Fronteras cerradas que pusieron en pausa al turismo. Los bienes, las personas y el capital ya no fluyen tan libremente por el mundo como antes del coronavirus. Pero, aunque todavía hay millones de personas confinadas en sus hogares, la tecnología les permite estar más conectadas que nunca con cualquiera en cualquier parte del mundo. Esta es la paradoja: la pandemia desafía a la globalización y la alienta al mismo tiempo. Su origen es indisociable de la condición global que ha adquirido el mundo. Y también lo serán sus consecuencias.
¿Habrá más o menos globalización en el mundo después de la pandemia? ¿Puede emerger un mundo más proteccionista, con países más replegados hacia el interior de sus fronteras? ¿Cuánta capacidad tendrán el turismo y el comercio para reestablecerse? ¿El uso más extenso de la tecnología y el crecimiento de la vida virtual causados por la pandemia pueden acelerar la globalización? ¿Cómo impactará la falta de una respuesta conjunta a la crisis sanitaria por parte de los gobiernos en el plano internacional? ¿Cómo influye, en este escenario, el ascenso chino y el declive de la hegemonía estadounidense?
Sobre el terreno se despliegan fuerzas contrapuestas. El turismo, así como el comercio basado en las manufacturas y en cadenas de valor transnacionales, son sectores que hoy contribuyen a desacelerar la globalización. El fin del multilateralismo en la política internacional, y las respuestas fragmentadas de los Estados a la pandemia, también implican un freno. Y el ascenso chino, aunque no necesariamente atenta contra la globalización, puede redefinirla. A la inversa, la creciente digitalización de las relaciones laborales y sociales actúa como una fuerza poderosa a favor de la globalización, con capacidad de consolidarla y transformarla.
En el plano económico, la pandemia colocó a las videollamadas, las clases virtuales, el teletrabajo y las compras online, a través de apps y plataformas, en un lugar protagónico de la vida laboral y social. Aunque este año se espera una fuerte caída económica a nivel mundial, los especialistas consideran que la creciente digitalización provocada por el confinamiento impulsará el crecimiento de la exportación de servicios tecnológicos.
«Va a cambiar la anatomía de la globalización. Hubo una aceleración de la transformación digital, y eso termina acelerando la formación de un mercado global de servicios de alta calificación, vinculado a las plataformas digitales. Vamos camino a tener un mercado único, con competencia bien abierta. Es una tendencia que ya existía y que la pandemia magnificó. Veo ahí una profundización de la globalización», explica el economista Ramiro Albrieu, investigador principal de Desarrollo Económico en Cippec.
Distinta será la realidad para las industrias más tradicionales. Y para el comercio vinculado a la logística internacional, un sector muy golpeado por la pandemia, donde asoma un futuro con mayor proteccionismo y menos globalización. «En las manufacturas posiblemente habrá una desaceleración de la globalización. Es muy factible que los gobiernos implementen proteccionismo en los empleos manufactureros, y que haya cadenas de valor más nacionales y regionales antes que globales, con reemplazo de importaciones y fabricación de insumos por región. En esa dinámica, Asia emergente se cerraría sobre sí misma y quizás haya un nuevo tipo de Mercosur. Las cadenas de valor tal como las conocíamos, con China como centro del esquema, van a cambiar. Van a predominar las plataformas de servicios a nivel global, antes que la logística de piezas que pasan de país a país para fabricar un aparato. Vamos hacia un mundo más digital», señala Albrieu.
El año pasado, el volumen del comercio de mercancías ya había registrado una desaceleración del 0,1%, mientras que el comercio de servicios creció un 2%, según datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La pandemia, entonces, no hace más que profundizar una tendencia que ya estaba presente. Uno de los fenómenos que potenciará, gracias a la tecnología, es la posibilidad de contratar a trabajadores de todas partes del mundo.
La tecnología, imparable
«El comercio global venía desacelerándose, con algunos matices. Quizás el principal cambio será un mayor regionalismo y algo menos de universalismo», afirma Juan José Llach, economista, sociólogo y profesor emérito del IAE-Universidad Austral. «La revolución tecnológica no solo seguirá en pie, sino que se potenciará. Es necesario, con buenas políticas, corregir su propensión a aumentar la desigualdad de ingresos. Las contrataciones internacionales han avanzado mucho y seguirán avanzando. Hay allí amenazas y oportunidades. La Argentina tiene el potencial para seguir aumentando su exportación de servicios. No es bueno haber sancionado a tambor batiente una ley sobre teletrabajo, que debía vincularse a un plan estratégico, hoy inexistente, sobre esas exportaciones».
El economista Claudio Zuchovicki concede que puede haber algún intento político de proteccionismo, pero lo relativiza. «El avance de la tecnología y la misma descripción de la pandemia nos integró mucho más. Las marcas son globales, todos nos vestimos de la misma manera. La tecnología y las empresas tecnológicas también son globales, al igual que los laboratorios. Va a ser imposible evitar que se contraten trabajadores de cualquier parte del mundo, sobre todo en América Latina, donde hay un sector informal importante. La tecnología abarata costos y nos facilita la vida. Y las nuevas generaciones ya son enteramente digitales. Para esas nuevas generaciones no va haber fronteras. Vamos a ser ciudadanos del mundo», dice.
Aun cuando está acelerando la globalización tecnológica, la pandemia afectó gravemente a dos componentes centrales de la «aldea global»: el turismo y el comercio.
Un golpe al comercio
Para 2020, la OMC estimó un descenso en el comercio de mercancías de entre el 13% y el 32%, como consecuencia de la caída de la actividad por las medidas preventivas contra el virus. Esta caída es más fuerte que la registrada durante la crisis de 2008. En mayo, el turismo a nivel mundial cayó un 98%, en comparación con el mismo mes del año pasado, según la Organización Mundial del Turismo.
El interrogante es el tiempo que les demandará recuperarse al comercio y el turismo. Algunos expertos creen que es factible una recuperación rápida. Otros consideran que será más lenta. El miedo al contagio, junto con las regulaciones y controles sanitarios que se impondrán una vez que se reactive el turismo, pueden ralentizar su recuperación. Sin embargo, la demanda latente de consumidores y turistas podría acortar los tiempos.
Llach señala que la recuperación depende de un dato que nadie conoce: cuándo y cómo se eliminarán las cuarentenas y demás medidas limitantes de la actividad económica. «Todavía es factible una salida global en V -dice-. El FMI prevé una economía mundial con PIB 2021 levemente menor que el de 2020. Si esos escenarios se concretan, el comercio global también rebotará, en especial en sectores con mucha demanda insatisfecha, como el turismo».
Zuchovicki coincide: «En las aperturas que tuvimos hasta ahora en Europa y en China hubo colas de diez cuadras en locales de ropa, e incluso se vendió mucho más que antes. Habrá más ahorro, y ese ahorro puede llevar a más consumo».
Los sectores que requieren alta proximidad física e interacción para brindar sus servicios van a recuperarse más lentamente, advierte Albrieu. «La industria del turismo y la movilidad va a tener que ser repensada como un todo, y es posible que aparezca un turismo más local, más de cercanía. El sector manufacturero y del turismo, que es lo que miden las estadísticas, sin duda va a presentar una caída. En los números, se va a ver un gran parate comercial. Sin embargo, en forma subterránea e invisible va a crecer por debajo este otro tipo de globalización más vinculada a lo digital».
El multilateralismo, en crisis
La globalización económica también puede verse impactada por lo que ocurra en la política interna de algunos países con gran peso en la arena internacional. «Las elecciones en Estados Unidos son decisivas respecto al proteccionismo. Suponiendo que la pandemia llega a su fin, si ganan los demócratas el comercio y la globalización rebotarán bastante, quizá sin llegar a niveles históricos, en una suerte de globalización más regulada. Si gana Trump, tendremos más problemas», observa Llach, dadas las políticas proteccionistas que el actual presidente estadounidense impulsó durante su mandato.
Albrieu destaca en este sentido la actual debilidad del multilateralismo: «En 2009, el G20 encabezó una discusión abierta para desactivar mecanismos proteccionistas como respuesta a aquella crisis económica. Esta vez es muy poco probable que el G20 logre hacer lo mismo a tiempo. Una vez que los grandes jugadores, como Estados Unidos en el mundo, o Brasil en la región, empiecen a jugar a ese juego proteccionista, es posible que el resto de los países los sigan».
Este retroceso del multilateralismo en las relaciones internacionales y la escasa cooperación a la hora de encontrar una salida conjunta a la crisis sanitaria también implican un golpe para la globalización. La carrera por desarrollar una vacuna en tiempo récord, así como la competencia entre los países por los insumos médicos, son evidencias de que la respuesta a la pandemia fue asumida con un criterio nacional o local antes que global.
«La pandemia afectó la globalización, y la reacción no coordinada de los gobiernos la podría afectar aún más. Desde un punto de vista epidemiológico, toda pandemia es global, pero desde un punto de vista político, toda pandemia es local. Los infectados y fallecidos son nacionales. Los gobiernos hicieron algo que no sorprende: cada uno cuida sus casos, sus enfermos, y maneja la epidemia de manera autónoma», apunta Federico Merke, director de la maestría en Política y Economía Internacional de la Universidad de San Andrés (UdeSA).
Cada cual por su lado
La respuesta fragmentada y heterogénea de los Estados es síntoma de un alicaído multilateralismo, coincide Juan Negri, doctor en Ciencia Política y profesor en las universidades Torcuato Di Tella (UTDT) y San Martín (Unsam). «No hubo una respuesta coordinada, cada Estado salió disparado para su lado. Las posibilidades económicas de cada uno determinaron los resultados: los países con buenas respuestas a la pandemia son los que tienen más recursos. Por eso, la pandemia profundizó las características de cada Estado. Las grandes organizaciones internacionales no estuvieron a la altura de las circunstancias. La Unión Europea no fue capaz de coordinar una respuesta. En la región, la OEA está muy ausente. La ONU tampoco estuvo a la altura. Otras instituciones de agenda regional, como la Unasur, están desaparecidas. Las que tuvieron más influencia son las más específicas, como la OMS, aún pese a sus limitaciones».
La búsqueda de la vacuna contra el Covid-19 exhibe esta respuesta fragmentada. En el último mes, Rusia, China, Estados Unidos y países europeos como Gran Bretaña y Alemania anunciaron que estaban cerca de tener éxito en las pruebas. «Cada país está embarcado en una especie de carrera espacial para sacar la vacuna primero, profundizando el nacionalismo. Podría haberse avanzado más rápido si se aunaban los esfuerzos científicos y se hacía un desarrollo conjunto. Es otro aspecto que muestra la falta de cooperación, la fragmentación y el fracaso del multilateralismo», afirma Negri.
«El desafío es pensar la vacuna no como un bien privado al que accede cada país por separado, sino como un bien público al que accedemos todos los que hemos contribuido para su desarrollo», agrega Merke. Si bien existe la alianza Covax, que apunta a asegurar un acceso equitativo a la vacuna, los países desarrollados ya se aseguraron por su cuenta millones de dosis con los laboratorios.
Más allá de la pandemia, el ascenso de China, país en el que se originó la crisis sanitaria, también podría transformar la globalización en múltiples sentidos. «El crecimiento de China y su estrategia internacional están sacudiendo los cimientos de la globalización mucho más que la pandemia. Sin la pandemia, igual estaríamos discutiendo la relación de China con Occidente y con la globalización. Este es un problema que tiene ya varios años. Se aceleró con la llegada de Trump a la Casa Blanca y con un giro más asertivo de China en sus relaciones con Occidente. También, con un giro más autoritario hacia adentro de sus fronteras», considera Merke.
«Hasta ahora, la relación entre China y Occidente pudo avanzar y generar ganancias en ambos lados porque la política y la economía fueron por carriles separados. El gran éxito del Partido Comunista Chino fue poder convencer a los productores americanos de los beneficios de la interdependencia, sin que esto implicara involucrarse en los asuntos domésticos del régimen chino. Hoy esto está en cuestión y la ideología ha vuelto a ser un factor que separa en vez de unir. Estamos viendo una coexistencia de interdependencia y conflicto entre dos potencias como Estados Unidos y China», señala el experto.
Otra consecuencia del ascenso chino es que fragmentará el proceso de globalización, con países que se alinearán con China o Estados Unidos en distintas áreas, como la tecnología o el comercio. «En el mundo, estamos yendo hacia una multipolaridad. Estados Unidos está en declive, pero sigue resistiendo. China está ascendiendo, aunque todavía no domina. La Unión Europea, y Rusia por su parte, quieren seguir siendo importantes. China y Estados Unidos competirán en todos los tableros mundiales generando áreas de influencia distintas, no tanto geográficas, sino temáticas. La disputa tecnológica y comercial entre ambos va a fragmentar la globalización. América Latina, por ejemplo, va a elegir si recurre a Estados Unidos o a China para implementar el 5G», sostiene Negri.
La voz de la sociedad
Otro interrogante es cómo se articularán las fuerzas del mercado y la sociedad con las políticas implementadas desde los Estados. Eso también puede redefinir la forma de la globalización. «La sociedad organizada está generando boicots o campañas para no comprar en ciertas empresas porque viola estándares laborales. Los consumidores pueden demandar globalización, pero también están demandando una más justa y sustentable. El motor de la globalización no son los gobiernos sino las empresas, los inversores, los bancos, los consumidores y los turistas. Más que estar en riesgo, la globalización va a ser repensada en términos más nacionales, sociales y ambientales», afirma Merke.
Fuente: María Paula Etcheberry, La Nación