Un café en San Luis, una feria americana en Santiago del Estero o una casa en medio de los Valles Calchaquíes: donde no hay museos ni circuitos consolidados, surgen nuevos espacios gracias al tesón de los artistas. El arte contemporáneo sigue ampliando sus redes en la Argentina, gracias a sus nuevos espacios autogestionados. Efímeros y vitales, estos centros generan redes y proyectos, en permanente transformación y crecimiento. Plantan bandera en lugares no ortodoxos, para que el arte no tenga límites.
Este es un terreno para pioneros. En San Luis, Proyecto Leche dice ser el único espacio para el arte contemporáneo en la provincia. «No existen galerías ni universidades de arte», dice su creadora, Celestine Bazán, que hace dos años abrió esta galería y espacio de capacitación y ya tiene una sucursal en Córdoba. «Comenzó adentro de un café porque invitar a una galería de arte resultaba acá demasiado intimidante. Los artistas exponían a cambio de dar una charla o un taller. Se empezó así a crear público y con un grupo de artistas se fundó la Asociación de Artistas Visuales de San Luis. Hay más de 300 artistas en la provincia», cuenta. Ahora la galería se mudó a un espacio propio, un galpón cerca del centro de la ciudad.
Las nuevas locaciones de arte se abren a puro pulmón de jóvenes que, en la mayoría de los casos, destinan parte de sus ingresos en otros trabajos para sostener un lugar para mostrar, vender y encontrarse. Suelen durar algunos años, hasta que los artistas gestores consolidan sus carreras e ingresan en galerías de Buenos Aires o maduran otros proyectos. Es el caso de Montaña en Mendoza, Rusia en Tucumán y Limbo en Corrientes, que migraron hacia otras formas sin casa. Clara Ponce, Gustavo Nieto y Julia Rossetti, los artistas que los encabezaron, siguen con el trabajo en red: la energía sigue circulando, y sus carreras, creciendo.
Nuevos espacios vienen ahora a sumarse al mapa del arte emergente en territorios áridos, donde está todo por hacerse. Muchos de estos emprendedores coincidieron en la sección joven de la feria cordobesa Mercado de Arte, que hizo un trabajo de búsqueda y de capacitación para
futuros galeristas. «¡Es la descentralización de la descentralización!», dice Natalia Albanese, al frente de la última edición. Córdoba es tierra fértil para estas iniciativas chiquitas, ocurrentes y creativas. En la feria tuvieron stands las locales Arde, Astronotus, Colectivo Desorden, Espacio Poética, Intemperie, la AntiGalería de Unquillo, Mercurio y Movimienta.
Hacer un mapa es difícil, porque donde quiera que haya un artista con ánimo emprendedor hace lugar en su casa, comercio o galpón y comienza a germinar la cultura. Es el caso de Casa de Piedra, que nació en 2015 como residencia para artistas en el Valle de Yokavil, Catamarca, en el kilómetro 4247 de la ruta 40. Debutó en la feria de Córdoba en su faceta comercial, con el trabajo del colectivo tucumano El Bondi, que integra el anfitrión de la casa, Roque Manzarás. Con su encanto silvestre, las ruinas que le dan nombre, un curso de agua para aliviar el calor y las puertas siempre abiertas, es paso obligado para artistas en tránsito: «Hay biblioteca y espacio de exposición, y dos convocatorias anuales en verano. Cada artista que pasa por la zona nos visita, así que es también una residencia espontánea. Intentamos federalizarnos», dice Sofía Tarditti, que colabora en redes desde Rosario.
En cambio, Fuga está en el corazón de una ciudad, Santa Fe. Comenzó a funcionar en marzo de 2018 en dos locales unidos de la galería Sol Garden, en la peatonal, para representar a siete artistas locales. «Es una zona muy incipiente en producción artística contemporánea», dice Ezequiel Ravazzani, contador y amante del arte, que dirige el espacio con dos docentes, Cecilia Sosa y Florencia Palacios. «Sostenemos el proyecto con nuestros ingresos. Para hacer exhibiciones, este año organizamos una fiesta, sorteamos obras, y en las muestras dejamos un puesto para colaborar con el arte, una propina», cuenta.
Lo que no se nombra, no existe
La galería santiagueña Mantera es un puesto en una feria americana en La Banda. «Decimos que es una galería porque lo que no se nombra, no existe. Estamos en Santiago del Estero y sabemos lo que significa. Por eso plantamos bandera, aquí empieza. Esto es arte», dice María Rocha, que «agita-dirige». Entre ropa y zapatillas, desde 2016, venden piezas textiles que hacen entre todos. «Nos aventuramos a preguntarnos de dónde viene el dinero para los artistas. Y buscamos pistas. En la feria vendemos muy bien», cuenta.
Actuar de manera comunitaria y colaborativa es una característica de estos espacios. Por ejemplo, Florencia Palacios, de Fuga, Santa Fe, inauguró una muestra en Garra Galería, epicentro de arte contemporáneo en Resistencia, Chaco. En Tucumán está Le Pasaje desde hace ocho años, en Villa Urquiza, vecino de tres barrios vulnerables con los que se integra con actividades y talleres. «Trabajamos con artistas emergentes. Buscamos profesionalizar al artista y al medio «, cuenta Miguel Ángel Vallejo, artista. La galería y espacio de formación Luogo de Rafaela, Santa Fe, en alianza con la rosarina Subsuelo, muestra hasta el fin del verano la obra de Carla Colombo. «Este año la galería funcionó bien en ventas, pero nos ayudan a sostenernos los talleres», dice Sofía Culzoni, anfitriona en un galpón restaurado con buena luz y treinta metros de frente, que hoy son mural de Dino Valentini.
Algunos proyectos resisten el paso de los años. En Valle Viejo, Catamarca, está Castillo desde 2010. Tuvo algunas reencarnaciones y hoy funciona en un espacio simple y diáfano, que es estudio de arquitectura de su director, Germa´n Bormann y sede de la editorial Vivir del Aire. En Salta, La arte funciona desde 2015, cuando la artista Soledad Dahbar se hizo lugar dentro del invernadero de un ex vivero en el barrio El Huaico. Llegó lejos: participó en cuatro ediciones de arteBA y en la última edición se alió con un par mexicano y ocuparon un stand en la Sección Principal. También, fue seleccionada para participar de la feria Swab de Barcelona.
Otros semilleros dieron frutos en la gran feria porteña, arteBA. De Buenos Aires, participaron Bonita, Acéfala, Granada, Atocha, Constitución, Selvanegra y Popa. De Córdoba, The White Lodge e Intemperie. Sorprendieron Lateral, de Tucumán, y NN de La Plata. Y la mendocina Imagen, itinerante y sin sede física, había juntado fondos con una de sus clásicas fiestas de venta de arte, La Imagen Accesible, que ya lleva 35 ediciones.
En el museo MAR, de Mar del Plata, se vio una exposición de otro puñado de espacios nuevos de la provincia de Buenos Aires, fruto de un mapeo realizado durante la Jornada de Mercado de Arte de la Provincia de Buenos Aires, que implicó tres encuentros y capacitaciones en un proceso de tres años. «Comenzó en 2017 como clínica de gestión cultural», dice Melina Berkenwald, que coordinó las actividades. En la lista de participantes estaban Cariño Galería, Damme, Galería Botánica y N/N Galería, de La Plata; Cálamo, de San Nicolás; Factor C, de Bahía Blanca; Intemperie y Ruda, de Necochea; Le Putit Galerie y la ya reconocida Mundo Dios, de Mar del Plata (tiene abierta su convocatoria para un mes de residencia, 12.000 pesos para producción y un estudio abierto), y María Casado, de Béccar.
Hay espacios con casa, como Cálamo, que funciona en una ciudad más industrial que artística, San Nicolás, en una casona del siglo XIX. Tiene dos salas de gran tamaño, un espacio para talleres, un patio trasero donde hay cenas-cine y recitales, y en el galpón del fondo está el taller de Lolo Parigini (integró la muestra del MAR con fondos de una subasta silenciosa). Las directoras, Georgina Ruiz y Andrea Costa, tienen un ideario: «Convocamos artistas que tengan formación continua, producción constante y que se relacionen con otros artistas. Y tenemos una línea de educación».
Intemperie, en cambio, no tiene cobijo. Fue fundado en 2017 en Necochea, es un no lugar y es muchas cosas a la vez: residencia de playa para artistas, concurso de sitio específico en el bosque y en las dunas, «dispositivo social de encuentro para el intercambio de saberes» y activismo performático urbano. «Es una plataforma, cuando hacemos proyectos buscamos un espacio físico sólo para ese proyecto», explica Alejandra Veglio, una de las cinco artistas mujeres que lo crearon. «Es un proyecto nómade, fácil de sostener, con proyectos que enriquecen nuestro trabajo como artistas», cuenta. Como es común en estos espacios, y en estos tiempos, abrazan las redes comunitarias, la naturaleza y lo diverso.
Fuente: María Paula Zacharías, La Nación