Es ya un lugar común afirmar que vivimos una «era de oro de las series» , pero definir este presente repleto de grandes ficciones televisivas y múltiples plataformas en las que consumirlas, durante las 24 horas si así lo deseáramos, hace necesario tratar de entender cómo llegamos a esta situación. En primer término, debe dejarse en claro que -como cualquier acontecimiento significativo- las fechas de inicio de esta «nueva era» de las series suelen ser más simbólicas que certeras, y señalan mayormente el momento en que tendencias que eran inusuales y aisladas en el panorama televisivo se volvieron moneda corriente y deseable. Lo que vale decir: lo que inicialmente son obras únicas, con algunos puntos de contacto entre sí, son tomadas como modelo por la industria televisiva , que detecta en la audiencia una demanda específica por ellas que quiere satisfacer rápidamente, produciendo «más de lo mismo» pero a escala industrial. Lo original de esta situación -ya que podríamos estar describiendo cualquier fenómeno de consumo masivo- es que, por una feliz combinación creativa y tecnológica, el producto que la industria del entretenimiento quiere comercializar a escala global hoy en día es uno infrecuente en la historia de la TV: un punto de vista.
Atracones de ficción. Cómo el streaming propulsó nuestro fanatismo por las historias
Las plataformas necesitan grandes series para distinguirse de sus competidores, y tienen siderales presupuestos para asegurarse a los mejores artistas. ¿El resultado? La TV ya no es «TV», pero es mejor que nunca