Durante su administración, La Flor de Barracas ganó premios de prestigiosas aplicaciones gastronómicas internacionales y fue visitado por turistas de todo el mundo.
“Queremos comunicarles que lamentablemente por las razones públicas y conocidas nos vemos obligados a no continuar al frente de La Flor de Barracas”. Así comienza el mensaje que publicó en la red social Facebook Carlos Cantini, dueño del Bar Notable e histórico bodegón ubicado en Avenida Suárez, esquina Arcamendia, en la Ciudad de Buenos Aires, en el que detalla los motivos del cierre de un espacio tradicional para los porteños.
En el texto Cantini remarcó que “el coronavirus, con la extensa cuarentena que trae como consecuencia, termina de asfixiar nuestra actividad que ya venía herida y era sostenida a costa de un gran esfuerzo familiar”.
Sucede que el aislamiento social, preventivo y obligatorio que decretó el Gobierno desde el 20 de marzo terminó de darle un golpe de gracias a este emprendimiento familiar. Sin facturación desde entonces, con dificultades para pagar el alquiler, los servicios y los salarios de sus empleados, Cantini aseguró a Infobae que tuvo que decidir cerrar el negocio que había iniciado en 2015.
“Hace cinco años nos hicimos cargo de la Flor con muchísimo entusiasmo no exento de coraje. Fueron todos años muy difíciles que fuimos sorteando dejando jirones en el camino. Índices de inflación descontrolados. Servicios que se multiplicaron al infinito. Que la Avenida Suárez se convierta en una vía para camiones prohibiéndose el estacionamiento vehicular. Una AFIP que sostuvo un rigor nórdico para contribuyentes de un país descarrilado en su desarrollo y que nos generó multas sin que jamás aceptaran explicaciones, justificaciones ni argumentos sólidos y veraces de defensa. Fue roja directa. Así funcionó. Nunca hubo advertencia, tolerancia, empatía, comprensión ni tarjeta amarilla”, detalló Cantini.
Y agregó: “Jamás nos preguntó nadie cómo estábamos, qué necesitábamos o de qué manera podían ayudarnos. Fueron todos rectos y duros funcionarios de un país próspero que exige por lo que no brinda”.
Cantini afirmó que no hay modo de resistir tres meses sin facturar. Aseguró que la ayuda del Gobierno para pagar salarios llegó pero que “una infinidad de gastos que siguen existiendo como el pago la ART, el alquiler y los servicios” hacen que la situación sea insostenible.
“La deuda viene arrastrada de cuatro años fatales. Empezamos en 2015 con las mejores intenciones, poniendo en blanco a todo el mundo pero después te das cuenta que el sistema es perverso. No hay forma de superar todos los impuestos que hay en esta actividad. Empezamos a tener cada vez más deuda”, describió.
“Hice muchísimo esfuerzo para poner en valor un lugar como este. Pero se terminó. En el negocio trabajaba toda la familia. Primos, hermanos, amigos y tres empleados. También teníamos personal eventual. Pero no hay apoyo, sostén ni comprensión ni nada para alguien que se propone abrir fuentes de trabajo y llevar adelante un lugar histórico”, cuestionó.
Durante su administración, La Flor de Barracas ganó premios de prestigiosas aplicaciones gastronómicas internacionales y fue visitado por turistas de todo el mundo.
Cantini destacó que crearon platos que se convirtieron en los más pedidos con denominaciones que activaron repertorios locales como La Puñalada, o también Los Sueglios recordando al pueblo italiano de sus antepasados justamente en un sitio que nació bajo el nombre de Fonda Génova.
Cantini afirmó que no hay modo de resistir tres meses sin facturar. Aseguró que la ayuda del Gobierno para pagar salarios llegó pero que una infinidad de gastos que siguen existiendo como el pago la ART, el alquiler y los servicios hacen que la situación sea insostenible
La Flor también funcionó como un espacio de cultura en el que se puso a disposición de la clientela la Biblioteca Impopular Roberto Fontanarrosa con todos sus cuentos más bibliografía sobre Barracas, Buenos Aires y la Argentina.
Y en el que también tuvo un rol social e inclusivo cuando se trabajó con el taller de carpintería del Hospital Borda para restaurar mesas y sillas y se vendieron artesanías de sus talleres de internos.
Además le dio lugar al cine a través de un ciclo Independiente y prestando sus instalaciones para el Ciclo de Cine Etnográfico a docentes e investigadores de la UBA y CONICET.
“Nos propusimos desde un principio que cada uno que ingresara al bar vivenciara momentos relajados, sin posturas, donde se sintieran contenidos, a gusto y partícipes. Pero, por todo lo expresado que no nos permitió formar un colchón de reserva (ni una mantita en el piso) es que todas estas extensas semanas sin ingresos, y la dura proyección, son el soplido final que echa por tierra a cualquier cuerpo, por robusto que sea, que ha sufrido una paliza en una contienda desigual”, remarcó Cantini en la carta a sus clientes publicada en Facebook.
Y concluyó: “El bar en sus 115 años ha tenido varios propietarios y por supuesto que hoy también lo tiene. Por lo que deseamos, y sería un consuelo al alma, que quizás pueda seguir funcionando con otra administración”.
Fuente: Infobae