La relación entre libros y series audiovisuales no es nueva; tampoco sigue una sola dirección. Así como cientos de series se basaron en novelas, investigaciones periodísticas o testimonios recogidos por la escucha atenta de autores, muchas veces el éxito de una serie determinó la escritura y publicación de libros (abundan los ejemplos, pero ninguno es tan memorable). Como sea, series y libros “protagonizaron” las atípicas jornadas de este año, al menos desde mediados de marzo en adelante, en la Argentina. Los días de la cuarentena –una distopía en tiempo real firmada por el Covid-19– originaron el incremento de algunos consumos culturales, en detrimento de otros.
Al principio, con librerías, cines, museos, galerías y teatros cerrados por prevención, y con los canales de televisión abierta arrojando cifras estremecedoras a lo largo del día, la audiencia lectora fue de la biblioteca a la “serieteca” en busca de sosiego y distracción. De Guerra y paz, basada nada menos que en la novela de León Tolstói (“una maravillosa masa de vida”, según Henry James), hasta Sherlock, que sigue los pasos del deductivo héroe creado por sir Arthur Conan Doyle, pasando por sagas ambientadas en universos tan remotos como la Edad Media o el franquismo español, las series abrieron ventanas durante el encierro y tendieron puentes pese al distanciamiento. En el grupo familiar y de amigos, en redes sociales e incluso en el soliloquio forzoso, se convirtieron en tema de conversación y materia de análisis. Legos y eruditos sentaron sus posiciones sobre personajes, giros de la trama y, por supuesto, elencos.
En distintas plataformas pagas estaba servido un menú más o menos variado de series que hizo (y en distintas regiones del país todavía hace) posible amortiguar el paso de las horas durante el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Si bien la narración trasciende la literatura, este tesoro de la humanidad todavía representa un paradigma para otras formas posibles de contar una historia. Un cómic, una coreografía, un videojuego, una película o una miniserie también pueden narrar; lo relevante es el modo en que lo hacen.
El catálogo de series disponible es tan grande que permite que quien quiera pueda encontrar su historia audiovisual favorita. Aunque todavía es muy pronto para asegurar que las series por
streaming vencerán a los libros en la “batalla por el tiempo libre”, es innegable que, por ahora, las series necesitan la existencia de los libros para seguir (por usar una palabra seguramente inadecuada) reproduciéndose. Comedias, dramas,
thrillers, ciencia ficción, relatos de terror e investigaciones periodísticas alimentan la imaginación de productores, directores y guionistas. Y, además, mientras dure la pandemia, el tiempo, que curiosamente parece estirarse, invita a los que pueden hacerlo a dejarse llevar por el río de imágenes y palabras.
Fuente. La Nación