Al este, el mar Mediterráneo; al oeste, la sierra de Collserola; al sur, el río Llobregat; al norte, el río Besós. Desde algún lugar del Eixample, la Basílica de Gaudí se eleva al cielo narrando en su estructura una crónica milenaria y custodiando a este espacio multicultural, Barcelona. La ciudad se divide en diez distritos y en uno de ellos, Sarrià-Sant Gervasi, coincidieron durante algún tiempo de la década de 1970, dos colosos de la literatura: Gabriel García Márquez (1927- 2014), colombiano y premio Nobel de Literatura en 1982, vivió allí entre los años 1967 y 1975; y Mario Vargas Llosa, nacido en Arequipa, Perú, en 1936, y Nobel de Literatura en 2010, residió en Sarrià entre 1970 y 1974.
Durante cuatro años, vivieron a solo treinta metros de distancia. El colombiano, en la calle Caponata, 6. Y el peruano, en Osi, 50.
Recientemente, un grupo de vecinos de Sarrià, liderados por Martín Gurria, activista vecinal en Barcelona, impulsó una iniciativa para rendirles homenaje, que fue luego rechazada por el gobierno. Vecinos y actores de distintos sectores, confirmaron a este medio que los esfuerzos por efectivizar el homenaje continuarán.
«Mucha gente del barrio tiene recuerdos entrañables de estos dos vecinos de Sarrià. Uno pensaría que teniendo en Barcelona a dos gigantes de la literatura universal, en un barrio que no es el colmo de la cultura, habría que darles algún tipo de reconocimiento», dijo Gurria a LA NACION.
«Conocí a Mario Vargas Llosa en una papelería, Balbi, donde se venden bolis, papel, diarios. Comprábamos el mismo bolígrafo, una bic naranja de punta fina», contó una vecina del barrio, que vive todavía en Sarrià y coincidió aquí, a los nueve años, con el escritor. Recuerda cuando una vez lo escuchó decir en la papelería: «Soy peruano, pero Barcelona me hizo escritor. En las calles de este barrio, se respiran letras», señaló la vecina.
La idea del homenaje fue cursada el pasado 17 de diciembre, por medio de una petición presentada en el plenario del Consejo Municipal del Distrito de Sarrià-Sant Gervasi, por Albert Guivernau Molina, consejero-portavoz del Grupo Municipal de Barcelona por el Cambio (plataforma liderada por Manuel Valls) en este distrito, en su nombre y en representación de su partido político.
Con el argumento de que durante la estadía de estos dos premios Nobel en el barrio ambos se consolidaron como escritores, y con miras a darle un impulso al atractivo cultural del distrito, propuso al gobierno que instale, en algún punto entre las calles Caponata y Osi, una placa conmemorativa. Durante el pleno, tanto la Asociación de Vecinos del distrito como Gurria, apoyaron la moción.
No obstante, el gobierno, actualmente liderado por una coalición entre el partido Barcelona en Comú (partido hermanado con Podemos, pero en Cataluña) y el PSC-Units (socialistas), rechazó el pedido. Según el acta del plenario, y tal como confirmó Blas Navalón, consejero del distrito, la negativa se basó en los siguientes fundamentos: con relación a García Márquez, dijeron que ya hace un tiempo el Instituto de Cultura de Barcelona había iniciado los trámites para poner una placa conmemorativa en la fachada de la calle donde él vivió, pero los vecinos no lo aceptaron. Al ser de una finca privada, el Ayuntamiento no podría actuar en ella. En cuanto al caso de Mario Vargas Llosa, dijeron que por normativa en Barcelona no se dedican espacios públicos (calles, jardines o plazas) ni placas conmemorativas a personas vivas y que han de pasar al menos tres años desde la defunción de la persona para poder dedicarle este tipo de homenaje.
Ante esto, Guivernau Molina opinó: «Hay muchas placas conmemorativas de visitas de personalidades a lugares o asistencia a inauguraciones. No tiene mucho sentido la condición de haber fallecido para que se coloque esta placa».
Otros partidos, aunque sin pronunciarse en el pleno, también adhirieron a la moción.
Pedro Miret, consejero del partido Ciudadanos, en Sarrià, sostuvo: «Por nuestro lado, no solo consideramos que se debería poner, también creemos que se volverá a pedir en unos meses o en un año. Para Barcelona y para el distrito es todo un honor decir que dos Premios Nobel han vivido ahí». En cuanto al motivo del rechazo, opinó: «Supongo que el independentismo lo rechazó porque saben que Mario Vargas Llosa está a favor de la unidad en España, y tiene el mismo pensamiento político que Manuel Valls. Entendemos por nuestro lado que estos son temas a los que hay que quitarle toda la carga ideológica.»
Isaac Martin, consejero en el barrio por el Partido Popular, dijo a LA NACION: «Nosotros, desde el Partido Popular defendemos que estos dos personajes históricos, brutales, de la historia de la literatura, puedan tener no solo una placa, sino un homenaje en nuestro distrito». En cuanto a los argumentos argüidos por el ayuntamiento de Sarrià para el rechazo, opinó: «Buscaron una estratagema legal de manera que personas vivas no puedan tener reconocimientos. Son cuestiones técnicas y legales, pero nosotros entendemos que si realmente hubiera voluntad de homenajear a García Márquez y Vargas Llosa, hay muchas maneras de hacerlo, no solamente con una placa conmemorativa. Hemos pedido al gobierno municipal que las estudie, y ni aún así tampoco ha querido», señaló, y finalmente, opinó: «El gobierno radical de Podemos y Ada Colau como alcaldesa, con el apoyo del Partido Socialista, no quieren apostar por este tipo de homenajes. Mezclan la política partidista de izquierda ejerciendo todo tipo de distinciones entre unos artistas y otros».
«Volveremos a intentarlo con Gabriel García Márquez, que está fallecido, y estamos buscando la manera de hacer algo con Mario Vargas Llosa», aseguró Guivarnau Molina a LA NACION. «Nos interesa potenciar el tema cultural de Cataluña y de Barcelona. Creemos que se ha politizado mucho la cultura».
«No querer honrar la memoria de cuando Barcelona fue la capital del boom de la literatura latinoamericana es una vergüenza -opina Gurria-. Es lamentable ocultar la historia de una de las épocas cumbres donde esta ciudad acogió y ayudó a expandir mundialmente a los autores de nuestros países hermanos».
Fuente: Lucía Vázquez Ger, La Nación