso al parque con la ruta nacional Nº 89 fueron nivelados y enripiados recientemente. En cuanto a su infraestructura, el parque «cuenta con un centro de interpretación con microcine y una sala de exposición que son subterráneos, donde se puede comprender el fenómeno astronómico que dio origen a este Campo, a través de apoyaturas museográficas interactivas», además de los espacios de esparcimiento que describe Vanioff.
La realidad supera a la ficción
«Los indicios de la antigua lluvia meteórica no provienen de ninguna probabilidad figurada de ciencia-ficción, sino de un suceso ocurrido realmente, como lo atestiguan las comprobaciones de la arqueología y los relatos míticos que subsisten en la memoria de las culturas autóctonas», sostiene el doctor José Sellés-Martínez, del Departamento de Geología de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
El experto señala que «desde mediados del siglo XVI y hasta la actualidad, los meteoritos del Campo del Cielo han sido motivo de estudio», si bien al principio se desconocía el origen extraterrestre del metal y se suponía que eran «parte de un filón, siendo su afloramiento más importante el denominado Mesón de Fierro». Era una pieza de 18 toneladas que decían haber encontrado los antiguos pobladores, tras la cual salieron infructuosamente en su búsqueda los conquistadores, con la idea de que contenía plata.
Las expediciones realizadas para encontrar el Mesón de Fierro «dejaron constancia de su paso mediante relatos más o menos pormenorizados, memorias, mediciones y estimaciones del peso de los cuerpos de hierro hallados y también de los análisis químicos realizados en diferentes épocas y lugares, así como de las especulaciones acerca del alto contenido en plata (en realidad níquel) que los mismos pudieran haber tenido», precisa Sellés-Martínez en un informe académico.
Lo cierto es que ese objeto «desde fines del siglo XVIII y hasta la actualidad, no ha podido ser encontrado», aunque «los avances en la investigación y la búsqueda de fragmentos del meteoroide de Campo del Cielo logró hallazgos de cuerpos de gran tamaño, como El Chaco y el Gancedo», superiores al legendario Mesón, sumado al potencial que queda por descubrir, reflexiona el catedrático de la UBA.
Al respecto, el ingeniero Vesconi asegura que «sólo se ha recuperado entre un 30 y un 35 por ciento de los meteoritos que formaron parte de la histórica lluvia que dejó una zona de impacto calculada en unos 15 kilómetros de ancho por 70 de largo, abarcando también parte de la vecina provincia de Santiago del Estero».
«Llevamos descubiertas y recuperadas aproximadamente unas 150 de las 400 toneladas de fragmentos de meteoritos de diversos tamaños que tocaron suelo en las actuales provincias de Chaco y Santiago del Estero, y las prospecciones futuras nos llevarán a otros cientos de toneladas de objetos celestes. Imaginemos cuánta más importancia puede cobrar Campo del Cielo para el mundo», enfatiza Vesconi.
Pandemia y proyectos
«Todos los inviernos, los científicos de la Acha realizan campañas de investigación en el área de dispersión meteórica», relata Venioff, «porque se siguen encontrando y extrayendo grandes piezas». Pero Vesconi aclara que este año «la pandemia y las medidas tomadas para su contención paralizaron por completo las actividades programadas. En nuestra provincia el Covid-19 pegó con mucha fuerza y no podíamos solicitar recursos para este tipo de investigaciones, en medio de tantas necesidades superiores», observa el científico.
Con vistas a la pospandemia, Vesconi aventura que «grandes descubrimientos se van a dar en el sector de Campo del Cielo correspondiente a Santiago del Estero». Se basa en relevamientos que le permiten «asegurar que al menos diez masas importantes se pueden recuperar trabajando en cráteres ya confirmados», para lo cual gestionará el inicio de los trabajos con las autoridades de esa provincia.
«El rompecabezas Campo del Cielo se va armando poco a poco; las respuestas a los interrogantes de la ciencia siguen llegando, y el potencial para la experiencia turística y cultural se hace cada vez mayor con cada nuevo descubrimiento», subraya el ingeniero Vesconi.
Fuente: La Nación