¿Por qué 87 de las 195 banderas del mundo, entre ellas la nuestra, tienen al sol o a las estrellas como protagonistas? ¿Qué mensaje hay detrás de ese gran denominador común? «En las naciones que habitan Centro y Sudamérica, al igual que para los egipcios y muchas otras culturas, el Sol representaba la mayor de las inteligencias. Esto nos llevó a colocarlo en altares y símbolos que se esparcieron por todas las culturas, con justificaciones mediante, y a instalarlo como al ser supremo de los destinos terráqueos», dice Federico Helman en Símbolo y Emoción , un libro digital sobre el rol de las emociones en la comunicación que se terminó convirtiendo en una especie de tratado antropológico, bellamente ilustrado por Gabriel Ippoliti y traducido al alemán e inglés.
«En 1818, el Congreso incorporó el sol a nuestra bandera. El diseño solar lo realiza el orfebre peruano Juan de Dios Rivera, pero lo interesante es que esta nueva representación de la imagen solar es una fusión entre la representación solar inca y la francesa, que incorporaba un rostro al astro rey. Era una nueva forma de representar al Sol. En ese momento Francia lideraba una revolución social e intelectual muy importante para el mundo Occidental. Y los Incas eran una civilización del Nuevo Mundo que había impactado mucho en Europa por su desarrollo y extensión», dice Helman.
Pero más allá de la presencia solar, que como demuestra el libro excede largamente a la bandera argentina, nuestro gran símbolo patrio tiene algo mucho más novedoso: su colorimetría. «El celeste (color cerúleo), además de representar el color del manto de la Virgen también hace referencia a la atmósfera, al aire, al agua y al planeta acuoso: Gaia-Pachamama. Podemos preguntarnos si nuestro símbolo patrio es una forma de alertar sobre nuevos recursos energéticos y ambientales, de proyectarnos hacia el futuro, para hacernos reflexionar sobre el otro lugar que ocupamos en este segundo cuerpo físico en el que vivimos, y al que denominamos planeta», agrega Helman.
Las banderas como «intuición»
Por supuesto, es bastante improbable que Manuel Belgrano, la Junta y el orfebre Juan de Dios Rivera pudieran haber entendido la cuestión ecológica y ambiental allá por el sigo XIX como la entendemos hoy, cuando el progreso técnico e industrial del hombre ha terminado poniendo al planeta contras las cuerdas. Pero según Helman, no hay que desdeñar el valor de la intuición. «Yo le asigno mucha importancia a la intuición del ser humano, es un factor totalmente desnivelante, responde a un sistema de pensamiento que no es ni racional ni emocional, lo intuitivo muchas veces termina produciendo los hechos», señala el especialista en comunicación.
Así como desde esta mirada una lectura de la bandera argentina podría ser que anticipa la conciencia ecológica y el desarrollo de las energías renovables, también las insignias de Brasil y Estados Unidos tienen cierto poder premonitorio. En el caso de nuestro gran país vecino, Helman ve un frondoso campo verde que habla claramente de la extensión territorial y de la capacidad que posee la tierra de producir oxígeno y un campo amarillo que puede representar a una prolífica biodiversidad que debe ser controlada. Se trata de un mensaje que acepta y celebra la diversidad.
El caso de la bandera norteamericana es aún menos abstracto, ya que cada una de las rayas rojas podría representar a una generación, que se van superponiendo y ascendiendo hasta conquistar una porción de estrellas, como un mandato subliminal que promueve conquistar el espacio. No es casualidad entonces que Estados Unidos haya sido la primera nación en llegar a la Luna o que sus películas y héroes más populares siempre estén rondando los cuerpos celestes.
Ese valor intuitivo o premonitorio que pueden tener los símbolos patrios deben a su vez servirnos en el presente para olvidarnos de las disputas más superfluas y enfocarnos en las cuestiones más importantes que hacen al desarrollo de una nación. «Nuestros símbolos patrios son productos de naciones muy modernas. Lo ves escrito en la Constitución Argentina, que plantea una sociedad abierta. Lo simbólico, como la bandera, está para recordarnos que tenemos que buscar una evolución solidaria de los conjuntos, para hacernos reflexionar. El sol es la mayor de las inteligencias, entonces si te lo ponen ahí te están diciendo traten de ser inteligentes», concluye Helman.
Fuente: La Nación