Es una iniciativa online que registra 45.000 términos de todas las regiones de Hispanoamérica y que acompaña la definición de cada término con citas literarias de escritores como Antonio Dal Masetto, Sergio Chejfec, Mempo Giardinelli, Tomás Eloy Martínez y Ana María Shua.
Con la meticulosidad de María Moliner, aquella bibliotecaria que demoró 15 años en gestar su Diccionario de Usos del Español que vio la luz en la década del 60, Capdevila, que es inspector honorario y supervisa la enseñanza del idioma castellano que dan los maestros en las escuelas francesas, recurrió a textos literarios de autores de toda España y América Latina para documentar las variantes que la lengua de Cervantes tiene en las distintas regiones.
Desde París, el lingüista, doctor en Estudios Hispanoamericanos de la Universidad de París y colaborador habitual de la revista parisina Les Langues Néo-Latines, contó los motivos y los alcances del proyecto de un reservorio de términos del español de España y América.
– Periodista: ¿Cuándo comenzó a gestarse el diccionario?
– Lauro Capdevila: Hacía ya tiempo que el proyecto se iba gestando cuando en 2015 empezamos a ponerlo en línea con Ignacio González Matos, que administra el sitio web y Denis Lucchinacci, que lo gestiona, ambos sin quienes el proyecto no se hubiera plasmado en aquel entonces ni se sostendría hoy. En la actualidad cuenta con más de 63.000 citas y sigue adelante.
-P: ¿Se emparenta de algún modo con las obras clásicas del género como el de María Moliner?
– LC:Los diccionarios de María Moliner y de Manuel Seco han marcado hitos decisivos, pues ambos se han dedicado a recoger y presentar el español usual. Fundamentalmente en España. Seguimos sus huellas al interesarnos por el habla real, el español de uso. Pero nos diferenciamos al considerar que el español lo hacen todos los que lo hablan a diario. España es una de las provincias del idioma, ni más ni menos digna de respeto que las demás.
-P: ¿Cómo elige a quién citar como referencia? Cita autores actuales de toda Hispanoamérica.
-LC: Creo que todos los autores de relieve están representados entre las decenas de miles de referencias bibliográficas. Entre los novelistas argentinos encontramos a Raúl Argemí, Antonio Dal Masetto, Sergio Chejfec, Mempo Giardinelli, Tomás Eloy Martínez, Ana María Shua y muchos más, pero también nos referimos a la prensa de Buenos Aires, de Salta, de Córdoba, de la Patagonia, etc.
Los cuentos y novelas, los periódicos y las revistas con sus diferentes secciones, la televisión, algún blog de confianza, etc. ofrecen una extensa muestra y permiten elaborar paso a paso este panorama del español usado en este siglo XXI con toda su diversidad. Con este fin y para cada vocablo y acepción el diccionario ofrece citas escritas e identificadas de todos los países donde el español es lengua de uso corriente, sin olvidar Estados Unidos.
-P: Su obra parece demoler el concepto de la «jerarquización» de la lengua, que existen variantes más prestigiosas que otras. En general se cree que el español más puro es el que se habla en España.
-LC: Según la sentencia acuñada por los lingüistas, una lengua no es más que un dialecto con un ejército. Efectivamente no hay mejor o peor español sino hablas propias de una región, de un estrato social o de un contexto particular. El único caso en el que se «habla mal» es cuando uno no domina el dialecto empleado y no se da a entender. Pero todos hablamos varios dialectos; no nos dirigimos a nuestros hijos como a un desconocido en la calle o a un empleado público a través de una ventanilla. Y, por supuesto, se espera que el discurso en fecha solemne del presidente de turno no eche mano de los mismos recursos que una charla en el bar. La lengua no sabe de jerarquías. Pero sí las sociedades.
-P: La obra no describe los términos, sino que apela a la sinonimia.
-LC: La idea es la siguiente: cuando un hispanohablante lee o escucha a otro de un país diferente ocurre que en varios casos se le escape lo que significa una palabra o una expresión, sea porque es nueva para él, sea porque tiene un sentido que desconoce. Una «tortilla» es algo muy diferente para un mexicano y para un español. Igual una «torta» mexicana, un sándwich, no tiene nada que ver con una «torta» de manzana argentina que, a su vez un guatemalteco identificaría como un «pay». El diccionario le brinda los equivalentes para que se oriente y entienda.
El diccionario le brinda los equivalentes para que se oriente y entienda. O sea que se trata de traducir de un dialecto del español a los demás, dentro de lo posible. Claro que hay circunstancias en que no existen sinónimos, sobre todo cuando se trata de una realidad local. En tal caso, sí hay que definir o, por lo menos, aportar unas aclaraciones para despejar las dudas del usuario.
-P: ¿Recoge en el diccionario términos del habla cotidiana de la Argentina?
-LC: Al día de hoy el diccionario recoge 5.085 vocablos, expresiones o acepciones argentinas. A veces compartidas con algunos países más, a veces de uso prácticamente exclusivo. Hay tantas que enumerarlas sería el cuento de nunca acabar. «Factura» es incomprensible para un mexicano que dirá «pan dulce» o un español que hablará de «bollo». Y probablemente en otras regiones de América y España se quedará sin entender si oyen los vocablos o expresiones «Tirar manteca al techo», «bulín», «cartonero», «ochava», «yuta», «chupamedismo», «pobre como una laucha». A veces porque no conocerá aspectos propiamente argentinos, no le faltará la palabra sino la realidad. ¿Qué será el «menemismo» o la tan tradicional «ochava»?
-P: ¿Tiene algún contacto con la RAE? ¿Cree que puede preservarse el español y luchar contra los avances como el lenguaje inclusivo o que la lengua vive en variantes?
-LC: Quiérase o no la única «entidad rectora» del idioma es el uso que hace colectivamente la gente. Es una ilusión pensar que unas cuantas personas pueden definir el porvenir de una lengua. Pretender «fijarla» es un absurdo. Ni siquiera los totalitarismos lo han logrado. La jerga artificial impuesta durante más de 70 años en la antigua Unión Soviética ha sido barrida en pocos meses. La lengua vive, y eso no se puede detener. Por suerte.
Ahora bien, nadie puede decir si el español se va a fragmentar o no, y menos aún a qué ritmo. Las distancias y sobre todo las sociedades diferentes, el vivir distinto, son elementos centrífugos, no cabe duda. Los medios de comunicación y las migraciones ejercen una influencia contraria. Cuando yo era adolescente, en tiempos del franquismo, íbamos a ver películas argentinas o mexicanas que nos parecían extrañísimas. Eran formas de hablar como inventadas, complicadas, cómicas. Era algo divertido. Hoy la telenovela colombiana de la tarde parece perfectamente normal y corriente en cualquier hogar de habla española. Sí, la RAE pretende ser rectora de la lengua, y no, no lo debe ni puede ser. La normalización desde arriba siempre acaba fracasando.