Amante de las novelas y los cuentos, Ayelén Varela Gómez se tiende boca abajo en la arena para disfrutar del sol y la lectura de Caballo de Fuego, de Florencia Bonelli. «Empecé con París, el primero de la trilogía» cuenta a LA NACION sobre sus primeros pasos en esta saga en la que el protagonista es Elíah, el señor de la guerra. Llegó a este título -cuenta- luego de haber leído, de la misma escritora cordobesa, Me llaman Artemio Furia. «Me encanta como describe personajes, paisajes y contexto histórico, leo en modo película», reconoce esta licenciada en Relaciones de Trabajo, oriunda de Quilmes y de vacaciones en Playa Grande.
A pocos pasos de ella aparece esta ciudad balnearia en medio de una historia escrita por Gloria Casañas, otra autora del mismo género. La canción del mar se llama la obra que disfruta Nancy Cepeda, de San Fernando. «Es un préstamo que me hizo mi mamá y está más que interesante», destaca de esta novela histórica que lleva como subtítulo «Una historia de amor en el dorado inicio de Mar del Plata (1880-1890). «Me gusta mucho leer de historia argentina y más a través de un buen relato», destacó.
Con lentes para sol y otros de lectura superpuestos, Flavio Angelini no levanta la vista de Las cruzadas, de Thomas Asbridge. «Es historia pura, y amo la historia, sobre todo si está bien contada como lo hace este autor». Dice que es su forma de viajar al pasado y lo hace desde la arena, en vacaciones. «Vengo a la playa, dejo a la familia en la carpa y dedico todo mi tiempo a la lectura», explica a LA NACION este ingeniero en electrónica marplatense que elige y compra sus libros. «Para leer tiene que ser en papel», insiste sobre esa sensación especial que no logra alcanzar desde un soporte digital.
La capelina que lleva puesta Alicia Legman evita el reflejo del sol sobre las páginas de Dos chicas de Shangai, de Lisa See, que lee bien cerca del mar. «Me lo recomendó una amiga en la que confío mucho en temas de lectura». Lo había empezado ya, lo retoma en estos días de descanso y espera terminarlo antes de regresar a Santa Fe. «La playa es un ámbito tranquilo para leer». Cuidadosa del libro que tiene en manos, le forró la tapa con una hoja de revista. «Los míos los leo, los rayo, pero los prestados se conservan», insiste.
Recién llegada de Buenos Aires, Micaela Herzkovich avanza sobre las primeras páginas de Meretrice, de Lola Nieva. «Me encantan las novelas de amor», expresa sus gustos literarios, que mantiene aun cuando llegó con amigas y planes de mucha diversión. Antes había completado la trilogía Culpa mía-Culpa tuya-Culpa nuestra, de Mercedes Ron. Con ella está Rosario Remenar, también de Capital Federal, lista para iniciar Los crímenes de Alicia, de Guillermo Martínez. «Lo compré para empezarlo aquí, en Mar del Plata, en los horarios de descanso», cuenta. Estudiante de ingeniería en sistemas, se permite una oportunidad para leer este policial. «Espero sea tan lindo como imaginé», indicó.
Sobre la arena de Pinamar
Las hojas no se vuelan con el viento que viene desde el Atlántico. Apenas dobla un poco la punta de las páginas gracias a que Rita Leskow, de 70 años, sostiene los extremos del libro con sus pulgares. Está leyendo Opinar desde el llano, de Susana Esther Soba, que es una recopilación de sus artículos de opinión escritos entre 1993 y 2003. «En la ciudad no leo porque no tengo tiempo y a la noche no tengo ganas; miro televisión y me entero de los que pasa. Trabajo en una inmobiliaria, así que ahora, en vacaciones, es el único momento que puedo leer. Por lo menos dos libros «, dice.
A unos metros, acostados sobre unas reposeras, están Adolfo Cordonier, de 55 años, y Laura Suárez, de la misma edad. Son marido y mujer; también son lectores voraces. Él, médico, lee The pleasure trap, de Alan Goldhamer. «Es un libro en inglés sobre medicina ortomolecular. Habla de que todas las enfermedades son ocasionadas por la alimentación. Esto trata de por qué el cerebro humano cae en la obesidad. Este tipo de medicina consiste en tratar las enfermedades con moléculas de los propios alimentos», explica. Su esposa elige un clásico, La novela de Perón, de Tomas Eloy Martínez. «Me encanta leer en la playa. Nos vinimos una semana y me traje dos libros, pero llegué a leer seis en unas vacaciones», dice Suárez con los pies en la arena de Pinamar.
También en una reposera, pero no tan recostado, está Santiago Silva, de 40 años. Él optó por un libro del psicoanalista Gabriel Rolón, el autor que lidera los ránkings de ventas en las cadenas de librerías este verano. «Se llama El precio de la pasión y hace un recorrido histórico citando a autores, mitos griegos y casos clínicos para explicar los distintos vínculos atravesados por pasiones muy fuertes, de amor o de odio. Yo leo mucho, para mí las vacaciones son sinónimo de lectura. Leo de a tres libros a la vez».
Unos metros más hacia el norte está Sergio Calle, de 57 años. De lejos pareciera que está mirando la pantalla de un celular, pero en realidad lo que sostiene en su mano es un ebook. Ahí tiene unos cuentos cortos de Sherlock Holmes, que lee mientras escucha la música de Iggy Pop. «Leo en este aparato porque hay que cuidar el ambiente. Me encanta el papel, pero eso quiere decir talar árboles, por eso estoy tratando de acostumbrarme a leer acá», dice.
Fuente: Darío Palavecino y Alejandro Horvat, La Nación