Juan Minujín tiene puestos lentes de contacto azules y una sotana negra. Sentado en el banco de una especie de vitrina-glorieta en el hall de entrada del Tiro Federal Argentino, se acomoda el pelo con lentitud y junta sus manos como en rezo, metido profundamente en su personaje.
“Silencio”, pide el director Fernando Meirelles, y un equipo de más de treinta personas acata la orden. No vuela una mosca. “Preparados. Let’s role”, grita el asistente de dirección británico. Ahora, Minujín camina concentrado alrededor de la glorieta, la vista en el piso y los brazos cruzados detrás. Hasta que el brasileño pide que se siente. “Hecho. Corte”. Más que escena, es un insert de poco más de un minuto.
Después de una acotada exhibición en cines, este viernes 20 Netflix estrena Los dos Papas, la película que imagina un encuentro entre Jorge Bergoglio (Jonathan Pryce) y Joseph Ratzinger (Anthony Hopkins) en Roma, y que tuvo a Buenos Aires como una de las locaciones de rodaje. Accedimos a una jornada de filmación de algunas escenas que recuerdan -a modo de flashback- un episodio puntual del cura argentino en tiempos de dictadura militar.
Clarín accedió al rodaje de «Los dos Papas», la película que desde el viernes 20 estará disponible en Netflix.
Es un rodaje multicultural. Se escucha a gente hablando en inglés, en portugués y en español. En esta toma, el Bergoglio joven encarnado por Minujín le presenta otro sacerdote a un militar. Luego, pasan a otra secuencia en un largo pasillo que da a un polígono de tiro. Varios policías militares custodian el lugar. Dos de ellos caminan y se cruzan en el centro del pasillo con Bergoglio y el otro cura, que vienen del otro extremo.
Un reloj antiguo -que bien podría haber sobrevivido desde aquellos tiempos- marca las 13 pasadas. Es la hora del almuerzo y de una breve charla con Meirelles, el brasileño -nominado al Oscar en 2004 por Ciudad de Dios– que dirigió este filme basado en un guión del neocelandés Anthony McCarten (La teoría del todo, Las horas más oscuras y Bohemian Rhapsody).
“Esto que viste recién son inserts. Ahora vamos a filmar el encuentro. Bergoglio se encontró con Massera dos veces. La primera fue muy cortita, y la otra fue un encuentro más tenso. Porque cuando dos curas fueron presos, él fue a la casa de Massera para pedir que los soltaran”, explica el también productor y guionista nacido en San Pablo.
Pryce estuvo pasó por Buenos Aires para la presentación de la película en los cines (Netflix).
-La película se centra en un encuentro entre Bergoglio y Ratzinger, y a partir de ahí, los recuerdos de cada uno. ¿Es un encuentro totalmente ficticio o surge de alguna anécdota o registro?
-No sé si aconteció. Pero si aconteció, podría ser exactamente como lo muestra la película. Porque lo que dicen fue sacado de libros y entrevistas. Lo genial del guión es que McCarten tomó y pegó muchos de sus pensamientos y creó un diálogo. En un primer momento cada uno sienta su posición, entonces se da una confrontación.
-¿Dirigir la película te atrajo a partir de ese guión?
-No. Lo que más me atrajo fue conocer un poco mejor a Bergoglio: su pasado, su pensamiento más a fondo. Es la voz de la Iglesia Católica, la mayor institución del mundo, y está intentando luchar contra la lógica del capitalismo, la economía de capitales.
Después del almuerzo, llega la escena más importante del día, que incluye diálogos. Narra ese encuentro entre el cura jesuita de Flores y Emilio Eduardo Massera, uno de los tres líderes de la junta militar que gobernaba Argentina. “Massera, por favor…”, llama uno de los de producción al actor que interpreta al Comandante de la Armada.
La charla se da en el despacho de Massera. El director repasa una vez más la escena: está en todos los detalles. Un monitor muestra la imagen -sin audio- de Bergoglio reclamándole algo al jefe militar, y saliendo de la oficina dando un portazo. Luego prueban lo mismo, pero cerrando la puerta normalmente.
-¿Desde qué punto de vista se muestra el accionar de Bergoglio en la dictadura?
-Volvemos a esa época sólo para ese momento, para mostrar la historia de los curas que fueron presos porque él, en cierta manera, fue responsable. La Junta no se metía con los jesuitas. Bergoglio sabía de esto, expulsó a estos dos curas de la orden, y por eso fueron presos y torturados. Tenía una gran culpa. Entonces la película es también sobre el perdón y el autoperdón; y para comprender lo que ha hecho y ver dónde está su culpa. La intención era la mejor: quería proteger a los jesuitas, pero cometió un error.
-¿Qué otros momentos de su vida se recuperan?
-Hay flashbacks de cuando Bergoglio tenía 20 años, tenía una novia y pensaba en casarse. Y después vamos a la vuelta de la democracia en Argentina, con Bergoglio como un cura recluido en Córdoba. Para él fue como una penitencia. Cuidaba de curas ancianos: los bañaba, los alimentaba. Parece que era muy cariñoso. Y allí también estudió mucho la teología de los pueblos. Fue cuando tuvo su formación más política. Al menos en la película, es cuando se descubre como el Papa Francisco que conocemos, cuando se transforma en ese Papa.
-¿Qué diferencias encontraste entre Anthony Hopkins y Jonathan Pryce a la hora de trabajar?
Jonathan Pryce y Anthony Hopkins componen a Francisco y Benedicto XVI (Netflix)
-Yo creo que el proceso de Tony (Hopkins) es muy diferente al de Jonathan. (A Hopkins) Le gustan mucho las palabras exactas, no quiere cambiar el guión, pasa como dos o tres meses decorando sus diálogos, las pausas. No le gusta improvisar. A mí me gusta inventar, un poco como el jazz. Y Juan también es así, le gusta intentar cosas diferentes el día de la filmación. Pero a Tony no le gusta nada eso: quiere preparar todo y hacer lo que estaba previsto.
-¿Cómo fue la experiencia de filmar en la Villa 31? ¿Te trajo algún recuerdo de Ciudad de Dios?
-La villa está linda. Tiene mucha energía y se está reformando. Tal vez por eso está mucho mejor que las favelas en Brasil. La gente estaba muy contenta de hacer la película, fuimos muy bien recibidos. Cuando filmé en favelas de Brasil, fue mucho más difícil.
Juan Minujín: «La película tiene una mirada desde el afuera, pero está hecha carne acá»
El Bergoglio joven y el viejo: Juan Minujín y Jonathan Pryce en la presentación de «Los dos Papas» en Argentina. Foto: Movilpress
El traspaso de poder en el Vaticano. Dos visiones de futuro para la Iglesia Católica. Como se dijo, Hopkins y Pryce son las figuras principales que llevan adelante este contrapunto entre Francisco I y Benedicto XVI. En un rol menor, Juan Minujín contó detalles de su participación en Los dos Papas.
“La propuesta me llegó por Fernando (Meirelles). Hicimos un par de lecturas con él y después viajé a Londres a trabajar con él y con Jonathan (Pryce) la transición del personaje, la cadencia en el decir, el acento en inglés de un argentino, el caminar… Digamos, empezar a construir una misma persona”, decía el actor, vestido de cura, en uno de los tráilers del set.
“De Bergoglio hay muchísimo material de archivo a partir de los 60 años. Pero de la edad que yo hago, nada. Y hay pocas fotos de él cuando es joven. Me vi horas y horas de videos en YouTube, tanto de Bergoglio como de Francisco, porque también hay una transición importante ahí que trabajamos”, agregaba.
-¿Cómo fue trabajar con un equipo de producción al nivel de Hollywood y qué pudiste aportarle a la película como argentino?
-Mirá, todo el equipo es de primerísima línea: todos han hecho producciones nominadas o ganadoras de Oscar. El estándar era muy alto. Fuimos corrigiendo cosas desde el decir. Y aportando detalles más precisos de lo que pasaba en los ’70 y en los ’80 en Argentina. Yo era chico, pero conozco perfectamente la historia. Me parece que es una película que tiene una mirada desde el afuera, pero que está muy hecha carne acá. No es una mirada for export de la Dictadura, pasada por arriba. Fernando es un director latinoamericano, Brasil ha vivido una historia parecida a la Argentina con la dictadura. Muchos curas brasileños han sido parte de la teología de la liberación. Con lo cual hay un lenguaje más o menos compartido en algunas cosas.
Fuente: Clarín