Juglaresa. Así se definía María Elena Walsh cada vez que le preguntaban por su oficio. Y la definición no era errada: María Elena respondía a esa tradición de artistas itinerantes que iban divirtiendo por igual a la gente común o a las cortes imperiales, diciéndoles con humor aquello que los poderosos no querían escuchar. Poeta, cantautora, artífice de la reinvención más radical que tuvo la literatura para niños en nuestro país, autora de creaciones memorables para el imaginario colectivo como la tortuga Manuelita, la reina Batata o el elefante Dailan Kifki. También, impensada performer de mitad del siglo XX que se paraba en el Crazy Horse, mítico cabaret de París, para cantar bagualas junto a Leda Valladares. Y monologuista en el Maipo, rodeada de vedettes cubiertas de purpurina. Y polemista desde las páginas de diversos medios. Y feminista avant la lettre mucho antes de los pañuelos verdes, que desde las páginas de la revista Humor escribía textos como “Sepa por qué usted es machista” apenas iniciados los ochenta. Y protagonista de amores secretos por otras mujeres que su discreción y la pacatería de la época obligaban a mantener en los pliegues de su vida privada. Todo eso era y es María Elena, nacida el 1° de febrero de 1930, en un hogar de clase media de Ramos Mejía.
En el marco de los noventa años de su nacimiento, sen reconstruyó su vida a partir del testimonio de otros artistas que la conocieron, que fueron influenciados por su obra o ambas cosas. Todos ellos acuerdan en algo: Walsh reiventó el concepto de lengua popular, la puso en diálogo con la profundidad del folclore norteño y con tradiciones de todo el mundo. Entre ellas, las nursery rhymes, que su padre de ascendencia inglesa –era empleado ferroviario– le leía durante la infancia y la fascinación algo posterior por Lewis Carroll y su universo del sinsentido convertido en materia literaria. Con el tiempo, complejizó esa palabra influida por poetas como Rimbaud y Edgar Lee Masters, tras un viaje iniciático por Estados Unidos, invitada por Juan Ramón Jiménez. Y es que cuando tenía apenas 17 años publicó su primer libro de poemas, Otoño imperdonable, y se transformó en una niña mimada de la intelectualidad local.
Vínculo creativo. Con Leda Valladares y su binomio artístico que triunfó en París. Juntas, investigaban las raíces del folclore.
Pero, según dice Gabriela Massuh, autora de Nací para ser breve, un libro que recopila una larga entrevista que mantuvo con María Elena en 1981, Walsh no se sentía cómoda en ese lugar. “Ella tiene un verso que dice ‘me humilla la sagrada permanencia’. Y eso es clave para su viraje. Toda su estadía en París a mitad de los ‘50 implicó volver a jugar con lenguaje ya no desde la sagrada permanencia, sino desde una poesía irónica, inteligente y satírica, un modo de reencontrarse con las palabras”, explica Massuh. Así evoca, además, el momento donde María Elena conoce a Valladares, tras un intercambio epistolar. Juntas se fueron a Europa y volvieron para seguir de gira por Argentina, triunfales, mientras investigaban las raíces del folclore local y las ponían en escena.
“Soy hija de Jeanette McDonald y Nelson Eddy, de Fred Astaire y Ginger Rogers”, le contó a Alicia Dujovne Ortiz, su primera biógrafa. Sergio Pujol recuperaría esas palabras y una serie de largas entrevistas que mantuvo con María Elena, para escribir Como la cigarra, biografía publicada en 1993, ampliada y reeditada en 2011, tras el fallecimiento de la escritora, el 10 de enero. “La gran invención de ella es la canción infantil de autor en Argentina y en América Latina”, dice Pujol. Y agrega: “Hacia 1968, cuando ya había presentado en sociedad espectáculos infantiles muy innovadores como Los sueños del Rey Bombo ella vuelve a hablarle a un público adulto con Juguemos en el mundo. A través de las creaciones de esa época, ayuda a consolidar las bases de la nueva canción argentina, donde llegaron Susana Rinaldi, Mariquena Monti, Nacha Guevara, Mercedes Sosa y los pioneros del rock argentino. Así de amplia es su influencia”.
En 1982. Espectáculo en el que Susana Rinaldi cantaba letras de Walsh y María Herminia Avellaneda se encargaba de la puesta en escena.
Otro dato más: Juguemos en el mundo devino el primer largometraje filmado por María Herminia Avellaneda, en 1971, con quien Walsh armó otra gran dupla creativa. De hecho, había sido ella quien impulsó a Walsh a escribir sus primeros libretos para teleteatro o para programas infantiles. Las dos tuvieron una historia sentimental y cuando terminó, continuaron siendo grandes amigas. Tras la recuperación democrática, crearon junto con Susana Rinaldi el programa televisivo La cigarra. Si bien el programa tuvo un éxito relativo, era toda una novedad tres mujeres polemizando sobre la actualidad como protagonistas y no como figuritas de decorado.
Reunión. Una toma compartida con la gran fotógrafa Sara Facio, su última compañera, y el ensayista Juan José Sebrelli.
La obra infantil de María Elena, que la hizo reconocida en el mundo entero con títulos como El reino del revés o Zoo loco, resulta tan cuantiosa como singular. María Teresa Andruetto, ganadora del Premio Hans Christian Andersen (una suerte de Oscar que se le entrega a los autores de literatura para chicos) afirma: “María Elena es el corazón mismo del canon de la literatura destinada a niños. No sé si tuvo intención de convertirse en escritora para chicos pero su búsqueda poética la llevó a poner en diálogo la tradición y la novedad a través de la rima, la copla y personajes que no eran políticamente correctos. Es posible decir que el campo de la literatura infantil en nuestro país empieza con ella como faro. Nuestra cultura habla a través de su palabra”.
“Como compositora ya está a la altura de formar parte de la memoria colectiva hasta el punto de que se olvide su nombre. Es una Violeta Parra menos étnica, una protectora de la reserva ecológica del ‘argentino’”, dijo de ella María Moreno. Algo similar a lo que señala Diana Bellessi sobre esta artista que además es autora de una vasta discografía: “Que aún hoy nos conmuevan versos como los de La cigarra o Barco quieto te dan una certeza de lo grande que ella fue”.
Reconocida por Raúl Alfonsín. En su presidencia, la designó miembro del Directorio del Consejo para la Consolidación de la Democracia.
“¿Vos leíste su poema Complicidad de la víctima? Bueno, ahí tenés el feminismo de María Elena, que no era nada complaciente. Muchas mujeres, inclusive amigas, critican las posturas de las chicas actuales, que a mí me parecen fantásticas. Y que a María Elena la hubieran puesto muy contenta”, dice la enorme fotógrafa Sara Facio, a quien Walsh calificó sin vueltas como su “gran amor” en su último libro, Fantasmas en el parque, publicado en 2008. Sara agrega: “Su obra siempre estuvo un paso adelante. Defendió su lugar como libre pensadora. Y también pagó un alto costo por alejarse de la poesía académica. Detestaba toda solemnidad, todo encasillamiento. Porque sentía que lo importante era hacer poesía para todo el mundo. Eso mismo hizo Bob Dylan, por ejemplo, otro juglar”.
Tres personalidades evocan a la autora de Zoo loco y El reino del revés
Sara Facio
Nos vimos por primera vez en el ‘55 en París. María Elena estaba cantando con Leda y yo le llevé una carta de un amigo común. Diez años después, nos encontramos acá cuando ella hizo un espectáculo en el teatro Regina, donde yo hacía fotos. “¿Usted es Sara Facio? Yo creí que era una vieja”, me dijo, aunque resultó que ella y yo tenemos poca diferencia de edad. Fue muy gracioso. Es que María Elena conocía mucho a fotógrafas como Grete Stern y Annemarie Heinrich que eran señoras mayores. Entonces se creyó que yo también lo era. La obra de María Elena siempre estuvo un paso adelante. Ella dijo mucho antes que lo dijeran otros lo que había que decir aun enfrentando prohibiciones políticas fuertes. Siempre fue valiente y ese es uno de los rasgos indicativos de su personalidad. Por eso la admiré tanto: nada más importante que una persona íntegra y libre. Cuando ella dijo en plena dictadura que acá había censura para los artistas, nadie lo había dicho, ni siquiera los exiliados eran capaces de hablar de la dictadura como habló María Elena en Buenos Aires. Y lo publicó en Clarín. En cuanto a la obra para niños, es importante subrayar que ella trataba a los niños como personas. Le molestaba mucho que los adultos les hablaran con esa vocecita ‘dadadada’. Lo odiaba. Una vez íbamos caminando por Florida y un hombre le decía a su hijo «vení, papito». Ella se le planta: «¿Por qué le decís papito al nene? El papito sos vos y parece que no te enteraste». Podía ser muy contenida y muy british en sus modos pero decía lo que había que decir.
* Fotógrafa, compañera de María Elena, directora de la Fundación María Elena Walsh.
Jairo
Nos conocimos en 1972 en la Editorial Lagos, por la calle Talcahuano. Como a los dos nos gustaba la pintura y el dibujo, ella había estudiado arte en la Escuela Manuel Belgrano, terminó esbozando una canción llamada Los dibujitos. En España nos volvimos a encontrar y allí empezamos a componer juntos. Tenía una inclinación natural para la música y también, una búsqueda original y elaborada del lenguaje. Ella no escribía pensando en chicos o adultos: simplemente, lo hacía. Pero sí diferenciaba canciones y poemas, no le gustaba mezclar. A la vez, arropaba cada canción con un estilo. Canción para tomar el té tiene evocaciones orientales distintas de La chacarera de los gatos. Admiraba y conocía tradiciones musicales de todo el mundo.
* Cantante y compositor. Junto a María Elena compusieron canciones como “El valle y el volcán” “Dibujos”, “Vidalita porteña”, y “Queda tan lejos”.
Diana Bellessi
En los ’80, María Elena me llamó para que tomara la cátedra de cancionística en Sadaic, donde ella colaboraba estrechamente. Mi tarea era enseñar a escribir letras de canciones. Esos fueron años de darles clases a varios músicos, recuperando tradiciones clásicas como el Siglo de Oro o el modernismo. Si no se conoce la tradición, sabíamos ella y yo, no se puede escribir bien. Lo clásico también es popular. Preguntale a Quevedo si no era popular. Yo creo que los mejores poemas de María Elena son las letras de sus canciones. Que aún hoy nos conmuevan versos como los de La cigarra o Barco quieto te dan una certeza de lo grande que fue.
* Poeta, traductora. Con María Elena mantenían largas conversaciones en torno a la poesía.
Fuente: Clarín.