Hay palmeras, playas y colinas. Hay autopistas y muchos pero muchos autos. Hay un cartel que aparece en muchas películas al que es imposible acceder a pie. Hay muchas estrellas de cine y televisión.
Y también hay temblores, a veces terremotos, que sacuden constantemente al estado de California y que ocasionalmente se sienten en el centro neurálgico de la industria del cine. De todos los días posibles para que Los Ángeles temblara, J.J. Abrams no puede creer que haya sido justo éste. Reunido con un grupo de diez periodistas de todo el mundo, el director de Star Wars: El ascenso de Skywalker, que se estrena el jueves en la Argentina, hace las primeras pregunta cuando la lógica del encuentro indica que debería ser al revés.
«¿Este cuarto también estaba temblando hace un rato? ¿No fue un momento espantoso? Quería confirmar que no fuera sólo yo el que lo estaba sintiendo», dice rápido, como quien dispara más que enuncia las palabras. Aliviado cuando todos confirman que efectivamente el temblor ocurrió y que no se trataba del temido terremoto sino simplemente de la desafortunada geografía de la sala de conferencias (ubicada un piso arriba de la lavandería industrial de este hotel en el corazón de Beverly Hills), el director se prepara, ahora sí, para contestar. Y hay mucho que preguntarle sobre su regreso al universo Star Wars y la responsabilidad de tener que cerrar la saga que comenzó hace 42 años y ocho películas, cuando George Lucas estrenó La guerra de las galaxias, un film plagado de problemas de producción que el estudio Fox vaticinaba sería un fracaso estrepitoso. La película que el propio Lucas-recuperándose de un infarto en plena posproducción-, imaginó como tal desastre que el día de su estreno prefirió escaparse a Hawaii con un grupo de amigos encabezado por Steven Spielberg, acérrimo defensor del film, y, años después, mentor y consejero del joven Abrams. El mismo que ahora, a los 53 años, se sorprende un poco cuando se le pregunta por el beatboxing (imitación de sonidos con la boca principalmente de instrumentos y cajas de ritmos que se utiliza en la música rap) que solía practicar durante el rodaje del Episodio IX.
«¿Quién se los contó?», pregunta entre risas y, sin esperar la respuesta que de todos modos nadie pensaba darle, continúa: «Es una costumbre que probablemente sea uno de los síntomas de mi TDAH (siglas de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) o una expresión de mi nerviosismo. ¿No les pasa que a veces escuchan un ritmo en su cabeza? Vas caminando por ahí con un micrófono en la mano y te das cuenta de que podés hacer los sonidos de un bajo y una batería», se entusiasma el director, que después de trabajar en El despertar de la fuerza creía que su tarea había terminado. Sin embargo, como si se tratara de la trama de una de las películas de la serie, Colin Trevorrow ( Jurassic World: Mundo jurásico), el director contratado para ponerle el moño a toda la saga, fue despedido. La película más importante del universo Star Wars se quedó sin realizador y guionista, pero conservó una fecha de estreno, diciembre de 2019, tallada en piedra por Lucasfilm.
Y así, Abrams llegó al rescate junto al guionista Chris Terrio (ganador del Oscar por el guion de Argo). Ambos, demasiado entusiasmados con la oportunidad de cerrar no solo la tercera trilogía sino de darle una conclusión a toda la saga creada por Lucas, no supieron decir que no. Aun cuando el tiempo corría en su contra y el estudio concentraba sus esfuerzos en las otras historias cinematográficas y televisivas que transcurren en una galaxia muy muy lejana, y que continuarán más allá del final de la saga Skywalker.
«Cuando me sumé al proyecto fue como volver a empezar, pero integrando y continuando lo que hizo Rian Johnson (director de El último Jedi). No tenía ninguna intención de deshacer nada de lo que él había armado. Pero, como saben, las historias tienen idas y vueltas, giros inesperados que implican que las cosas; no siempre se sigue una línea recta», explica Abrams, que insiste que a pesar de tratarse de una de las películas más esperadas por los fanáticos de la cultura popular made in Hollywood, ni él ni Terrio tenían un plan predeterminado cuando empezaron a intercambiar ideas para el El ascenso de Skywalker. Un estilo de trabajo que él mismo admite preferir.
«Si no hubiera trabajado en Star Wars antes, probablemente me habría sido imposible encontrar este final. Y no es que estuviera cien por ciento seguro de lo que hacíamos, pero lo que me enseñó George Lucas cuando yo era chico es que tenés que ir detrás de la mejor idea cuando aparece. De hecho, todavía tengo el póster de Revenge of the Jedi , el primer título de la tercera entrega de Star Wars. Aun cuando habían mandado a imprimir los pósters con ese título, Lucas encontró uno que le gustó más y le puso Return of the Jedi (en la Argentina se estrenó como El regreso del Jedi). En este caso yo tenía una idea de hacia dónde íbamos pero les mentiría si dijera que sabía cada vuelta, cada sorpresa, cada movimiento. Es el proyecto más complicado en el que haya estado involucrado», explica Abrams, un experto en esquivar spoilers y al mismo tiempo -como hizo en muchas de las series de su producción como Lost y Fringe-, encender la mecha de la curiosidad de los espectadores desesperados por pistas sobre lo que vendrá.
«Todo lo que sucede en esta película está indicado en el camino que trazaron los ocho episodios anteriores. Creo que si mirás las nueve películas juntas se plantea una progresión en la historia que va encadenando todo el relato hasta llegar a este final. De alguna manera, se trata de ver el maravilloso trabajo que hicieron Lucas y el resto de los directores y autores y seguir tu instinto, sin preocuparte por lo que piensen los fans», afirma Abrams, insistiendo con la idea de seguir las corazonadas y las decisiones que define como inexplicables, casi como si la Fuerza lo hubiera acompañado en cada paso del proceso. Una sensación que se impuso cuando llegó a una encrucijada que parecía imposible de resolver: cómo integrar al relato a Leia Organa (antes conocida como la princesa Leia) después de la muerte de Carrie Fisher, la actriz que la interpretó durante casi cuarenta años.
Entre luces y sombras
«La historia pedía que Leia formara parte de ella. La decisión de utilizar material ya filmado que teníamos de Carrie no tuvo nada de estrategia de marketing. No había otro modo de hacerlo. Hubo gente…», dice el director y se detiene como si estuviera conteniendo las ganas de insultar a esa «gente» que sugirió que la reemplazaran con otra actriz. «Hay ciertas cosas que no puedo contar», se adelanta Abrams antes de que se le formule la pregunta obvia: ¿ A quién se le ocurrió semejante barbaridad y qué actriz iba a sustituir a Fisher?, fallecida en 2016.
«Si esta habitación siguiera temblando, les diría», bromea el director y continúa: «Sabíamos que no íbamos a contratar a otra actriz ni a reconstruir una Leia digital, y tampoco podíamos decir: «Leia está en otra parte de la galaxia y por eso no aparece». Revisamos el material de El despertar de la fuerza que no habíamos usado y nos dimos cuenta de que teníamos varias escenas de ella que en su momento cortamos porque no encajaban en la película. Entendimos que si escribíamos nuevas secuencias a partir de ese material, Leia podía estar en el film e interactuar con los otros personajes. La verdad es que había muchos que no estaban seguros de si iba a funcionar, pero no nos pareció que hubiese alternativa», explica Abrams.
Según él, la opción era presentar a una Carrie digital, lo que iba a resultar «un desastre». «Así que empezamos a hacer pruebas y resultó evidente que podíamos lograrlo al emparejar la iluminación de la escena nueva con la que ya teníamos de ella. Hablamos con el equipo técnico para que entendieran lo que estábamos haciendo y que se trataba no solo de honrar al personaje sino también de respetar los deseos de la familia de Carrie» detalla el director, que vuelve a mencionar ese escalofrío, esa certeza que los fanáticos de Star Wars adjudicarán a la presencia de la Fuerza, cuando recuerda una escena entre Leia y Rey ( Daisy Ridley) en la nueva película. «Están Rey y Leia juntas en pantalla. Fue fantástico de ver», anticipa emocionado el director, que asumió la responsabilidad y tuvo el privilegio de ponerle punto final a la historia que por generaciones le dio forma a la infancia y la madurez de millones alrededor del mundo.
Fuente: Natalia Trzenko, La Nación