Entre las películas, se destaca «Soñando un lugar», documental español sobre el cambio de vida de una ciudad a un pueblo y las diferentes maneras de revitalizarse y conectarse por medio de la naturaleza y el arte.
«Dejar Madrid no fue tan duro como podría parecer. Tener que reinventarme fue un reto muy emocionante y bastante más complicado. El panorama era tal que te fortalece o provoca que salgas huyendo. Personalmente, me ha hecho crecer en muchos aspectos. En estos momentos en los que la población ha sido confinada, valoro más que nunca haber tomado esa gran decisión», dijo a Télam el director del filme, Alfonso Kint.
El festival, que se extenderá hasta el 24 de junio, incluye charlas y actividades gratuitas, se podrá seguir a través de finca.imd.org.ar. Entre la oferta hay películas como la aclamada «Antropoceno: la era de la humanidad», un documental sobre los confines del mundo a los que llegó la mano del humano o «Escombros», acerca de una adolescente superviviente a una avalancha de lodo tóxico en Indonesia.
«Soñando un lugar» es, justamente, la historia del sueño que tienen muchos y pocos cumplen. Esos deseos de abandonar trajín, ruido y polución de las grandes ciudades por la vida en un pueblo rodeado de naturaleza.
A los miedos que una pareja de mediana edad puede tener, Kint y su esposa Lucía le suman el del nacimiento de su pequeña hija. Pero lejos de amedrentarlos, Greta fue el impulso final para abandonar la metrópolis e ir a un pueblo agrícola con cerca de 1.000 habitantes y que en ese momento había dejado de tener escuela.
Para aquellos que piensan que en estos parajes, donde no hay menores de 40 años viviendo, nada puede pasar, Kint y Lucía hicieron todo lo contrario: no sólo que llevaron más jóvenes con hijos a vivir y repoblar el pueblo, sino que crearon el colectivo «Pueblos en arte», que se encarga, justamente, de vincular artistas con pueblos para ir a vivir o pasar una temporada.
«En estos momentos, en el pueblo hay más gente joven que cuando llegamos y un ambiente un poco más abierto. Nos sigue escribiendo mucha gente interesada en venir y consideramos que es un buen momento para trazar nuevos horizontes, consiguiendo que se repartan por otros pueblos», señaló el director.
Télam: ¿En algún momento pensaste en que la huella que dejarán en la historia quizá sea la de alguien que recuperó un pueblo?
Alfonso Kint: No lo he pensado demasiado, pero, ¿quién sabe? todo podría pasar. En realidad, esta búsqueda comenzó porque quería dejar registrado un cambio del que fuera partícipe. Y buscar ese cambio grabando tu propia vivencia para construir un documental hace que en el trayecto encuentres el cambio. Aunque tan solo he narrado aquello que hemos vivido, ese es justamente el detalle que convierte en original y trascendente esta historia, pues cada vivencia es única.
T: ¿El éxodo a las grandes ciudades es una responsabilidad de los Estados o es más bien idiosincrásico?
AK: Seguramente ambas cosas: No olvidemos que la humanidad ha sido nómada desde siempre. El hecho de que el ser humano haya encontrado en sus continuas migraciones cierto grado de crecimiento y desarrollo no implica que la vida en las ciudades se haya sobrevalorado deliberadamente, debido al progreso y a los intereses capitalistas en detrimento de la vida autosuficiente, propia de los núcleos rurales. Tenemos que dejar de lado la dualidad pueblo-ciudad para responsabilizarnos del territorio en su conjunto, ya que la retroalimentación entre el pueblo y la ciudad es un hecho.
T: Después de repoblar el pueblo, ¿Los habitantes en algún momento se sintieron invadidos?
AK: Creo que habría que formular esta pregunta a cada uno de los habitantes que ya vivían en el pueblo antes de que llegáramos. De todos modos, repoblar, lo que se dice repoblar, es mucho decir. Empezamos a crear puentes entre el pueblo y la ciudad, organizando diversas actividades culturales, talleres intergeneracionales y otros muchos proyectos. La gente suele ir donde pasan cosas. La llegada de nuevos vecinos ha ocurrido de un modo gradual y siempre hemos tenido una actitud respetuosa hacia los que ya estaban. En nuestro caso, hemos escuchado lo que cada persona tenía para decir.
T: ¿Qué mejoras habría en el medio ambiente si el regreso a los pueblos fuera una política estatal?
AK: ¿Mejoras? ¡Muchísimas! Tantas como personas dispuestas a afrontarlas. Por otro lado, el ser humano es también capaz de destruir con una mano lo que arregla con la otra. Creo que uno cuida lo que conoce. Acercar a la gente a la tierra, traería con seguridad un conocimiento y un amor hacia ella mucho más real. Por ejemplo, entre otras cosas, valoraríamos de distinta manera lo que comemos. No todo el mundo es consciente de lo que cuesta criar un pollo, con qué se le ha alimentado o cuál ha sido su trazabilidad mientras se come una pechuga. El confinamiento quizá haya sido el detonante para que muchas personas comiencen a ser conscientes de que vivir concentrados en ciudades puede llegar a ser insalubre y peligroso.
T: ¿Pensaste en que tu hija, quizá, a los 18 años quiera partir a la ciudad?
AK: Por supuesto, y espero que lo haga si ese es su deseo. Vivir un tiempo en una ciudad puede llegar a ser apasionante. Es necesario que conozca todas las posibilidades para que elija la que le haga feliz. Creo que hay un momento para casi todo. En mi caso, dejé la ciudad porque quise vivir una etapa rural, más libre y conectado con la materia de la que estamos hechos y la verdad es que la estoy disfrutando mucho, pero no sé dónde viviré en el futuroÂ… aún no estoy allí.