Arun Gandhi es el quinto nieto de Mahatma y recorre la Feria del Libro de Guadalajara cual estrella de rock. Una estrella de rock muy tranquila, eso sí. Está en México porque India es el país invitado de honor a este evento literario, que por primera vez tiene a un país asiático en este rubro. ¿Y qué hace Arun en la feria?Predica la “filosofía de la no violencia”, a través de doce lecciones que le legó su abuelo y que él escribió y publicó en el libro El don de la ira y otras lecciones de mi abuelo Mahatma Gandhi.
El libro tiene todo un recorrido. Él daba charlas en los Estados Unidos hace más de dos décadas y la gente la pedía un texto para seguir leyendo sus reflexiones. En aquel momento, ninguna editorial lo quiso. “A nadie le interesan estas cosas”, le dijeron. A él no le importó y se autopublicó. Vendió algo así como diez mil ejemplares en veinte años. Hasta que una editora vio la veta y se lo llevó para sus huestes, le cambió el título (antes era El legado del amor) y ahora es un best seller.
Arun Gandhi en la Feria del Libro de Guadalajara, 2019 / FIL GUADALAJARA
Según su biografía Arun Gandhi tiene ahora 85 años, pero aparenta muchísimos menos. Le sienta bien su filosofía. Creció en el “ashram” de su abuelo, un remoto asentamiento de meditación y educación hinduista en Sudáfrica, donde nació Arun. Lleva la nacionalidad sudafricana, india y estadounidense.
Tomar la ira como un don suena raro. Pareciera que el mundo está lleno de personas dotadas con el don de la ira. “La ira es común en nosotros y a partir de ella se genera la violencia. Si aprendiéramos a manejarla, bajaríamos mucho los niveles de violencia”, explica Arun en correcto inglés y con anteojos de grueso marco negro.
“La ira es común en nosotros y a partir de ella se genera la violencia. Si aprendiéramos a manejarla, bajaríamos mucho los niveles de violencia“
Una vez, cuando era chico, tenía un lapicito muy pequeño que tiró por el camino de regreso a su casa. Le pidió un lápiz más grande a su abuelo, líder mundial de la protesta pacífica. No fue sencillo. Mahatma, pacifista y promotor de la desobediencia civil, le hizo muchas preguntas sobre el lapicito y lo mandó a buscarlo en plena noche al lugar donde lo había arrojado. La enseñanza fue que incluso en algo muy chiquito hay recursos naturales implicados, desperdiciarlos es violencia contra la naturaleza.
Antes que en la violencia física,Arun hace foco en la violencia pasiva, por caso, el abuso de los recursos naturales del mundo. La filosofía de la no violencia es una herramienta personal: si nosotros cambiamos, el mundo cambia. “A lo largo de siglos, hemos creado una cultura de violencia, con los deportes, la cultura, la religión, los discursos, todo es violento”, reflexiona Arun. Agrega: “La violencia no es un instinto, por eso hay academias militares o de artes marciales, para enseñar a matar”.
Los niños creen –sostiene Arun- que cuando hacen algo incorrecto deben ser castigados. En mi caso, cuando hacíamos algo incorrecto eran mis padres los que hacían la penitencia a través del ayuno porque consideraban que eran unos malos padres y que por eso nosotros nos portábamos mal. Cuando veíamos eso, nos portábamos mejor. En cambio, si nos castigaban, en la siguiente ocasión, simplemente nos íbamos a cuidar de que no se dieran cuenta de que estábamos haciendo algo mal”.
Fuente: Clarín