De Charles Chaplin a Quentin Tarantino. De Akira Kurosawa a Leonardo Favio. Grandes clásicos del cine están disponibles en diversas plataformas. Aquí, una selección de títulos para explorar, ordenados cronológicamente.
Tiempos modernos (1936)
Disponible en Qubit
«Tiempos modernos».
Última película en la que encarnó a su personaje de Charlot, en Tiempos modernos Charles Chaplin traza una aguda pintura social: es un reflejo de las condiciones desesperadas de las que es víctima un empleado de la clase obrera en la época de la Gran Depresión. La tiranía de la industrialización capitalista y la producción en cadena, por un lado; la angustia de la pobreza, los conflictos laborales y las desigualdades económicas, por otro.
Tiempos modernos es una mezcla entre el cine mudo y el sonoro; a veces es considerada como la última película muda de la historia. Se emplearon algunos efectos auditivos, como música, cantantes y voces provenientes de radios y altavoces, así como la sonorización de la actividad de las máquinas. Al final puede oírse brevemente la voz de Chaplin, algo que sucedía por primera vez en su carrera.
El ciudadano (1941)
Disponible en Qubit
«El ciudadano».
La opera prima de Orson Welles es, para muchos, la mayor película de todos los tiempos y la que inauguró buena parte del lenguaje cinematográfico contemporáneo. Cuenta una gran historia: Charles Foster Kane (interpretado por el propio Welles) nace pobre, pero se enriquece gracias a una mina de oro que hereda su madre. En su juventud empieza a crear un imperio de prensa y radio populares, y con el tiempo se casa con la sobrina de un presidente de Estados Unidos y se presenta a las elecciones para gobernador. Pero termina muriendo solo, añorando la sencillez de su infancia.
Nadie había utilizado el cine industrial para realizar una disección en vida de alguien tan real y poderoso como lo era entonces William Randolph Hearst, magnate de la prensa y además ex productor de cine, con lo que El ciudadano estaba denunciando a una parte del sistema, pero desde adentro. La complejidad narrativa es notable (el guion es de Welles con Herman J. Mankiewicz) y la fotografía de Gregg Toland presenta el hallazgo de una técnica con profundidad de campo nunca vista hasta ese momento en Hollywood.
Los martes, orquídeas (1941)
Disponible en Cine.Ar Play
“Los martes, orquídeas”.
En 1941, cuando apenas tenía 14 años, una película le cambió la vida para siempre. Mirtha Legrand protagonizó Los martes, orquídeas y se convirtió en una estrella del cine. En esta película de Francisco Mugica hizo de Elenita Acuña, una adolescente triste que cree que nunca encontrará marido. Con tal de no verla triste, el padre le inventa un pretendiente. Tanto de golpe de efecto generó la historia, que el libro fue adquirido en Hollywood para que Fred Astaire y Rita Hayworth hicieran una remake, Bailando nace el amor.
Casablanca (1942)
Disponible en Qubit
“Casablanca”.
La película, su iconografía y hasta su canción emblema (As time goes by) constituyen una de las referencias más citadas, parodiadas y aludidas de toda la historia del cine. Para muchos, constituye la idea misma del cine, o cuanto menos de cine clásico.
Dirigida por Michael Curtiz, Casablanca tiene el indeleble atractivo del viejo cine de los estudios: películas artesanales, mínimas y enormes, pulidas a fuerza de acumulación de horas de vuelo. El guion es un complejo entramado de intensidades melodramáticas y pasos de comedia que otorga a la película su ímpetu vivaz, su carácter profunda y conmovedoramente divertido.
Encabezada por la que tal vez sea la pareja más emblemática del cine (Ingrid Bergman y Humphrey Bogart) el conjunto constituye, todavía hoy, una de las experiencias estéticas más simples e intensas que pueda ofrecer el cine.
Rashomon (1950)
Disponible en Qubit
«Rashomon».
Una de las grandes innovaciones de este fundamental filme de Akira Kurosawa fue contar un mismo hecho desde perspectivas diferentes: muestra cómo testigos de un delito recordaban tenían distintas versiones del crimen según su ubicación y memoria.
Su triunfo, primero en Venecia -donde gana el León de Oro en 1951- y luego en Hollywood -con el Oscar al mejor filme extranjero de 1952- hizo conocer al mundo a una cinematografía excepcional, la japonesa, pero hasta allí circunscripta a su propia geografía.
Su original forma narrativa luego fue imitada hasta el cansancio, lo mismo que su fotografía, encabezada por el que quizás sea el travelling más famoso de la historia, con la cámara siguiendo al protagonista mientras el sol se filtra en contraluz entre los árboles.
La Strada (1954)
Disponible en Qubit
«La Strada».
La historia de Gelsomina y su vida con el artista trashumante Zampano es el cuarto largometraje de Federico Fellini y el primero con reconocimiento internacional: le valió su primer Oscar a mejor película extranjera. Protagonizada por Giulietta Masina y Anthony Quinn, es una tan brutal como lírica visión de una pareja al borde del desquicio por la bestialidad del varón, que culmina en una unión final cercana a la mística.
Zampano es un forzudo de circo que compra a Gelsomina (literalmente: se la paga a la madre de la chica) para que lo acompañe como ayudante en la carretera. Ella actúa de payaso, con una caracterización inspirada en Chaplin. Zampano la maltrata y ella sólo le devuelve amor.
La narración estilo fábula de La Strada inició el cambio del neorrealismo de posguerra que había dominado el cine italiano hasta entonces, y del que Fellini había participado como guionista. Esta es una muestra de una de sus obsesiones: la tensión entre el aspecto teatral de los personajes y su compleja vida interior.
El séptimo sello (1957)
Disponible en Qubit
«El séptimo sello».
Suecia, siglo XIV. La Peste Negra asola Europa. Tras diez años de inútiles combates en las Cruzadas, el caballero sueco Antonius Blovk (Max von Sydow) y su leal escudero regresan de Tierra Santa. Blovk es un hombre atormentado y lleno de dudas. En el camino se encuentra con la Muerte (Bengt Ekerot), que lo reclama. Entonces le propone jugar una partida de ajedrez, con la esperanza de obtener respuestas a las grandes cuestiones de la vida: la muerte y la existencia de Dios.
La imagen de la muerte de rostro blanco y túnica negra jugando al ajedrez en la playa con el caballero cruzado está arraigada en la memoria colectiva como un ícono del cine y fue frecuentemente parodiada. Se podría decir que esa partida tiene todo lo necesario para asimilar el relato a un escenario onírico en el que se dan cita cuestiones del presente desplazadas al pasado. La intensificación de simbolismos de todo tipo y la explicitación de las preocupaciones filosóficas y teológicas hizo quedar a Ingmar Bergman como un cineasta solemne, cuando El séptimo sello tiene mucho sentido del humor.
Vértigo (1958)
Disponible en Qubit
«Vértigo».
John Scottie Ferguson (James Stewart) es un policía de San Francisco que abandona la fuerza como consecuencia de su miedo a las alturas, que le cuesta la vida a un colega. Se dedica a trabajar como detective privado y es contratado por un amigo de la juventud para seguir a su esposa, Madeleine (Kim Novak). La primera mitad de la película es como una historia de fantasmas; luego de un hecho decisivo, cambia de enfoque y se vuelve más intensa: pocas películas de Hollywood hasta entonces habían sido tan turbadoras.
Homenajeada, parodiada, imitada, tiene una cantidad de trucos técnicos que se incorporaron para siempre al cine, además de contar con una banda de sonido excepcional, del mismo autor de la música de Psicosis, Bernard Herrmann.
Los monstruos (1963)
Disponible en YouTube (con subtítulos en italiano)
«Los monstruos».
Dino Risi fue el maestro de la «comedia a la italiana». Il sorpasso (1962), protagonizado por Vittorio Gassman, fue uno de los íconos de aquel género que desde finales de los ’50 se abrió paso en medio de la hegemonía del neorrealismo, en parte como sátira feroz de las costumbres italianas (en esa época en plena etapa de expansión consumista), en parte como mero divertimento.
Los monstruos siguió esa misma línea, con una estructura comprendida por veinte episodios satíricos, todos protagonizados por Gassman y Ugo Tognazzi. Los temas es esas historias breves ofrecen una pintura de los hábitos, vicios, trampas y gustos de la mayoría de los italianos en los años ‘60. Un inolvidable fresco de época.
El Padrino, trilogía (1972,1974, 1990)
Disponible en Netflix
«El Padrino II».
¿Un drama shakespeareano escondido detrás de una historia de gángsters? ¿Un retrato psicológico del ascenso –y posterior caída- de un hombre que quiso tenerlo todo y en el proceso perdió su alma? ¿Una historia paralela de los Estados Unidos de América? Todo eso puede ser El Padrino, una de las películas más celebradas e influyentes de la historia del cine, a la altura de El Ciudadano y no muchas más.
El Padrino, vista hoy, da la impresión de ser una síntesis cinematográfica de dos estilos en principio antagónicos (llamémoslo “cine de estudios” versus “cine independiente, de autor”), reconciliados en la figura de Coppola, un director que combinaba su admiración por los clásicos de Hollywood con una fuerte presencia autoral y un desdén natural por la política de los estudios.
Con actuaciones inolvidables de Al Pacino, Marlon Brando, Robert De Niro, James Caan, John Cazale, Diane Keaton y Talia Shire, entre otros, la familia de El Padrino se sostendría por tres filmes y terminaría convirtiéndose en reflejo y prototipo de un siglo de historia, además de tener inesperadas consecuencias. Para Hollywood, fue la salvación a una de sus peores crisis (creativas y económicas) de la historia y la prueba de que las nuevas generaciones de cineastas podían acceder a la masividad. Para Coppola, el fin de su independencia, el comienzo del mito y de una carga bastante pesada de sobrellevar hasta hoy. Y para el público, finalmente, un festín de horas de puro placer cinematográfico.
Juan Moreira (1973)
Disponible en Cine.Ar Play
«Juan Moreira».
Leonardo Favio tuvo una personal manera de entender los mitos populares y elevarlos a la consideración de su público. Algo que aprendió de sus padres postizos: Juan Domingo Perón y Leopoldo Torre Nilsson. En Juan Moreira conviven el sentido de rebeldía que impera como marca indeleble en los protagonistas de Favio. El del tipo bueno que es víctima de abusos y humillaciones, y sale a defenderse. El que se gana el respeto del pueblo a fuerza de honra y coraje. No es casual que el gaucho encuentre refugio entre los pobres indios, en sus tolderías, cuando lo persigue la Justicia.
La sangre brotando, las malas palabras que sorprendían al público de entonces, el sonido de los disparos, son imágenes y recuerdos de un cine que pervive. Favio le toma prestada a Bergman la escena en la que Moreira (Rodolfo Bebán) juega al truco con la Muerte. Y cómo olvidar el final, cuando lo toma de espaldas, y contra una tapia, que Moreira no llegó a saltar.
Fitzcarraldo (1982)
Disponible en YouTube
«Fitzcarraldo».
Este largometraje retrata a un demencial hombre de negocios de principios del siglo XX que quiere construir un teatro de ópera en la ciudad peruana de Iquitos. Parte del plan para conseguir fondos hacer este sueño realidad consiste en transportar un enorme barco de vapor, de 340 toneladas, por encima de una empinada montaña con la asistencia de casi mil nativos. Werner Herzog había determinado, desde el principio, en no recurrir a trucos o efectos especiales. Con lo cual el insensato y casi imposible plan del protagonista de la película, Fitzcarraldo, se convirtió en el mismo plan que tuvo que realizar su director.
En un momento, cuando todo estaba trabado y al borde del fracaso, sus inversores en Alemania le preguntaron a Herzog si realmente tenía el entusiasmo, la voluntad y la fuerza para seguir (estaban filmando en el centro de la jungla peruana y tenían que viajar 300 kilómetros para llegar al telex más cercano, su única forma de comunicación con el mundo externo). Herzog respondió: “¿Cómo me pueden hacer esta pregunta? Si abandono este proyecto seré un hombre sin sueños y yo no quiero vivir así. Vivo o muero con este proyecto”. El resultado es un monumento cinematográfico, con una actuación inolvidable de Klaus Kinski y un despliegue visual impactante.
Scarface (1983)
Disponible en Netflix
«Scarface».
Esta película empezó siendo repudiada, se convirtió en un filme de culto, y a 37 años de su estreno, puede considerarse una suerte de clásico generacional. Scarface se basa en el filme de Howard Hawks de 1932, aunque la adaptación escrita por Oliver Stone (años antes de Pelotón) apenas retiene el hilo dramático básico de aquel filme.
Como cuentan Stone, De Palma y el productor Martin Bregman en los extras de la edición 20° aniversario del filme en DVD, la idea de llevar la trama a los inmigrantes cubanos que llegaron en los ‘80 a Miami y que se metieron en el negocio de la cocaína fue del realizador Sidney Lumet, que se abrió del proyecto porque no le convenció el guion de Stone.
La historia de Tony Montana (Al Pacino), el inmigrante cubano que a fuerza de coraje, violencia y nervios de acero se transforma en el emperador de la cocaína en Miami se convirtió en un filme admirado por generaciones de raperos y por los mismos aspirantes a mafiosos que tomaron al excesivo Montana (con sus montañas de cocaína, sus armas de grueso calibre y sus frases célebres) como un modelo a seguir.
Buenos muchachos (1990)
Disponible en HBO Go
«Buenos muchachos».
Martin Scorsese demuestra toda su maestría para contar la historia de un grupo de mafiosos ítaloamericanos a lo largo de treinta años. Voz en off de un narrador encantador, Henry Hill (Ray Liotta), que cuenta su vocación de gángster y cómo va ascendiendo dentro de una banda neoyorquina.
A puro ritmo, durante dos hora y media quedamos prendados de las andanzas de esta banda formada por unos personajes inolvidables, interpretados por dos miembro del elenco estable de Scorsese (Robert De Niro, Joe Pesci) y excelentes secundarios, como Paul Sorvino o Lorraine Bracco.
Pulp Fiction (1994)
Disponible en Netflix
«Pulp Fiction».
Pulp Fiction le dio status de maestro a Quentin Tarantino. Se estrenó en 1994 en el Festival de Cannes, donde ganaría la Palma de Oro, y desde ese momento se convirtió en un clásico moderno a partir de su estética ultra violenta, su humor ácido y un despliegue narrativo que revolucionó el modo de contar una historia de acción en el cine.
Dejó una galería de personajes inolvidables: el Vincent Vega de John Travolta, el Jules Winnfield de Samuel L. Jackson, la Mia Wallace de Uma Thurman o Marsellus Wallace, más imborrable que el nombre de su intérprete, Ving Rhames.
Fuente. Clarín