La BBC empieza contándolo así: «A principios de 1964, cuando la Beatlemania barrió el mundo, los titulares de los periódicos anunciaron que The Beatles viajarían a Sudamérica ese mismo año. Millones esperaban su llegada con la respiración contenida, y en julio, cuando cuatro jóvenes descendieron en el aeropuerto de Buenos Aires, parecía que los sueños de los adolescentes estaban a punto de hacerse realidad».
Se sabe que The Beatles nunca vinieron a nuestro país. Ni cerca pasaron. En julio de 1964, mientras cuatro pibes con flequillo tocaban en el viejo Canal 9 de Romay, John, Paul, George y Ringo se encontraban en Londres en medio de un inusual descanso entre grabaciones y giras.
Cuatro impostores tomaron su lugar: Tom, Vic, Bill y Dave. «Yo trabajaba en video-tape, en Canal 9, nosotros mismos no podíamos creer que vinieran los Beatles. Sabíamos la importancia y popularidad que tenían en el mundo de entero», cuenta Roberto Monfort en el documental El día que los Beatles vinieron a la Argentina, que retrata esta insólita y maravillosa historia. «La llegada de ellos nos llamó la atención hasta a la gente que trabajábamos en el canal».
The Beetles, el anuncio en Canal 9.
La banda en cuestión era The American Beetles, un combo-clon made in Estados Unidos. El mediometraje que cuenta esta historia -dirigida por Fernando Pérez- habla del «no-mítico show», con testimonios de algún no-Beatle y hasta de Litto Nebbia, que por ese entonces ni siquiera soñaba con tocar Los Gatos, y recuerda tristemente la aparición de los falsos Beatles en Canal 9.
Se ve que el documental de 2017 llegó a manos de alguien de la BBC y días atrás publicaron un extenso artículo dedicado a lo que fue una de las tantas estafas del siglo.
¿Quiénes eran estos tipos? ¿El gran Alejandro Romay fue engañado o engañó?
Una banda de bar que se llamó The Ardells hasta que un Héctor Pérez Pícaro les sugirió ser The American Beetles o, simple y confusamente, The Beetles, con doble «e»: escarabajos.
«Cuando The Beatles llegaron a ser famosos», cuenta Bob Yorey, manager de Beetles, «dije: tengo a estos cuatro chicos. Les pedí que se dejaran crecer el pelo. Listo».
Los impostores, los The American Beetles, en la Argentina.
Bill, el George Harrison de la banda, se acuerda cuando fue un beatle trucho. «Llevamos el mismo pelo, nos vestimos igual, vestimos trajes. Fue bastante bueno«, le dijo a BBC Culture.
Era un mundo tan poco global que mucha gente ni siquiera les conocía la cara los originales Beatles. Eso hacía que mientras los verdaderos triunfaban en los Estados Unidos, Estados Unidos nos mandara una fraudulenta parodia que, con los años, reconoció haber hecho un buen dinero, gozando de multitudes con su propia Beetlemania.
Fue como pedir a Messi de refuerzo y que te traigan al gordo Ortigoza. Estados Unidos, por esos días de beatlemania, también había fabricado a The Monkees. Nebbia lo ilustra como nadie: «Un disparate. Es como presentar a Chaplin y que aparezca Carlitos Balá».
«Lo que hacíamos era en joda, tocábamos en casamientos, fiestas privadas… y en Sudamérica”, se ríe Lennon de Beetles.
Romay comentaba haber logrado un contrato fantástico y que iba a traer a Los Beatles a la Argentina. Era la época en que se copiaba lo que pasaba afuera para hacerlo al uso nostro: así aparecían Johnny Tedesco, Palito Ortega.
La noticia sale en los diarios. «Llegan Los Beatles». El 8 de julio de 1964, en Capital Federal, los Beetles tenían su fulgurante aparición el El Show de la Risa, que iba por Canal 9. Además de todo, hicieron playback.
The American Beetles, en Argentina. Los medios fueron críticos e irónicos contra los Beatles truchos.
En blanco y negro los presentaron como lo que se suponía que eran, y entraron al escenario en medio de un griterío que sonaba separado en dos sílabas: «¡¡Biii tles!!, ¡¡Biii, tles!!». El entusiasmo era lo único original.
Salieron a cantar Twist and Shout, siendo la primera banda que empezó a copiar los movimientos corporales de los cuatro de Liverpool. A la distancia, y ante tanta proliferación de bandas tributo, el acontecimiento podría verse con la misma simpatía que sentís viendo a The Beats o The Shouts.
Un empresario conocido como Rudy Duclós los había visto actuar en un boliche de Miami. El tal Duclós vio el negocio y se le ocurrió una gira sudamericana, sin mencionar el detalle de que eran unos imitadores. Los vendió como la cosa real. Se firmaron contratos (¿Romay víctima?), la prensa estuvo preparada para el estallido y los adolescentes esperaron ansiosos su llegada.
Lo más triste e interesante es que ninguno de los fans presentes en tribunas que luego se usarían para Feliz Domingo, pudo reparar en la abismal diferencia. Encima, el Lennon del cuarteto trucho era muy narigón y no había ningún carilindo. Ningún Paul McCartney.
Los televidentes sí se indignaron. «Cuando mi prima se dio cuenta que ninguno de ellos era Paul McCartney, se puso a llorar desconsoladamente», se escucha en el documental.
The American Beetles también tenían sus discos y sus versiones de «Boleto para viajar». Está filmado el momento en que, durante una entrevista para la TV norteamericana, anuncian su gira sudamericana.
Los muchachos tenían entrevistas calcadas a las de Los Beatles. Lennon explicaba la razón de su pelo largo para la época, y en otras latitudes, ellos respondían las mismas preguntas.
Gira mágica y misteriosa, en Perú los titulares de La Crónica y La Prensa avisaban que «Los famosos Beatles vendrían en mayo». Beatles con «a», escribía el periodismo. Era increíble: ellos mostraban la trampa de la letra repetida, pero nadie parecía darse cuenta. En la batería del presunto Ringo claramente se leía «Beetles».
En su país tocaban en casinos y en hoteles. Armonizaban bien. pero ellos mismos reconocieron que casi no sabían tocar ni sus propios instrumentos.
El artículo de la BBC que recordó este disparate cuenta que la competencia por The American Beetles había sido tan fuerte que tanto Canal 13 como el Canal 9 los habían anunciado para la misma noche.
Según la BBC, «Canal 9 tenía la ventaja a través de un contrato ejecutable. Alejandro Romay apuró lo pertinente, llamó a Martín Karadagian, una estrella de lucha libre de un programa llamado Titanes en el Ring, y le pidió que trajera a sus pesos pesados».
La función de los titanes era hacer de guardaespaldas de los No-Fab Four.
«Todos los perseguían: la policía, la gente del Canal 13, un juez…», comentó Romay antes de explicar que los había «encerrado» en un hotel de pocas estrellas del barrio de San Telmo.
En Zoo, aquel programa conducido por Juan Castro, el propio Romay evoca ese momento bizarro durante una entrevista de 1998. Allí reconoce que gracias a los roperos de Karadagian, secuestró a los falsos Beatles en Ezeiza. «Alquilamos un avión particular y los luchadores se lanzaron sobre esos muchachos. Yo estaba en el avión esperándolos».
Ya eran propiedad de Romay. El canal los vendían como «rebeldes, pero dignos», «iracundos», «nueva ola», «juventud». Romay en 1998: «Yo los quería matar. Eran unos atorrantes sucios. El acabose fue cuando en pleno ensayo pidieron que se pusiera el disco porque ellos admitían no saber cantar».
No hubo cese de hostilidades en la carrera de The American Beetles. «A veces nos tiraban monedas. Tal vez rocas», recuerdan dos de sus integrantes. Radio Libertad (hoy del Plata) era propiedad del mismo Romay. Luego de la presentación argentina de los falsos Beatles, prohibió la música de The American Beetles por ser «sexualmente ambigua».
La BBC conjetura que The American Beetles fue «una banda tonta de rock ‘n’ roll que se arriesgó más de la cuenta».
Se separaron cambiando de nombre: Razor’s Edge. Hicieron un simple en 1966. Sin embargo, el éxito los gambeteó siempre que pudo y pasaron a retiro en 1970. Igual que los verdaderos Beatles. Tras las muertes de Tom Condra (Ringo) y Dave Hieronymus, el baterista y guitarrista rítmico de la banda (John), Bill Ande, Vic Gray y su manager Bob Yorey son los sobrevivientes que pueden seguir contando la historia más desopilante.
Fuente: Clarín