El hospital Johns Hopkins, en la ciudad de Baltimore, Estados Unidos, es uno de los centros de salud de excelencia no solo en el país sino en el mundo, con una prestigiosa universidad y reconocidos profesionales de todas las áreas. Pero hoy el Hopkins está en boca de todo el planeta no sólo entre los expertos sino también entre la gente común que sigue minuto a minuto el avance del coronavirus a través de un mapa que recopila en tiempo real el avance de los casos a nivel global. Esa imagen del planisferio de fondo negro con círculos rojos que se agrandan a medida que la pandemia se extiende hoy se puede ver en los principales medios de comunicación del mundo, entre ellos Clarín, y se ha convertido casi en una obsesión para muchos, que clickean todo el tiempo para ver qué sucede con el coronavirus en cada país, o cada región del planeta.
Oscar Cingolani es un cardiólogo argentino, egresado de la Universidad de La Plata y ex jefe de internación del Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas “Norberto Quirno” (CEMIC). Hoy es profesor de la Johns Hopkins University School of Medicine y director asociado de la unidad coronaria de cuidados críticos del prestigioso hospital. En diálogo con esta corresponsal, Cingolani resalta el enorme impacto mundial de ese planisferio: “Cada día, el mapa ha tenido un promedio de 1.500 millones de visitas”, apunta. Y que es la primera vez que el hospital hace un seguimiento de este tipo que tiene una asombrosa visibilidad, si se tiene en cuenta que en el mundo hay 7.500 millones de personas.
En el estado de Maryland, donde está ubicado este centro de salud, no hay todavía una ola de casos masivos como en New York, pero este lunes el gobernador ordenó a la gente que se quedara en sus casas, cuando antes solo existía una recomendación. Sin embargo, Cingolani cuenta que en el Hopkins, que tiene 1.500 camas, están preparándose para el pico del brote en las próximas semanas. Además, señala que están aplicando varios ensayos con medicamentos y también el tratamiento de “plasmaféresis” de suero de pacientes recuperados, que se desarrolló con éxito en los 70 en Argentina para la fiebre hemorrágica o el “mal de los rastrojos”.
–El Johns Hopkins se convertido en un lugar muy conocido por haber diseñado este mapa con los casos de coronavirus en tiempo real en el mundo ¿Cómo se ideó ese mapa?
–Fue un esfuerzo conjunto, especialmente del equipo de bio ingeniería de la Universidad de Johns Hopkins, que trabaja activamente con nosotros. En realidad, este es un trabajo muy serio que se inició desde el comienzo, ni bien China empezó a reportar los casos. Se hizo la base de datos y se comenzó a reportar estos casos en forma de mapa. Gracias a la Organización Mundial de la Salud y a otros gobiernos, todos aportaron datos. La validez que tiene esta base de datos es que es muy confiable. Si bien hay otras páginas que reportan números más altos, estos son casos validados por cada gobierno, informados y confirmados.
–¿Es la primera vez que hacen algo así o ya hubo antecedentes en otros casos como el ébola o el SARS?
–Es la primera vez que el Hopkins lanza este mapa para seguir en tiempo real la expansión de una pandemia.
–Es un mapa al que está todo el mundo muy atento. ¿Cuántas visitas online tiene?
–Cada día, el mapa ha tenido un promedio de casi 1.500 millones de visitas. No son usuarios, la gente entra a la página más de una vez quizás. Hasta yo me sorprendo por la cantidad.
–Ustedes vieron venir la pandemia de entrada. Porque incluso tienen un centro de estudios abocado al coronavirus ¿Cuándo se dieron cuenta de este avance?
–Se vio venir aproximadamente en enero, pero se empezaron a ver casos en diciembre locales en China. Lo que pasa es que no se pensó que esto iba a ocurrir de una manera tan violenta y acelerada. Pero ya en enero se sabía que estos casos se habían empezado a diseminar un poco desde Wuhan hacia las afueras de China. Después en febrero se detectó que había casos aquí.
¿Cómo está el panorama ahora?
Aquí en Baltimore, Maryland, el panorama por ahora está tranquilo. Estamos recibiendo casos, por supuesto, pero no como en otros lugares que han sido afectados más fuertemente como Nueva York. Creo que Hopkins está muy bien preparado. Actualmente estamos todos abocados al coronavirus, independientemente de la especialización de cada uno. Ya hace un par de semanas estamos evitando hacer procedimientos ambulatorios o que se puedan retrasar, para dejar medios disponibles para esta pandemia. Además, estamos haciendo una amplia atención mediante telemedicina y luego decidimos si tienen que venir o no. Hay cientos de pacientes por día que tienen síntomas, pero no todos se internan.
¿Cuánto cree que la consigna de quedarse en casa va a servir?
–Creo que va a servir porque se gana tiempo para que se cree una vacuna o se ensayen tratamientos que ya se están ensayando. Así que es muy importante para aplanar la curva y dejar que los pacientes se recuperen y tener más camas disponibles para los que se enferman. No creo que vaya a bajar el número total de pacientes, pero si los va a estirar en el tiempo.
–-¿En el hospital se están probando medicamentos como el de la malaria o algún otro?
–Lo que estamos tratando de hacer, como muchos países, son ensayos con muy poca gente con distintos tipos de medicamentos. Hay dos grupos: uno que está dedicándose al tratamiento antiviral y otro que está tratando la inflamación que el cuerpo humano produce debido a este virus. Hay otro tratamiento que se está haciendo conjuntamente con Nueva York, que es con plasmaféresis de suero de pacientes recuperados para tratar pacientes enfermos.
–¿Cómo es este tratamiento?
–Yo fui residente y jefe de internación del Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas “Norberto Quirno” (CEMIC) y ellos tiene un antecedente importante en esto. Investigadores en los años 70 como Roberto Arana, Patricio Cossio y Julio Maiztegui trabajaron sobre la fiebre hemorrágica argentina y fueron uno de los precursores de un tratamiento para combatirla. Como yo conozco a la gente del CEMIC, los puse en contacto con los investigadores de Hopkins para que se interioricen sobre el protocolo específico que estamos desarrollando ya que ellos han tenido experiencia de décadas con la fiebre hemorrágica en desarrollar este protocolo.
–¿Cómo es el tratamiento en sí?
— Es con pacientes que se han recuperado de la enfermedad y tienen anticuerpos contra el virus. La idea es buscar a estos pacientes, testearlos para que no tengan otras enfermedades transmisibles, sacarles esos anticuerpos y luego inyectárselos en forma concentrada a otros pacientes que tengan la enfermedad. Es como si fuese una especie de vacuna rápida. En lugar de esperar que el cuerpo humano responda con los anticuerpos, se le inyectan anticuerpos formados en otro paciente que ya no tiene la enfermedad.
–-¿Y está resultando eficaz contra el coronavirus?
— Hay un trabajo muy preliminar que se hizo en cinco pacientes graves con este tratamiento y todos se recuperaron, por lo que se cree que puede ser promisorio. Entonces ahora se va a hacer un estudio mayor para probar su eficacia y seguridad en un mayor número de pacientes. La idea es hacerlo en enfermos de gravedad y si eso va bien, considerar un tratamiento precoz en pacientes que no están tan mal, para evitar que se enfermen severamente.
–Ustedes vieron iniciarse prácticamente esta pandemia y la vienen siguiendo de cerca con ese mapa ¿Qué lecciones se pueden sacar de esta crisis?
Lo que estamos aprendiendo es que hoy hay que unirse todos. Lo que estamos haciendo como hospital y muchos hospitales están haciendo, inclusive en la Argentina, es unirse no importando cuál sea la profesión o la especialización, todos sumando para una misma meta que es entender qué pasa con este virus, por qué se replica tan rápido, por qué tiene tanta infecciosidad, para tratar de lograr un tratamiento lo más pronto posible. Mientras tanto, creo que la población juega un rol crucial en esto que es mantenerse tranquila, mantenerse en la casa y pensar que, aunque crean que no están haciendo nada, el hecho de estar en su casa y no transmitiendo el virus es un gran arma a nuestro favor para ganar tiempo, que es lo que necesitamos para conseguir una cura.
Fuente: Clarín