Arturo Bonín y Susana Cart, matrimonio de actores que llevan 43 años compartiendo vida y escenario, dialogan pantallas mediante. «Esta es la posición que adoptamos todas las semanas para poder seguir cenando con nuestro nieto. Alejo cumple 18 años el miércoles y lo extrañamos horrores», cuenta Bonín mientras llama por teléfono a Susana que está por algún lugar de la casa. Su calidez se percibe inmediatamente, los dos sentados a la mesa de su cocina se predisponen a charlar por un rato en este mundo que se volvió otro. «Tuvimos que hacer un curso acelerado en esta pandemia para manejar Zoom, Jitsi, las fotos, los audios…», confiesa la actriz.
En la trasnoche, a las 0.30, se emite La persuasión, serie escrita por Érika Halvorsen y dirigida por Guillermo Berger, donde comparten los papeles protagónicos con Cristina Fridman y Lalo Mir, al frente de un elenco que completan Dalma Maradona, Lucia Maciel, Alejandro Müller, Victoria Onetto y Sergio «Maravilla» Martínez. Estará al aire por la TV Pública, de lunes a jueves, durante dos semanas ya que son ocho capítulos. Y después quedará en la plataforma Contar.
-Lo que más sufren de este momento es no poder ver al nieto ¿no?
Susana Cart: -La primera vez que nos quedamos solos con Alejo él tenía quince días. Su mamá nos llamó y nos preguntó si queríamos estrenarnos como abuelos y como habíamos estado pidiendo tanto ser abuelos dijimos que sí. Lo trajo, plácido, durmiendo. Nos quedamos los tres solos y, a los quince minutos, empezó a llorar sin parar. Lo paseamos, le cambiamos los pañales y seguía llorando. A partir de ese curso acelerado quedamos así: una vez por semana se quedaba en casa y nosotros lo llevábamos al jardín al día siguiente. Ahora está en el Nacional Buenos Aires en quinto año, se complicó porque va muy temprano a la mañana y le queda más cerca su casa que la nuestra. Así que optamos por la cena semanal que ahora es a la distancia,.
-¿Cómo están llevando este momento tan particular del mundo?
Arturo Bonín: -El problema básico es la limpieza. Un gran aprendizaje. (Risas)
S.C: -Descubrimos que el jabón blanco es maravilloso para casi todo. Tenemos una mujer que nos ayuda tres veces por semana con las cuestiones de la casa y hace más de tres meses que no viene. Pero lo importante para este momento es tener proyectos. Yo tendría que haber estrenado una obra el mes pasado, Maternika, que venimos ensayando desde 2019. Cuenta las distintas formas de ser mamá hoy: qué querés y qué no, que alquilás un vientre, que hacés tratamientos… Todo con mucho humor. La fuimos construyendo las tres actrices, Agustina Cevallos, Andrea Villamayor y yo, junto con la directora y autora, que es Sandra Franzen. Es un proyecto absolutamente femenino.
A.B: -No me dejan ver ni un ensayo.
S.C: -Es una temática que en teatro casi no se tocó. Ahora, después de un tiempo de impase, decidimos reunirnos una vez por semana de forma virtual para mantener el contacto entre nosotras y con el material. Por momentos nos da ansiedad y ganas de estrenar.
A.B: –Un actor que no tiene un proyecto o dos debajo del brazo es porque se murió ayer. Ambos estábamos con muchas cosas. Teníamos una obra de teatro para estrenar en mayo para la reapertura del Teatro del Pueblo. Es sobre Cecilia Grierson, la primera médica de la Argentina, formadora de un grupo feminista que en 1930 hizo el primer congreso acá, muy interesante. Se pospuso y se piensa para el año que viene. También estaba haciendo un radioteatro con Radio Gráfica. Cuando terminamos de grabar el primer capítulo pasó esto. Es maravilloso porque la técnica se puso a nuestro favor, y ahora seguimos grabando a través de nuestros celulares, ya tenemos cinco capítulos adentro, cuando lleguemos al sexto, que será en unos días, empezaremos con la difusión. No nos quedamos quietos. Es la única forma de sentir que hay un horizonte. Se sabe que el teatro es una de las últimas cosas que se van a abrir, mientras tanto la esperanza, la expectativa y el laburo están.
-Entonces no se aburren…
S.C: -No, además soy fundadora y tesorera de Teatro por la Identidad, desde el inicio, y seguimos en actividad, nos reunimos una vez por semana de esta forma. Este año cumplimos 20 años, teníamos siete proyectos para el festejo. Tuvimos que aplazar todo e inventar otras cosa. Ahora va a empezar a salir por Instagram un trabajo que se llama Ocho formas de identidad. Vivimos en una casa grande y es difícil mantener la limpieza. Me acuerdo mucho de mi mamá que decía que la casa es un trabajo que nunca se termina. Y más estando las 24 horas. Ahora comemos todas las comidas en casa. De eso se ocupa Arturo, que es el cocinero.
-¿Tienen divididas las tareas del hogar?
A.B: -Sí, nos fuimos organizando. Mi madre decía que no podía irse a dormir con los platos sucios y a nosotros nos pasa lo mismo.
S. C: -Fue muy gracioso la primera vez que nos enfrentamos en esta cuarentena al lavarropas, me había olvidado cómo se usaba. Estábamos parados, mirándolo sin acordarnos cómo se usaba. Ahora estamos re cancheros.
A.B: -Aprobamos la materia «Lavarropas 3».
-¿Y cómo se llevan?
A.B: -Por nuestros trabajos nos pasa a menudo de estar mucho tiempo en casa. Muchos ensayos se han hecho en la mesa de esta cocina, analizando los textos acá sentados, mate mediante. Siempre prefiero estar en casa. Estuve todo el año pasado con la obra Un instante sin Dios, de Daniel Dalmaroni, en la sala teatral Nün, que queda muy cerca de casa, y me volvía para cocinar. Me da mucho placer estar acá.
-¿Son de juzgarse?
A.B: -Sí, fuimos estableciendo límites para que esté la posibilidad de la crítica o del comentario. Sabemos qué límite no hay que sobrepasar. Desde mi función porque estoy ejerciendo la dirección en algunas cosas que estamos y estuvimos haciendo yo me siento muy cómodo con Susana. Si le tengo que decir algo se lo digo. Obviamente como a todos, de la mejor manera posible, con la regla de oro de la convivencia y del respeto. Hay mucha sinceridad entre nosotros dos. De todos modos, esta situación es nueva, estar las 24 horas del día acá, los dos.
S.C: -Creo que antes de la pandemia nos permitíamos pelearnos más de lo que nos permitimos ahora. Los dos no somos buenos, somos malos, apasionados, nos peleamos fuerte. De todos modos, ahora somos mucho más tolerantes. Sabemos cuando algo le jode al otro. Tratamos de repararlo. Hacemos un esfuerzo grande, yo lo valoro muchísimo.
S.C: -Noooo, eso definitivamente cambió.
A.B: -Es una de las batallas perdidas. Desde que entramos al mundo de Netflix cambió.
S.C: -Porque yo soy la que investigo lo que nos puede gustar a ambos. Tengo ese poder. No siempre la pego. Española no le interesa; noruega sí, islandesa puede ser, alemana también. Las españolas como La casa de papel, Velvet o Gran hotel las veo sola cuando camino en la cinta.
A.B: -Hay una serie española que me interesó: El tiempo entre costuras. Y también la catalana Merlí.
-¿Salen a hacer compras?
A.B: -Una vez cada diez días y aprovecho y le doy la vuelta manzana al auto que, obviamente, está parado desde hace cuatro meses.
S.C: -No vemos a nuestros hijos ni a nuestro nieto. Tenemos el cuidado que nos recomiendan. Me da mucho susto salir a mí.
A.B: -La calle tiene una tensión muy grande. Me he cruzado todavía hoy con gente sin barbijo. Hay muy poca conciencia. Nosotros somos adultos mayores y en situación de riesgo.
-Además de estos proyectos teatrales en los que están, hoy a la medianoche se estrena por la La persuasión, ¿de qué se trata este proyecto tan atractivo?
A.B: -Se filmó en 2015 y quedó en la nube de Bacua (Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentino). Recién ahora puede ver la luz.
S.C: -Fue promovida por Cristina Fridman, Erika Halvorsen (la autora) y yo, que somos muy amigas. A Erika se le ocurrió esta serie de ocho capítulos sobre la influencia de los medios en la vida de las comunidades y el marketing político pero bajo una historia policial porque comienza a partir de que mi personaje, una especie de nueva rica que vive en un country con su hermana (Cristina Fridman), hace una denuncia sobre la desaparición del marido y el presunto secuestro por un grupo terrorista internacional. Ahí se desata una cadena de acontecimientos, la prensa toma este hecho, ellas dos se prestan para todo este juego. La hermana termina siendo su jefa de prensa, su community manager, se pasean por todos los programas importantes. La mujer se convierte en defensora de la mano dura con un discurso cada más violento y xenófobo.
A.B: -Y el papel que tiene Lalo Mir, que hace de comunicador es muy interesante. Mientras que a la cámara comunica la noticia, a la otra cámara, la interior, comunica la estrategia de la noticia.
S.C: -Está basado en el libro El arte de persuadir, de Blaise Pascal, que fue el primero en hablar de la persuasión, hace 300 años. Allí se exponen todos los mecanismos para convencer al otro: la empatía, la atracción, la necesidad de confirmación social, la teoría del rumor y las operaciones de manipulación. En ese country hay otros personajes. Todo en tono de comedia, es para reírse del disparate. Porque esta mujer se llega a convertir en candidata a presidenta. Irá de lunes a jueves, durante dos semanas porque son 8 capítulos; después queda subida a la plataforma de Contar.
-¿Cómo se llevan al trabajar juntos?
A.B: -Muy bien, después de tantos años hemos aprendido a separar roles. Yo la conozco mucho como actriz y está desprendido de Susana como mi compañera. Y ella me conoce a mí como director y a medida que fue pasando el tiempo fue asumiendo mejor la posible crítica que yo le haga sabiendo que la crítica termina en el trabajo. En un intento de composición y mejoramiento de trabajo.
S.C: -Desde 2001 recorrimos juntos todo el país con una obra que se llamaba Hasta que la vida nos separe, íbamos a ciudades grandes y también a pueblitos de dos mil habitantes. Nos fue muy bien y esa fue otra prueba para los dos.
-Estamos en una crisis total pero el teatro independiente está en una situación muy delicada. Y en la paradoja de que por un lado la gente necesita encontrarse con la ficción a diario y por el otro que la actuación no sea considerada como algo esencial. ¿Por qué sufre tanto nuestro teatro?
S.C: -Es un servicio muy importante hoy en día el de los actores. Es un alimento. Estamos en un momento de esfuerzo en tratar de comprender; hay una especie de prejuicio. Primero las vendas, después los actores y no es así. Son las vendas y los actores. A veces da un poco de bronca que se hable de Buenos Aires como la capital de la cultura y se la cuide tan poco en ese sentido.
A.B: -Y el arte del actor ¿dónde va a parar? Lo que me alegra es que aparezca gente como Carlos Rottemberg, que es un empresario teatral con una cabeza tan abarcativa y tengo la esperanza de que entre él, Sagai, Argentores, Artei, Actores, podamos llegar a una charla más contenedora con el Ministerio de Cultura respecto del teatro. Los actores estamos muy desamparados y que aparezca una persona como Rottemberg que piensa en los teatros chicos me hace tener esperanzas.
S.C: -Hay una frase de él que me encanta «yo no puedo ser capitalista en las ganancias y socialista en las pérdidas».
-¿Pero hay solución?
A.B: -En la discusión, poniendo blanco sobre negro sobre la mesa tiene que encontrarse una solución. Aunque no sea lo máximo que se imagina. Tiene que haber algo paliativo consensuado.
S.C: -Esta pandemia nos ha juntado. Sacamos un comunicado desde Teatro por la Identidad porque no somos un teatro, somos una organización de derechos humanos a través del teatro. Y si no hay teatro no podemos buscar nietos que es nuestra tarea. Lo hacemos con nuestra única herramienta que es el teatro. Y las Abuelas están grandes, se están yendo sin el abrazo de los nietos. Yo creo en el seguir trabajando. Tendríamos que tener soluciones estructurales pero no las tenemos desde antes de la pandemia. Y en estos momentos ¿sabemos cómo va a ser el futuro? ¿Sabemos qué va a pasar en diciembre? ¿Cómo podemos proponer soluciones estructurales frente a un futuro incierto?
A.B: –La única certeza que tenemos es que no va a ser igual a lo que vivimos antes de marzo. Iremos descubriendo el futuro como se construye un personaje, armándolo en el tránsito, a lo largo de los ensayos. Si salís con la premisa del resultado perdiste. Se va pactando, modificando, consensuando para llegar a algo. No es la búsqueda de un objetivo sino de una dinámica que nos lleve a un nuevo mundo.
S.C: -Y falta un elemento fundamental acá que es la televisión y el cine que es lo que de verdad nos va a dar de comer. Y en este momento todo el trabajo que se está haciendo es para lograr que las plataformas a las que nosotros les damos los contenidos paguen derechos. Los grandes beneficiarios de esta pandemia han sido las plataformas.
-Hace unos días, Daniel Veronese decía que en estos meses los actores pueden perder masa teatral. ¿Tienen miedo de que eso suceda?
A.B: -Es probable, es una de las opciones a las que nos enfrentamos. Son temores que uno tiene. Yo tengo una relación muy afianzada con un compañero, Nelson Rueda, con el que hemos hecho dos obras y cada dos días nos hablamos. Y nos preguntamos si vamos a volver a estar en un escenario. A pesar de que la obra que hacíamos, Un instante sin Dios, podríamos hacerla porque en escena mantenemos distancia prácticamente todo el tiempo. Pero es mi duda. ¿Podré aprender de nuevo un texto y responder como corresponde? ¿Podré acumular una obra entera en mi cabeza y mandarme y hacerla? Son dudas que nos asaltan y a veces me despierto a la mitad de la noche con esa incógnita.
Fuente: Jazmín Carbonell, La Nación.