¿Cómo digo lo que digo?: La palabra, que es acción, necesita manifestarse con hechos

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Opiniones alrededor de la palabra, de su poder o de su decadencia. Abundan las palabras nobles, de enorme contenido social, que sólo adquieren sentido cuando pasan a la acción.

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El lenguaje verbal, es mucho más que un modo de comunicarse, construye nuestra identidad.

En vísperas de fin de año, entre los saludos que intercambia la gente, la palabra más frecuente es paz. Sin embargo, no alcanza con que resulte una expresión de deseo. Es necesario generar la paz, practicarla, ponerla en marcha. Un auténtico trabajo cotidiano que requiere constancia, justamente, para evitar que la violencia ocupe su lugar.

La palabra es poderosa porque modifica las emociones. Por caso, las ofensas influyen en el estado de ánimo y la autoestima se viene a pique. Estas reacciones confirman que es falso eso de que a las palabras se las lleva el viento. En especial, las crueles, las que dejan huellas profundas y quedan tatuadas en la memoria.

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La palabra no es impune. A menudo, le otorgamos entidad a dimes y diretes que hacen circular los inescrupulosos y, vaya a saber si por chismosos o por cancheros, más de una vez nos hacemos eco de esas críticas, mentiras o juicios desafortunados y los transmitimos. Ayudando, entonces, a que sigan circulando con total impunidad.

Economizar las palabras es un signo de prudencia. Hablamos de más, probablemente, porque no se paga peaje. La palabra es acción. Cada vez que abrimos la boca, estamos manifestando sentimientos y pensamientos. Por eso mismo, conviene que la lengua no funcione más veloz que las neuronas.

Le tenemos tanto miedo al silencio, que no dudamos en llenarlo de palabras vacías de contenido.

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Según las épocas, se instalan palabras que funcionan como un código entre los argentinos. Sólo con pronunciarlas, nos traen a la memoria episodios puntuales de los últimos treinta y tantos años. Desaparecido. Valijas. Avispa. Bolsos. Grieta. Panqueque…

Abundan las palabras de enorme contenido social, que sólo adquieren sentido cuando pasan a los hechos. Empatía, compasión, gratitud, confianza, inclusión, aceptación, equidad. Nos complace decirlas, suenan piadosas, solidarias, enriquecen nuestro vocabulario. El asunto es que no se queden en pura hojarasca. Resulta urgente transformarlas en acción.

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A las palabras basura, oídos sordos. Cuando se las ignora, van sin escalas al contenedor de residuos.

“ Investigaremos hasta las últimas consecuencias”, es una mentira gigante. Provoca rabia, dolor, vergüenza. Habría que multar a quien se atreve a deslizar semejante latiguillo.

Te doy mi palabra merecería repetirse como un mantra.

Para 2020, tan cercano, necesitamos que las numerosas promesas de unión, trabajo, dignidad, infancia con pancitas llenas, constituyan una realidad tangible. Palabra de Honor.

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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación

Talleres On Line

Propongo encuentros grupales en individuales, aptos para todo público, a quienes desean mejorar su capacidad de comunicarse de un modo efectivo y no violento.

Comparto recursos para hacer foco en conductas básicas: respeto, mensaje breve y claro, escucha activa, palabra responsable, que facilitan la convivencia laboral, personal y social.