«Cruzamos el infinito a cada paso; nos encontramos con la eternidad en cada segundo», escribió Rabindranath Tagore, frase que podría aplicarse a la laberínticamente hermosa obra del escritor argentino Jorge Luis Borges, que funciona como una ecuación matemática que no tiene fin, donde el tiempo es maleable como plastilina.
Nota al pie para el fin de los tiempos («Footnote for the End of Time»), la más reciente producción de Theater in Quarantine, es la adaptación de un cuento de Borges llamado «El milagro secreto», que relata la historia de Jaromir Hladik, un judío a punto de ser ejecutado por un pelotón de fusilamiento de la Gestapo, poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Lamentando no tener tiempo de concluir su obra dramática Los enemigos, Hladik ruega a Dios que le de más tiempo y lo recibe de la forma más peculiar: el momento mismo en que salen las balas, el tiempo se detiene, y Hladik queda fijado en ese instante, donde se le concede un año para terminar su obra, aunque más no sea mentalmente.
La adaptación hecha por Joshua William Gelb es una elocuente interpretación del original borgeano con poesía, música y estimulantes ilustraciones, bajo la dirección de Jonathan Levin. Con las otras entregas digitales de Theater in Quarantine de estos últimos meses -adaptaciones de alucinantes fantasías cómicas de ciencia ficción de Stanislaw Lem y una aterradora historia neurótica de Kafka-, Gelb ha demostrado su amor por la ficción fantástica slipstream con conceptos que dejan pensando. Estas producciones para Zoom [pueden verse en YouTube en inglés, con subtítulos automáticos], filmadas en vivo desde un vestidor reconvertido de su departamento de Manhattan y acompañadas de innovadores efectos visuales y sonoros, han logrado estar a la altura de los textos en sus abordajes idiosincráticos.Ads by
En Footnote for the End of Time eso cobra forma en las ilustraciones de Jesse Gelaznik. Tieso contra un fondo blanco liso, Gelb suministra la narración mientras una mano dibuja las escenas a su alrededor, ilustrando personajes, soldados, paisajes, chispazos de sueños. Las imágenes borrosas de carbonilla gruesa de Gelaznik, atractivas por derecho propio, son arrastradas y borradas y editada alrededor de Hladik, una perfecta metáfora de los mecanismos de la imaginación de un escritor.
La secuencia del medio de esta corta producción, donde Hadlik relata el argumento y estructura de su aún inacabado texto dramático, es una muy lograda convergencia de actuación y efectos especiales. Allí Gelb rompe su pose estatuaria y empieza a ser duplicado por animación computarizada. Las figuras bailan y se gesticulan unas a otras armando una serie de retablos de la obra de Hladik, mientras a su alrededor aparecen y reaparecen los dibujos de Gelaznik, armando y desarmando el escenario alrededor de esos actores imaginarios. El acompañamiento musical en cuatro partes de Alex Weston, con punteo de cuerdas, le imprime una cadencia desenfadado a la escena.
Y hablando de cadencia: la adaptación de Gelb convierte la prosa de Borges en un largo poema. La embriagadora e imparable locución es tan veloz que el lenguaje de Borges suele perderse en una maraña de sílabas y sonidos. En la última sección, Gelb gira hacia un tono machacón que igualmente desmerece la actuación. La dirección de Levis crea una producción estilizada y musical, pero con una actuación que se siente hueca y divorciada de toda humanidad.
Footnote… juega con una sensación de distancia narrativa, donde los monólogos de Gelb alternan entre Hladik hablando en primera persona y Hladik narrando la historia de sí mismo en tercera persona. El resultado es un Hladik disociado, y el personaje queda despojado de gran parte de su dimensión emocional, algo que resulta raro en un hombre que enfrenta una muerte inminente y que teme por el sentido que habrá tenido su vida.
Esto es parte de un problema conceptual más amplio que plantea el cuento y que la obra debería considerar: ¿cómo hace un actor para interpretar con sinceridad un texto de Borges, autor de obras bellas y maravillosas, que rara vez se interesan en los sentimientos? Borges es un poeta de enigmas y un autor de ideas, y en sus distantes lucubraciones existenciales, describe las penas y las penurias de sus personajes sin apasionamiento, como un camino hacia el despertar intelectual. Pero en una performance en vivo, deberíamos tener una sensación de vida que en la página.
Desde el principio de la obra, sabemos que Hladik morirá. El arma de Chéjov le apunta directo a la boca. Tal vez la gran apuesta de esta obra de Theater in Quarantine sea a reflejar el fin de los tiempos, pero eso no significa que el elemento humano deba ser apenas una nota al pie de esa historia.
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
Fuente: Maya Phillips, La Nación