Charlie, heredó una fábrica de zapatos de su padre que está al borde de la quiebra y tratando de estar a la altura de legado y salvar el negocio familiar encuentra inspiración en Lola, una artista del transformismo qué necesita unas botas con altísimos tacos aguja resistentes para la dura tarea sobre los escenarios.
En la medida que trabajan juntos en busca de ese ideal irán descubriendo que tienen más cosas en común de lo que cualquiera podría pensar, y también que cuando uno cambia su opinión sobre alguien también puede modificar su propio mundo por completo.
La pieza ganadora de los premios Tony, Grammy y Olivier, está inspirada en hechos reales, tiene libro de Harvey Fierstein, en versión de Fernando Masllorens y Federico González del Pino, con letras de las canciones de Lauper en español de Marcelo Kotliar dirección y coreografía de Pashkus, quien eligió para los personajes de Lola/Simon y Charlie a Bossi y Dente, respectivamente.
“La obra original discurria cerca de Londres pero en esta preferimos no decir puntualmente dónde se desarrolla. Sin embargo la argentinidad de Martín es muy grande y yo la fomento. Hay gente a la que le gustará menos, pero no puedo correr a Martín de su identidad, nadie puede hablar con ese gargantismo de barrio como él”, avisó Pashkus.
El coreógrafo y director nacido hace 64 años en Buenos Aires, defendió esas licencias para con el actor y humorista porque “a partir de ese lenguaje desacartonado, absolutamente suelto, respetando el tempo de su forma de hablar, elegí que el sonido del drag sea más masculino que el de Simon, la otra cara de Lola”.
Periodista: ¿Cómo nació la idea de convocar a Martín Bossi?
Ricky Pashkus: Siempre le preste atención a Martín Bossi por su talento y su predisposición y en diciembre de 2018, cuando ya tenía el proyecto de «Kinky Boots» en la cabeza, un amigo me pregunta por qué no ofrezco a el papel de Lola.
P: ¿Cómo siguió?
RP: Yo estaba haciendo «Chorus Line», y él su espectáculo y lo encontré en las oficinas de sus representantes de entonces. «¿Qué chances tenés de poder hacer ‘Kinky Boots»», y me contestó que sí y yo le dije que todavía no teníamos ni plata ni nada. Le pregunté si conocía la obra y me dijo «No, pero me la contaron, vi la película y la quiero hacer». Nos fuimos a Broadway con un grupo de gente, la vimos todos y mientras la veía me decía «Yo la hago, yo la hago». Fue un acto de sinergia y sincronía. Hace muchos años, con Enrique Pinti me pasó algo parecido, que estaba de alguna forma cansado de los unipersonales y yo le propuse hacer «Los productores» y después «Hairspray».
P: ¿Hubo un viaje?
RP: Con Martín fuimos a Estados Unidos a tomar clases y le empezó a encantar el género musical. Estaba en una actitud muy hermosa de trabajo, y con la incorporación de Dente entendió sin problemas lo que significa compartir.
P: ¿Es un encuentro de obsesivos con el trabajo?
RP: Esa es la palabra, obsesivos. Porque yo en los ensayos tenía miedo de lo que pasaría, porque lo conocía y él me alertaba mucho sobre su propio carácter. Y yo le decía «mira que yo soy peor que vos» pero no me creía. Vos podes superar la obsesión del otro y eso lo contiene o podés ser obsesivo por cosas diferentes en cuyo caso uno crítica al otro. Apenas empezamos Martín me disipó todo miedo de que esto sucediera, porque mi obsesión es matadora.
P: ¿Cómo se encara una superproducción en tiempos de crisis?
RP: Con locura. Me asocié con Florencia Masri por locura. La pregunta que uno se puede hacer siempre es “¿Podemos perder?” y la respuesta es “sí”, “¿Se puede empatar?”, también sí, y la última es “¿Podemos ganar?” y es quizás. Las chances de ganar dependen del dólar, si metemos menos miles o más miles de espectadores. En ese frágil margen está la diferencia.
P: ¿Por qué lo hace?
RP: Mi padre siempre me decía que si cuando hay una crisis y todos no lo pueden comprar vos si podés, comprá. Ante la angustia la mayoría de la gente se paraliza. No hay nada que me asegure nada, todo promete problemas económicos, pero también me ayuda la pasión, la obsesión similar a la de mi padre. Esto es trabajo para unas 80 personas y hay pocos placeres mayores al de ofrecer una situación que implica trabajo. Me siento feliz.