Los museos atraviesan una delicada situación financiera producto de la pandemia. Las medidas de aislamiento dispuestas por los gobiernos de distintos países los obligaron a cerrar cuando estalló el brote del coronavirus, al igual que lo que ocurrió con cines, teatros y otros establecimientos de la industria cultural y del entretenimiento.
Ni siquiera los grandes centros, con millones de visitas por año que generan cuantiosas ganancias, están exentos de la crisis. Por lo contrario, fueron unos de los más perjudicados.
Luego de permanecer cerrados por más de 120 días, lentamente, reabren sus puertas. Así sucedió esta semana con los museos de París. El primero de ellos fue el Orsay, que volvió a funcionar el 23 de junio. Le siguió el Louvre, que abrió al público ayer. Pese a la temporada alta en Europa, lo hizo sin las grandes multitudes habituales que recorren este ícono parisino que alberga el retrato más famoso del mundo («La Mona Lisa»).
Hoy fue el turno del Rodin, que el año pasado inauguró un nuevo recorrido y nuevas salas. El museo, situado en el antiguo palacete Peyrenc de Moras conocido como el Hotel Biron (en las proximidades de Los Inválidos, en el VII Distrito), ideó una ingeniosa estrategia para hacerle frente a la merma de ingresos, teniendo en cuenta la escasa cantidad de visitas que recibirá en los próximos meses debido a las restricciones al turismo y la caída de la facturación que esta situación provocará. Dedicado a la obra del escultor Auguste Rodin, esta joya de la arquitectura venderá piezas de bronce de edición limitada del célebre autor.
«La venta de los bronces es un elemento importante de nuestra estrategia comercial, que hemos desarrollado durante años tiempo atrás. Esperamos que contribuya a la salud financiera del museo, que se autosustenta«, explicó su directora, Catherine Chevillot, en diálogo con la agencia Reuters.
El objetivo es vender obras por un valor cercano a los u$s 3 millones cada año a museos de todo el mundo y coleccionistas de arte. Antes de fallecer, el autor de «El beso» y «El pensador», entre otras esculturas, autorizó al museo a comercializar parte de su trabajo luego de su muerte. Las unidades son originales y forman parte de una edición limitada de 12 fundiciones. «Esto incluye a piezas como ‘La puerta del infierno’, que podrían salir a la venta», adelantó Chevillot.
Antes de la cuarentena, el Rodin recibía un promedio de 2500 visitantes por día, número que ascendía durante el verano europeo, entre los meses de junio y septiembre. El año pasado, recorrieron su parque de esculturas de tres hectáreas 570.000 visitantes. Cerca del 75% fueron turistas extranjeros, en su mayoría estadounidenses.
Pasará tiempo hasta que recupere el promedio habitual de turistas. Se prepara para recibir una proporción considerablemente menor en la «nueva normalidad»: proyecta 200.000 visitantes en las primeras semanas, quienes deberán llevar obligatoriamente tapabocas y cumplir con los protocolos de prevención y seguridad establecidos.Para el 2020, Rodin anticipó ganancias por 1,4 millones de euros.
Ahora, prevé pérdidas superiores a los 4 millones en esa misma moneda. «Por lo general, el museo recauda 3,8 millones de euros provenientes de la venta de entradas y 1,5 millones de euros en obsequios en su tienda de souvenirs, a lo que hay que descontarle el alquiler», señaló la directora. La entrada al museo y al jardín de esculturas cuesta 13 euros. Si se le suma un audioguía, hay que agregarle 6 euros.
El año pasado, la casa de subastas londinense Bonhams puso a la venta figuras en bronce de Rodin. En ese caso, se trató de un conjunto de piezas que formaron parte de la extensa colección de Sir Warwick y su mujer Lady Fairfax, familia ilustre de Australia en el siglo XX.