Los Puentes de Madison existen. No solo deambulan aún en la cabeza o el corazón de una generación de románticos que amaron la película de Clint Eastwood y Meryl Streep. Aquellos puentes de madera techados, rojizos, testigos de la inolvidable historia de amor de un fotógrafo de la National Geographic y un ama de casa pueblerina, todavía existen, intactos. Se ven, se tocan, se cruzan y aún hoy, a 25 años del estreno de la película, miles de viajeros siguen llegando a este rincón de Estados Unidos para comprometerse, casarse o jurarse fidelidad eterna.
El principal centro urbano del condado de Madison, en el estado de Iowa, es Winterset. Conocer este pueblo es paladear uno de esos típicos lugares perdidos de la América profunda, rodeado de maizales amarillos y cielos celestes, con avenidas anchas, un cine con cartel de neón, una estación de servicio, apenas alguna persona en la calle y el tiempo en un irremediable suspenso. Hoy es todo más blanco porque es invierno y acaba de nevar.
Ayer y hoy. Streep y Clint, hace 25 años, en pleno rodaje, en verano. Hoy, en invierno, el paisaje luce nevado pero la magia está intacta.
En Winterset apenas hay un semáforo para sus 5.200 habitantes. Pero sí, es justo ese semáforo, en esa esquina de la dramática escena donde Robert Kincaid (Eastwood) desciende de su vieja camioneta verde y, empapado bajo la lluvia, suplica con la mirada a Francesca Johnson (Streep) para que deje a su marido y se vaya con él. En ese interminable y decisivo minuto de luz roja se sentencia el destino de ese romance, “prohibido” para los ojos de este pueblo en los años 60.
La historia comenzó con una novela. En 1991, Robert James Waller, profesor de economía de la Universidad de Iowa, y vecino de la zona, decidió despuntar su afición por la fotografía en los pintorescos puentes del condado de Madison, varios de ellos construidos con techo hacia fines de 1800 para proteger el piso de madera de la intemperie porque en ese entonces era más fácil y menos costoso reparar la parte superior.
Unico semáforo del pueblo. En Winterset hay 5.200 habitantes y este sólo semáforo donde se filmó la dramática escena donde se sentencia el destino del romance «prohibido».
En ese instante se le ocurrió la novela que terminó escribiendo en apenas 15 días: un fotógrafo llega en 1965 al conservador condado de Madison para retratar los puentes y conoce casualmente a una ama de casa nacida en Italia, de 45 años, que estaba sola porque su marido y sus dos hijos se habían ido por cuatro días. El desconocido le pide que lo ayude a encontrar al puente Roseman y ella decide acompañarlo, a pesar de que al principio desconfiaba de ese hombre del pelo largo y aire desenfadado. Pero la conexión entre ambos, aunque de mundos diferentes, es fulminante.
Ella lo invita a cenar a su casa con un mensaje clavado en el puente y él acepta, a pesar de que ambos saben que las habladurías en el pueblo podrían ser implacables. La cena termina en baile y todas las barreras caen poco después. El apasionado romance dura cuatro días, mientras ella lo acompaña a fotografiar los puentes. Cuando vuelve su marido, tiene que tomar la decisión de quedarse o irse con ese hombre que llegó para revolucionar su vida de mujer madura y asentada.
La historia termina mucho tiempo después, cuando ella muere y los hijos descubren una carta que les dejó, con algunos objetos del pasado, y pidiéndoles que esparzan sus cenizas en el puente Roseman, donde había conocido a su gran amor.
Todo igual. En el restaurante de Winterset se filmó una de las escenas, donde el fotógrafo Kincaid va a tomar una cerveza y escucha las habladurías de los comensales. En las paredes hay fotos que recuerdan el momento.
A pesar de ser un relato simple, la novela tuvo un impacto arrasador. En pocas semanas se convirtió en best seller de The New York Times y permaneció entre las más leídas por más de un año. Con millones de ejemplares vendidos en el mundo, fue uno de los grandes éxitos del siglo XX.
Gente de todo el país comenzaba a llegar a Winterset para conocer los famosos puentes. Con gran visión, la productora de Steven Spielberg había comprado los derechos de la novela incluso antes de ser publicada. Le atrajo, sobre todo, que los protagonistas fueran de mediana edad: “La gente tiene el potencial de enamorarse, siempre. Uno no sabe qué tiene guardado el destino”, dijo.
Diane Lair, de 83 años es una vecina, profesora jubilada, que oficia de guía en un recorrido por los rincones de este condado. “Si la novela nos hizo famosos, con la película fue mucho más”.
Corría 1994 y Clint Eastwood, entonces de 64 años y con un Oscar encima por “Unforgiven”, llegó a Winterset como productor, director y protagonista de la película junto con Streep. Antes se habían barajado otros nombres como Susan Sarandon, Isabella Rosellini o Catherine Deneuve, pero el director se inclinó por la versátil actriz de “La Decisión de Sophie”.
“Fue una revolución en el pueblo”, cuenta Lair, y agrega unas anécdotas. “La producción buscaba la casa que sería la de Francesca. Cuando encontraron una que les pareció ideal le ofrecieron al dueño mucho dinero, pero él no aceptó porque no quería que su hogar fuera escenario de un adulterio”. Y dijo que finalmente tuvieron que alquilar una desvencijada y llena de ratas que debieron reparar especialmente para la película.
Esta casa aún existe –allí se conocieron los futuros amantes- y solo se ver desde lejos porque sufrió un incendio y ya no se organizan visitas. Un cartel advierte “No pasar” a los curiosos.
La joya del condado es el puente Roseman. En ese lugar fue donde se filmaron la mayoría de las escenas de exteriores y donde Robert le tomó miles de fotografías a Francesca, que comenzaba a cambiar sus ojos tristes por una mirada vivaz.
El puente del amor. Desde todo el mundo llegan enamorados para casarse acá. Gentileza Teddi Yaeger Photography
El lugar tiene algo mágico. Si bien la película fue rodada en verano, cuando el sitio está cubierto de flores, la nieve le brinda al puente un aura especial, una pátina solemne y misteriosa a la vez. El Roseman fue construido en 1883 y tiene un techo abovedado cruzado de viejos y robustos listones de madera. En la entrada y la salida hay paneles pintados de blanco, donde en la antigüedad los vecinos solían dejarse los mensajes, y donde Francesca le dejó el suyo a su amor. Hoy están cubiertos de corazones tallados con nombres de parejas que visitaron el lugar. Un hereje osó pintar un “Trump”. Los viajeros vienen de todo el mundo, aunque muy pocos desde nuestro país. Según los registros de la oficina de Turismo del condado, en 2019 solo un argentino estuvo de visita.
El Roseman es uno de los sitios favoritos para celebrar el amor. Por la “Avenida Francesca” (en honor a la protagonista) llegan fans de la película a comprometerse o casarse desde Japón, Europa o de cualquier rincón de Estados Unidos. Pueden contratar un juez de paz que oficie la ceremonia directamente en el puente y algunos lo decoran con flores. Casualmente, comenta Lair, muchos de ellos son “amores maduros”, como el de los protagonistas, o segundas nupcias. ¿Será que nunca es tarde para el verdadero amor?
Lair conoció de cerca a Eastwood y Streep porque su finca alberga otro de los puentes en donde se rodó la película. Se trata del Holliwell, construido en 1880, que cruza un río lindero a su propiedad. “Estuvieron cuatro días aquí. Ella llegó con su guardaespaldas y entre escena y escena se sentaba a tejer acá, junto a la tranquera”, señala. Se cuenta que la actriz, hábil tejedora, terminó una manta completa en las pocas semanas que duró el rodaje.
Ni Streep ni Eastwood se alojaron en el pueblo (en realidad hay un solo hotel allí) sino en Des Moines, la capital del Estado, a una media hora de Winterset. Los lugareños cuentan que era bastante difícil acercarse a los protagonistas, que parecían muy compenetrados en sus papeles. Pero todos los vecinos querían participar en la película: se ofrecieron como extras, prestaron sus autos antiguos y ayudaron en tareas insólitas como ofrecer las autobombas del condado para simular la lluvia en la escena del semáforo.
Un rincón emblemático de los Puentes de Madison.
En el restaurante de Winterset se filmó una de las escenas, donde Kincaid va a tomar una cerveza y escucha las habladurías de los comensales. El lugar hoy se ve intacto, igual que en la película, y en las paredes hay fotos que recuerdan el momento. También se ven cartucheras de cowboys y estrellas de sheriff que pertenecieron a John Wayne porque en este pueblo también nació, en 1907, el famoso rey del Western.
Una mujer entra al lugar, no dice ni buenos días y dispara presurosa lo único que le importa: “¿Dónde se sentó Clint?”. La camarera le muestra con una sonrisa la banqueta donde él se instaló para filmar la escena y la turista, recién llegada de California, obviamente quiso instalarse justo allí. “Vine de visita porque amé la película”, cuenta.
Un amor «eterno» de cuatro días. Ella, casada. El, un fotógrafo con mucho mundo.
Pasan los años y la historia sigue conmoviendo al pueblo, que tiene el alma en sus puentes. ¿Están de acuerdo con la decisión que tomó Francesca? “Todavía se debate aquí y depende de quién te responda, si la vieja generación o los más jóvenes”, dice Lair. La historia de un romance de cuatro días tan intenso como inolvidable se terminó de rodar en solo 42 días y Streep se llevó una nominación al Oscar como mejor actriz. A 25 años del estreno de la película, la vecina sonríe y reflexiona sobre el destino de ese amor: “No sé. Yo soy más bien de pensar que los sueños, al final y pese a todo, hay que cumplirlos”.
Fuente: Clarín