Íbamos de gira y a Carlín lo recibían como a un prócer», dice Carlos Olivieri. El director de actores y encargado de la puesta en escena de Amigos son los amigos -hito de la televisión argentina de cuyo estreno hoy se cumplen treinta años- recuerda con una mezcla de cariño y asombro aquella especie de beatlemanía autóctona que canalizó su protagonista a partir de que el programa tocara los (impensables para los números de hoy) cincuenta puntos de rating . «Yo tengo un poco más de sesenta años de profesión, y pocas veces se da compartir algo con alguien que sea tan querido por la gente», define a Carlos Andrés Calvo , «Carlín Cantoni» en la ficción, figura carismática en torno a la cual se creó el proyecto de cero.
Para rastrear la génesis de Amigos son los amigos hay que remontarse a 1988. «Gustavo Barrios y yo éramos dos autores nuevos que nos habíamos conectado con Carlos Calvo y Carlos Olivieri y habíamos hecho un programa que se llamaba El mago , para el viejo Canal 11, antes de que fuera Telefe, con Gustavo Yankelevich como director artístico», cuenta el guionista Ricardo Rodríguez. «Era una novela nocturna semanal, como todavía se hacían en ese momento: un tipo enamorado de una madre y una hija, en un contexto de una Argentina de mesas de dinero y demás. No funcionó, anduvo muy mal, y ahí con Yankelevich llegamos a la conclusión de que Carlín tenía que hacer comedia».
El antecedente cómico de Amigos… fue Edgar Queta, la historia de un «vivillo porteño» de la que se llegaron a grabar un par de capítulos en 1989 pero que nunca salió al aire. «Menem quería hacer de Canal 11 una especie de ESPN y por eso puso como interventores a Fernando Niembro y Julio Ricardo y nos echaron a todos. Y entonces vino la privatización que ganó Atlántida y lo contrataron de nuevo a Yankelevich como gerente de Contenidos. Ahí Gustavo nos llama y nos dice que quería seguir con la idea de aquel programa pero en un estilo más realista, una comedia familiar , porque lo que habíamos hecho antes era un delirio», cuenta Rodríguez. A la dupla de autores jóvenes se les unió Augusto Giustozzi, «Gius», un libretista con treinta años de experiencia en cine, teatro y televisión, y juntos pergeñaron este vehículo para que Carlín se enfoque en su vocación postergada de hacer reír.
El siguiente paso fue elegir a su socio en la pantalla. Pablo Rago venía de ser Lucho en el éxito juvenil de Canal 13, Clave de sol , pero la propuesta para coprotagonizar en horario central lo sedujo de inmediato y cambió de camiseta. Nunca hubo otro candidato para encarnar a Pablo Pintos: el señalado desde el arranque fue Rago, y lo mismo pasó con el resto del elenco. «Fueron todas las primeras opciones: la dupla siempre fue con Pablito, estaba planteado que entrara Cris [Morena, el interés romántico de Carlín] y con todos los demás. Era el lanzamiento de un programa muy importante en Telefe: obviamente todos los que participaron querían estar», recuerda Olivieri.
La premisa era similar a la de Extraña pareja , obra de teatro de Neil Simon que llevó al cine Gene Saks, en 1968, con Jack Lemmon y Walter Matthau como protagonistas. «El secreto de esto era el tipo de alrededor de 40 que parecía que tenía 18 y el pibe de 18 que parecía que tenía 40. Estaban cruzados los personajes. Carlín era un adolescente y Pablo, si bien tenía cosas de adolescente, era mucho más centrado que él», dice Rodríguez.
Amigos… se emitió por primera vez el 1° de mayo de 1990 . Un martes, pese a que la idea inicial de Gustavo Yankelevich era que ocupara la franja de las 21 de los miércoles, en la que Telefe venía emitiendo -con mucho éxito: más de treinta puntos de rating- la serie bélica Nam: primer pelotón . Las autoridades del canal se negaron a arriesgar desplazando el enlatado estadounidense, por lo cual el nuevo proyecto tuvo que enfrentarse a la fuerza con el cuco del 9: Socorro, quinto año , la juvenilia con Fabián Vena, Laura Novoa y demás que venía ganando con holgura la franja.
«Gustavo no quería confrontar con otro programa argentino porque uno de los dos podía quedar afuera, y era más posible que quedáramos afuera nosotros que ellos. Al final nos dijo: ‘bueno, vamos los martes’ y tratamos de entrar en el segundo puesto. Salió el programa y ellos bajaron bastante y nos ganaron por una diferencia no muy grande, pero al cuarto capítulo lo dimos vuelta y les ganamos. A partir de ahí Amigos… empezó en una locura en la que subía, subía y subía y llegó hasta los cincuenta puntos», cuenta el guionista, que durante los dos años siguientes escribiría con sus socios nada menos que Amigos son los amigos , ¡Grande Pa! y las obras de teatro con la que ambos programas hacían temporada de vacaciones de invierno y giras por el interior.
«Se fue conformando un grupo de gente excelente, no sólo desde lo profesional sino también desde el vínculo afectivo. Nos daba una gran alegría hacer el programa», recuerda Olivieri. Aunque Calvo era -dice Rodríguez- «un tipo difícil de manejar, muy caótico, muy parecido al personaje en muchos aspectos», el ambiente de trabajo era inmejorable. Las anécdotas se multiplican: «Nosotros nos dábamos manija con los autores y le hacíamos hacer de todo a Carlín. Una vez lo hice tirarse a la pileta en pleno invierno con un tapado. Cuando cayó y se mojó toda esa tela, más toda la ropa que tenía puesta, no lo podíamos sacar. Otra vez él estaba con una mujer casada y llegaba el marido, se escapaba al balcón y saltaba a un árbol. Me dijo ‘no pretenderás que yo haga esto’. ‘Pero si es una boludez’, le dije yo, y salté al árbol. Me contestó «¡pero hijo de puta, vos estás con zapatillas y yo estoy en calzoncillo y en patas!». Lo hizo, se lastimó el pie y me quería matar. Y después cuando todo eso salía al aire pegaba mucho. Él me decía: ‘¿Vos pensás que yo soy un dibujito animado?’», cuenta el director.
El programa instaló expresiones en el imaginario colectivo que persisten tres décadas después. «‘Fumá’ era una palabra que solía repetir mucho Carlín, una muletilla muy porteña. También estaba ‘es una lucha’ y ‘algo se me va a ocurrir’, cuando se metía en algún quilombo. Y hacía versitos -a veces se los poníamos, a veces los agregaba él- tipo ‘Carolina, chupate esa mandarina’. Había un momento del programa en el que era tan exitoso que entraban todas», dice Rodríguez.
La clave de esta popularidad -según Olivieri- era la cercanía del público con este personaje veleta y canchero pero querible: «La gente se identificaba mucho con los valores de la amistad y la familia. A Carlín había que despertarlo para ir a laburar, esas cosas negativas para un tipo de más o menos 35 años, pero a él le habían prestado el loft y cuando llega el pibe, que era el hijo de la dueña, él lo termina aceptando porque ve que no tenía dónde ir. El personaje era así: de la boca para afuera podía decir muchas cosas, pero tenía un gran corazón».
Esta empatía, más una estética rupturista para la televisión del momento (edición ágil, escenas cortas, grupos famosos que muchas veces estrenaban sus temas en el programa antes que en las radios) hicieron de Amigos son los amigos un fenómeno que duró tres temporadas en Telefe y una más -ya con algunas deserciones en el elenco- en el Canal 9 de Alejandro Romay. El éxito, remata Rodríguez, se palpaba en la calle: «Yo vivía en un piso 11 y a veces llegaba sobre la hora del programa y mientras subía en el ascensor escuchaba en todos los pisos la música del programa que estaba empezando. Era una cosa muy linda».
Fuente: La Nación