Es sabido (y hasta trillado) que las obras de Shakespeare son clásicos que atraviesan todas las épocas y muchos ya han escrito e investigado al respecto. Uno de ellos fue el gran crítico y teórico literario estadounidense Harold Bloom, ferviente estudioso de la obra del dramaturgo quien, en La invención de lo humano, planteaba que son sus obras las que nos leen a nosotros porque no imitan a la vida sino que la han creado y en eso radica la realidad de sus personajes.
En la cartelera actual porteña hay tres obras de Shakespeare adaptadas a los tiempos que corren que agotan entradas en cada función. Incluso, dos de ellas han pasado del circuito independiente al comercial y el éxito no para de crecer. La fiesta del viejo, versión de un Rey Lear barrial; Ojalá las paredes gritaran, que propone un Hamlet millenial; y Othelo (termina mal), una propuesta de la obra homónima en clave de clown. ¿A qué se debe este fenómeno? ¿Qué es lo que nos sigue diciendo Shakespeare sobre el mundo en que vivimos?
La fiesta del viejo
La fiesta del viejo retoma la tragedia de Rey Lear y la contextualiza en un club de barrio. La obra pasó por dos giras europeas, participó de los dos últimos FIBA y ya va por su cuarta temporada. La Bretaña de Shakespeare son acá las calles de Villa Crespo y el rey es un viejo inmigrante polaco, dueño del club Polonia, cuyas hijas consideran que lo mejor es venderlo. Durante la fiesta de su cumpleaños, el viejo les pide a sus tres hijas que le expresen cuánto lo aman. Mientras las mayores se embarcan en demostraciones grandilocuentes y aduladoras, la menor es la única que mantiene una actitud sincera. Sin embargo, el viejo, sintiéndose desairado, decide desheredarla y a partir de allí ya nada será igual.
Fernando Ferrer es dramaturgo, docente, actor y director. Su adaptación de Rey Lear obtuvo una mención especial del INT (Instituto Nacional del Teatro) y un galardón en los Premios Teatro del Mundo. Efectivamente, logra con éxito transpolar la historia a un universo barrial y actual con su propia poética. El texto funde pasado y presente, navega entre la actualidad y la Segunda Guerra Mundial a través de los recuerdos que asaltan al protagonista, producto del Alzheimer que lo aqueja. Las tierras de su Polonia natal se confundirán con las calles del barrio. Una dramaturgia llena de imágenes, sensible y contundente, que encuentra en el actor Abian Vainstein la necesaria presencia escénica para articular las diferentes líneas de acción sin descuidar la poderosa sensibilidad y soltura que lo hace habitar distintos estados, que van desde lo entrañable hasta lo despótico.
En diálogo con Infobae Cultura, Ferrer plantea que en su versión “destaca en primer plano el lugar de los afectos y de la memoria en contraste con las cuestiones del mercado y las conveniencias económicas”. En el ocaso del club, las hijas sugieren venderlo y esto “encierra algo de nuestra cultura que es el predominio del capital frente a lo afectivo”, explica. En relación a esto, otros temas que atraviesan a la obra son la vejez, la enfermedad y el deterioro. “Metafóricamente el club que se viene abajo es el deterioro del padre”, analiza Ferrer, quien agrega que su obra “pone de relieve el lugar a donde vamos, que es al ocaso y el lugar que le damos a los viejos”.
Incluso, a lo largo de toda la pieza sobrevuela una pregunta por el ser. “Me transformé en una sombra”, concluye hacia el final el personaje del viejo Lear. Y el director explica que hay en el material muchas preguntas que tienen que ver con quiénes somos y con el por qué y el para qué estamos vivos. “Son muchas cosas profundamente ontológicas que nos pregunta a nosotros la obra, es un material muy mundano y, a su vez, muy existencial”, enfatiza.
Shakespeare puso el alma humana en escena dice —dice Fernando Ferrer—, llegó al corazón de lo que permanece, de lo que no cambia con las épocas.
Para Ferrer, el alma humana no tiene tiempo y precisamente la pluma del dramaturgo anglosajón se caracteriza por una profundidad y una poesía que toca las fibras más íntimas. “Shakespeare nos sigue conmoviendo porque hay cosas que nos siguen inquietando cuando apagamos la luz a la noche, la vida, la muerte, los afectos, el amor, la pérdida, la soledad. Eso es inherente a nuestra condición humana. Y Shakespeare puso el alma humana en escena, llegó al corazón de lo que permanece, de lo que no cambia con las épocas”, concluye.
La desconfianza, el desamor, los vínculos atravesados por la codicia, las heridas de guerra, la falsa adulación, la familia como el lugar donde puede desatarse lo más terrible, la vejez y la enfermedad como aquello que aleja de la propia subjetividad, son los temas principales que atraviesan a la La fiesta del viejo. Una versión que, en palabras de su director, permite “poner esas grandes tragedias en la actualidad del seno familiar y acercarlas de un modo muy palpable”.
Ojalá las paredes gritaran
Ojalá las paredes gritaran propone una versión de Hamlet totalmente alejada de cualquier solemnidad. En este caso, un adolescente millennial, amante de la música electrónica y del trap, visiblemente afectado por la reciente muerte de su padre, receloso del tío convertido en nuevo esposo de su madre, a quien provoca incesantemente.
Lejos de la inmensidad del castillo, la acción ocurre durante un asado en el cual se realiza un aviso importante: hay un puesto vacante en la empresa familiar para este joven descarriado. Con una versión que se reduce a los personajes principales, Hamlet, Gertrudis, Claudio, Ofelia, Polonio y Horacio, el texto logra una mixtura entre el lenguaje poético característico de la obra shakespereana y un lenguaje actual y coloquial que, en muchos momentos, pone en evidencia metadiscursivamente el dispositivo teatral.
Después de una exitosa temporada en la casa de la directora, ahora se la puede ver en el Metropolitan Sura, donde el desafío principal era reconstruir la intimidad característica del primer lugar. Una de las cuestiones interesantes de la puesta es que invierte la tradicional relación espacial entre un escenario claramente delimitado y una plantea frente a él. En este caso, el público se encuentra sentado en una pequeña platea ubicada arriba del escenario, de cara a la platea real, que permanece vacía y que es utilizada en algunos momentos como una extensión del escenario.
Se plantea entonces una inversión de los lugares entre actores y espectadores donde estos últimos tienen una relación mucho más cercana con la escena. Y eso es un elemento que contribuye a profundizar aún más esa atmósfera agobiante que está presente a lo largo de la obra, donde justamente las paredes de esa casa parecen estar a punto de estallar en cualquier momento porque lo impredecible, lo desagradable y lo siniestro invaden todas las situaciones dramáticas.
Paola Lusardi, dramaturga y directora de la obra, explica que le “interesó poner el foco en el sistema de poder que plantea el material original, que en nuestra obra está traducido a una familia y una empresa familiar”. En relación a esto, el personaje de Hamlet aparece como un adolescente que “se siente totalmente ajeno a ese círculo”. De hecho, en la puesta están bien delimitados los lugares que ocupan los jóvenes y los adultos, de manera que el espacio funciona metafóricamente como la imposibilidad de la comunicación entre uno y otros. “La escena básicamente plantea una especie de ring porque la obra habla de la no comunicación generacional entre adultos y adolescentes. En una parte de la casa están instalados los millennials con sus equipos electrónicos y su música y del otro lado están los adultos”, explica Lusardi.
Me parece interesante —comenta Paola Lusardi— hablar de cómo los excesos materiales en un contexto de clase social media alta se traducen en otros excesos
La apuesta por un Hamlet adolescente radica, según la autora, en una necesidad propia de hablar de los jóvenes. “A mí me interesó rescatar ese espíritu y ese planteo existencialista que se hace un joven a determinada edad”. Al respecto, detalla: “me parece interesante hablar de cómo los excesos materiales en un contexto de clase social media alta se traducen en otros excesos. La obra se pregunta si necesariamente son los efectos de lo no lícito los causantes de la locura de un joven hoy en día.”
Luego de un largo proceso de estudio del material, la obra retoma el análisis lacaniano del clásico de Shakespeare, donde se hace hincapié en la relación edípica entre Hamlet y su madre. Acá Claudio no sólo es odiado por Hamlet por la sospecha de que fue el asesino de su padre sino porque, inconscientemente, es quien logró ocupar ese lugar tan oscuramente deseado por ese hijo.
Paola Lusardi cuenta que le interesa mucho trabajar desde la construcción de los personajes e ingresar en su psicología a partir de cómo piensan y cómo se vinculan unos con otros. “Allí aparece la lectura de Lacan y de Freud. Y me interesó mucho su mirada sobre el amor joven, cómo Hamlet es preso de su propia historia y cómo a él se le transforma la cabeza cuando Ofelia muere y entiende que era lo único que lo podía salvar, lo único puro a su alrededor”, explica. Al mismo tiempo, Lusardi plantea que esa relación edípica con la madre le resultó interesante para hablar de “la imposibilidad de poder concretar ningún vínculo” y de “la repetición, ya que todo esto que la madre no puede resolver, que son sus vínculos, es algo que él va a repetir”, sostiene.
Una madre, un hijo, una familia, la descendencia, el deber ser, el amor joven, el sentirse atrapado dentro de los vínculos familiares son cuestiones que atraviesan a la obra, al tiempo que la música electrónica, el trap y la puesta de luces crean un clima donde abunda el aturdimiento. Aturdimiento que quizá es una de las características de los tiempos actuales con el predominio de una tecnología que, bajo la ilusión de un mundo donde parece reinar la felicidad, la amistad y belleza, esconde una soledad y una tristeza infinitas.
Othelo, termina mal
Othelo es otra de las grandes tragedias shakespereanas sobre la cual circularon un sinnúmero de adaptaciones. Por octavo año consecutivo, la versión de Gabriel Chamé Buendia sigue convocando al público a sala llena con un subtítulo que anuncia el fatal desenlace. Othelo (termina mal) se trata de una propuesta en clave de clown que utiliza las herramientas lúdicas del teatro físico para construir una interesante dialéctica entre lo cómico y lo trágico.
Gabriel Chamé Buendia supo construir una vasta trayectoria en el teatro físico. Actor de la Compañía Argentina de Mimo, miembro fundador de El Clu del Claun, compañía de clown que realizó numerosos giras por Latinoamérica y España, ahora reparte su tiempo entre la investigación teatral, la dirección, la pedagogía y la actuación tanto en Argentina como en Europa. Su adaptación toma las escenas principales de Othelo con su propia poética y las vincula con breves momentos de chistes, gags y lenguaje coloquial que, en varias oportunidades, evidencia la ficcionalización propia del teatro.
Con una puesta minimalista, la obra se centra en el enorme trabajo físico y expresivo de los actores quienes, con muy pocos elementos, logran insertar rápidamente al espectador en el universo de la obra. Bastarán algunos cubos, unas telas y los juegos lumínicos para recrear los distintos escenarios de la pieza, elementos que se resignifican gracias a la destreza de los actores.
En diálogo con Infobae Cultura, Chamé Buendia explica que lo trágico y lo cómico no son incompatibles: “lo que yo hago es tomar la tragedia con humor sin entrar en una zona de parodia, que entra en la lógica de la burla. Lo trágico-cómico respeta lo trágico y le da un color cómico. El efecto dramático que busca el autor, yo lo resignifico con humor, que es el lenguaje que manejo. Es también una manera más accesible de acercar estos temas, sin culpa, sin moral, sin tanto cuidado, poder reírnos para poder también pensar sobre lo que está pasando desde hace miles de años”.
El humor es precisamente el lenguaje que Chamé Buendia sabe manejar con maestría. Al respecto, cuenta que trabaja con tres partituras: la del texto, la del cuerpo del actor y la del trabajo con objetos. La adaptación respeta el texto original, traducido por él mismo, y se mezcla con chistes y frases que surgen durante el proceso de ensayos. En segundo lugar, el trabajo corporal lúdico es una de las características principales de este género teatral. “El clown es parte de un lenguaje donde el teatro tiene más que ver con lo lúdico que con lo psicológico. La capacidad técnica de precisión rítmica y de los juegos que genera el cuerpo es lo que hace a la verdad de este lenguaje”, explica. Ante esto, el espectador se moviliza y sale modificado a partir de lo que ve “porque hay una conexión con un alma más infantil y lúdica”.
Por último, los objetos adquieren un lugar importante en la puesta, son un “partener escénico que participa de manera imaginativa” y que a partir del vínculo con el actor se resignifican. Así, “un cubo apilado a otro cubo puede ser un castillo, un acantilado, una habitación. El actor sabe qué es y el espectador lo imagina”, detalla Chamé Buendia.
Shakespeare —sostiene Gabriel Chamé Buendia— está en lo más alto de cómo escribió sobre la condición humana. A veces me hago la pregunta de si en el fondo nosotros no somos un desastre y en quinientos años no pudimos cambiar nada.
Más allá del paso del tiempo, la tragedia de Othelo sigue vigente por los temas que coloca en escena: la violencia contra la mujer, el femicidio, el racismo, la corrupción y el engaño. “Todo sigue exactamente igual en el nivel de abusos de poder, la violencia machista, el poder sobre los débiles, la corrupción. Shakespeare está en lo más alto de cómo escribió sobre la condición humana. A veces me hago la pregunta de si en el fondo nosotros no somos un desastre y en quinientos años no pudimos cambiar nada”, reflexiona el director y dramaturgo.
Una puesta que se aleja tanto del realismo como forma de representación como de la solemnidad, característica de muchas otras versiones. Sin descuidar la tensión dramática y respetando el texto original, la versión de Buendia apela a lo lúdico y a la capacidad de imaginación del espectador en una mixtura que deja entrever que la tragedia y la comedia están mucho más cerca de lo que pensamos.
Tres obras de Shakespeare que nos siguen interpelando y que colocan en escena temas que nos atraviesan socialmente. Desde los vínculos familiares, el lugar de los afectos y la imposibilidad de comunicación entre jóvenes y adultos, hasta la violencia machista y los abusos de poder, pasando por la mentira, la corrupción y la discriminación, la prosa del dramaturgo anglosajón supo capturar las fibras más íntimas de mujeres y varones. Si las cuestiones y problemáticas se resignifican es porque permanecen más allá del tiempo. Sus textos entonces nos seguirán leyendo como seres humanos.
* La fiesta del viejo
Metropolitan Sura. Av. Corrientes 1343
Martes a las 20.30
** Ojalá las paredes gritaran
Metropolitan Sura, Av. Corrientes 1343
Martes a las 21
*** Othelo, termina mal
Caras y Caretas. Sarmiento 2037
Sábados a las 22.30, hasta el 28 de marzo
Fuente: Infobae