«¿Te acordás cuando íbamos a bailar a…?», la frase se repite en grupos de amigos y amigas. Es ineludible el viaje a la adolescencia en esos encuentros -ahora- en casas, más tranquilos. Ir al boliche quedó en el pasado para distintas generaciones: los de veintipico que tienen los recuerdos más frescos; los de treinta y algo, que ya olvidan; los de cuarenta, que prefieren no recordar; y hasta los de cincuenta, que hacen el viaje en el tiempo para rememorar viejas épocas. En cada caso, hay una constante: el lugar.
La oferta de locales bailables en la Ciudad de Buenos Aires siempre fue muy amplia, sobre todo desde la década del 80′, tras los tiempos más oscuros de la dictadura cívico-militar, cuando los boliches se convirtieron en espacios de explosión cultural y libertad. Algunos, se convirtieron en verdaderos templos; otros, un viaje emocional; para muchos el escenario propicio para la seducción y la sexualidad. Para todos y todas, bailar hasta el amanecer.
En este informe, el repaso por los boliches más emblemáticos de la noche porteña generará -seguramente- polémica. Siempre faltará alguno, pero si saliste a bailar en los últimos 40 años por Buenos Aires es muy probable que hayas pasado por alguno de estos lugares para sacarle viruta al piso, una frase que se mantiene -cursi- desde los bailes de carnaval de las décadas del 40′ y 50′. Siempre con la intención de divertirse, se abre la lista…
-Paladium (Reconquista 945)
Paladium, explosión cultural y libertad tras los años más oscuros.
Paladium fue fiesta, fue alegría, fue cultura y fue refugio. El boliche más emblemático de la noche porteña en la segunda mitad de la década del 70′ y los 80′. Estaba en la calle Reconquista 945 (allí se encuentra hoy un hotel) en pleno centro de la ciudad. Por ese boliche pasaron todas las bandas del under en crecimiento y allí desembarcó Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota entre fines del 85 y principios del 87 donde realizó shows inolvidables que quedaron guardados en la memoria y grabados a fuego en la retina de un puñado de fanáticos que nunca dejaron de ser fieles y después se masificaron.
En Paladium, cuyo dueño durante muchos años fue Juan Lepes, el papá de la chef Narda Lepes, pasaba de todo y pasaba todo el mundo. Discoteca, conciertos, shows en vivo, mujeres luchando en barro. Del blog de Guillermo Willy Lemos: «Pía Uribelarrea colgaba del aire vestida de Marilyn, o los “Bottom Tap” bailaban mientras los “Caviar” hacían sus play back… A la hora clave, cuando la noche estaba en su punto máximo, yo bajaba de mi camarín ya como mujer, siempre una nueva sin repetir jamás! Y así cumplía mi rol de anfitriona en el vip agasajando a Guillermo Vilas, Lalo Mir, Alberto Olmedo, Renata Schusheim y Marta Minujin, entre otros (…) Trataba de poner a amigos talentosos necesitados de trabajo, entre los cuales estaba Dicky James, el creador de “De la Guarda” y actual director de “Fuerza Bruta”, quien además de ser el “Palito Ortega” de mi “Violeta Rivas” fue mi amante en “La Bailanta”, película que amo y que filmé casi sobre los finales de aquella época dorada de Paladium».
-La France / Goa (Sarmiento 1662)
El mítico La France, después mantuvo su legado como Goa.
En el centro, detrás del Complejo La Plaza, aparecía el boliche La France. Animado en una época por el locutor Cristian Palacios, este boliche reunía a chicas y chicos de toda la Ciudad y a los que venían de zona sur. Las filas en la entrada detrás de una horrible y finita baranda eran interminables, y las escaleras de entrada que parecían que llevaban a la pista. Años después esta disco se convirtió en un boliche gay. Ahora allí funciona Goa.
-La Embajada (Scalabrini Ortiz 56)
La Embajada, una parada obligatoria.
En una época, ir a La Embajada era parada obligatoria como La Meca para los musulmanes. Las barras de los clubes, los chicos y las chicas del barrio, los del Colegio Ferreyra, el Claret y los Normales se reunían cada sábado, junto a los tarjeteros y los RRPP. El lugar tenía dos pisos y escaleras en cada punta, conformando una caja de zapatos de cemento de varios colores. La noche siempre arrancaba con marcha para empezar con pasitos arriba del parlante, después cachengue y los temas de moda. Lamentablemente, como en muchos otros casos, hoy La Embajada es un supermercado.
-Caix (Av. Costanera Rafael Obligado 1221)
Caix, en Costa Salguero: fiestas de egresados, cachengue y electrónica.
Si estás buscando un lugar para hacer una fiesta de egresados, Caix es el indicado. Esta discoteca que abrió en 1991 tuvo un gran éxito y se mantiene vigente. Muchos son los motivos, entre ellos, la infraestructura, amplia, con un sector descubierto además de la sala principal y un sector VIP donde suele encontrarse a personajes de la farándula, el deporte o de la música. Mantiene una de las mejores matinés de la Ciudad que se puebla de los mas chicos, con muchas ganas de divertirse. Caix abre los viernes y sábados por la noche. El amanecer junto al río es uno de sus principales atractivos.
-Pachá (Costanera Norte y La Pampa)
Pachá, para amanecer junto al río.
Pachá fue muy famoso en Madrid y también en Buenos Aires. Ir a Pachá constituía una hazaña: para los que no tenían auto, el traslado hasta la Costanera era difícil porque apenas pasaba un colectivo por allí. Pero además el ingreso era complicado: había que conocer a alguien, estar en una lista o pagar una fortuna. Sin embargo, la diversión estaba garantizada. Moda, glamour y tragos de calidad; Pachá fue top. Después, la decadencia. La concesión estaba a cargo de Dell Producciones SA, uno de cuyos socios era Adrián Conci que hoy está detenido por orden de la Justicia federal tras la muerte de cinco jóvenes en la fiesta de música electrónica Time Warp.
-Morocco (Hipólito Yrigoyen 851)
Las columnas de Morocco, la pista de más exclusiva de los 80′.
Se inauguró en el 93 y cerró en 2001. Allí, los hijos de Fernando De la Rúa festejaron el triunfo sobre Eduardo Duhalde en la noche posterior a las elecciones presidenciales. Paradójicamente, la crisis económica tras la caída de la Alianza fue la que terminó con la disco. Tenía tres pisos y por sus pistas pasaron Diego Maradona y muchos artistas como Gustavo Cerati, Leo García, Susana Giménez, Babasónicos, Alejandro Kuropatwa y Teté Coustarot, Lalo Mir y el Tata Yofré; Pipo Pescador, Pancho Dotto, Graciela Borges, Celeste Carballo y Moira Gough. Actores, funcionarios, drag queens, modelos top, artistas verdaderos, falsos poetas, estrellas de rock, rugbiers con ganas de escuchar cumbia, punks con ganas de escuchar tecno al artista/decorador Sergio de Loof, que se ocupó de diseñar la planta baja, una especie de fonda de lujo ambientada en Casablanca. En el subsuelo, Sergio Lacroix levantó un monasterio de cartón sobre falsas alfombras persas.
Se presentaron en vivo Charly García, Fito Páez, Amelita Baltar, Antonio Ríos, el grupo Ráfaga, Carca y Natas, entre muchos otros. También visitaron sus sectores VIP celebridades extranjeras como Madonna, Oliver Stone, Joaquín Sabina, Claudia Schiffer y David Copperfield. Morocco tomó la posta de Paladium y fue el epicentro de la fiesta más exclusiva de la época menemista. Después, funcionó con otros nombres, pero nunca volvió a ser lo que supo ser.
-Arcos del Sol (Coyote, Hanoi, Apocalypsis y Puente Mitre)
El Complejo Arcos del Sol, cerca del Planetario: noche de descontrol.
Conocido popularmente como Los Arcos atrajo jóvenes de todas las partes de la Ciudad y del conurbano. Aunque su ubicación -a metros del Planetario- complicaba el traslado desde los barrios, sedujo por su noche llena de libertades y en primavera o verano el paseo por los bosques de Palermo de madrugada le daba un toque de distinción a la salida. Sin embargo, la falta de controles y la violencia fueron un golpe de nocaut para el complejo en el que funcionaban los cuatro boliches. En marzo de 2002, en el interior de Apocalypsis, fue asesinado el joven de 22 años Martín Adolfo Esper. Eso dio pie a la clausura del complejo, aunque fue por no contar con la habilitación y por funcionar en terrenos que pertenecen al Ferrocarril San Martín.
-L’Inferno/Palacio Alsina/Big One (Alsina 940)
El Palacio Alsina o Big One; para los más grandes: L’Inferno.
Ubicado en el barrio de Monserrat a pasos de la 9 de Julio, la discoteca fue sin duda una de las más famosas dentro de la comunidad gay en los años 90. Una construcción hermosa, con orígenes comerciales de principios de siglo XX brindaba a los jóvenes un espacio de apertura y libertad. Con una capacidad aproximada de 1800 personas, llegó a tener -en su época de mayor esplendor- sus tres pisos totalmente colmados. Ofrecía barra libre por un costo no muy elevado, música electrónica, house, gunky y pop. Palacio hizo historia en la noche gay porteña, pasó por varios nombres pero más o menos la esencia siempre fue la misma. Allá por el año 96 se llamó III Milenio, luego en el 97 subió un número más y pasó a ser IV Milenio los viernes y los sábados L’Inferno. Los viernes siempre predominó entre sus habitués miembros de la comunidad gay, mientras que los sábados esa tendencia bajaba y los héteros también se animaban a disfrutar de un boliche de vanguardia.
-Retro (Pergamino y Rivadavia)
La esquina de Rivadavia y Pergamino, el viejo Fénix brilló como Retro.
En una época, ir a Retro era para los chetos. Damas gratis, pero los varones tenían que superar mil obstáculos: primero eran discriminados por portación de cara, después por la ropa y durante muchos años no les permitían el ingreso a los que no calzaban zapatos. Los sábados había una larga fila de pibes con chomba y los mocasines gastados que usaban únicamente en los cumpleaños de 15. Después, Retro permitió el ingresó con zapatillas y en ese momento se convirtió en el boliche número 1 de Flores: todos los jóvenes de la zona sur y oeste de la capital querían ir a Retro. Tragos a buen precio y cumbia hasta el amanecer. Los reservados -debajo del escenario del viejo teatro Fénix- eran la tierra prometida. En su auge llegó a tener gente en sus dos pistas (la grande de cumbia y la chica con electrónica) los dos pisos completos, los balcones y hasta una pequeña terraza. De a poco, la violencia y el descontrol lo fueron apagando, la irrupción de la policía y los cacheos en la puerta fueron alejando al público de la matiné y de la noche. Ahora allí funciona el Teatro de Flores, donde tocaron bandas como Divididos, se organizaron fiestas Plop y otro tipo de eventos. Pero para una generación ese espacio siempre se llamará Retro.
-The End (Av. Rivadavia 7428)
The End, en Flores, para entrar en zapatillas.
La cosa era sencilla: el que «rebotaba» en Retro se iba para The End. En el amanecer de los 2000, la entrada costaba 10 pesos, el ingreso era rápido y sencillo, y se tomaba cerveza en un vaso de plástico de un litro. Zapatillas y ropa deportiva, chicos y chicas por igual. Reventado de gente -adentro, arriba y afuera-, The End era el boliche inclusivo para todos los chicos y las chicas de la zona. Y ahí convivían y se divertían el pibe que llegaba desde Ciudad Oculta con el que vivía en un chalet en el Barrio Cafferata: todos eran iguales.
-San Jorge/City Hall/Apple (Av. Gral. Mosconi 2883)
City Hall, fiesta en el barrio.
Los mayores de 40 lo conocieron como San Jorge, los de 30 fueron a City Hall y los de 20 solo saben que ese lugar se llama Apple. ¿Cuánto barrio cabe en un boliche? Ubicado en un primer piso, lindante con un estacionamiento, el reducto de Villa Pueyrredón recibió (y todavía se mantiene vigente) a pibes y pibas de todos los puntos de la Ciudad, de todos los colegios secundarios, de todos los clubes: «Si no fuiste a bailar a City Hall, no tenés noche». Buen ambiente, mucha camaradería y también códigos del barrio. Una pista chica, pero poco convencional: el lugar tenía rampas, escalones y hasta había una parte con una alfombra (llena de puntos negros por las brasas de los cigarrillos). Allí también se realizaron las míticas Bizarren Miusik Parti y por el escenario pasaron figuras como Alcides, el doble de Sandro y Pocho la Pantera, entre otras figuras.
-Seven (Av. La Plata 735)
Seven, en Caballito, ahora se llama Phuket.
El único boliche de Caballito. La previa era en Valhalla, el bar que estaba en la esquina de Estados Unidos y Avenida La Plata; o en Loca Bohemia, que todavía funciona, justo al lado del local bailable. Después, a hacer la fila y a bailar. Cumbia, electrónica, house, cachengue; de todo. Durante una época fue muy exclusivo, cuando Flores dejó de ser amigable, la mayoría del público de la zona se trasladó al reducto de Caballito. Allí acudían los chicos y chicas del Canadá School, del Calasanz, del Marianista y del Dámaso Centeno, entre otros. El bajón era en el McDonald’s 24 horas que estaba sobre Rivadavia.
-Los Cabos (Arce 565)
Para muchos, este lugar en Belgrano fue una cuna de grandes. Su matiné fue una de las más populares de los 90′. Ahí se juntaban grupos de amigos de los clubes de rugby y de fútbol, y todos los colegios de la zona. Su decorado tropical y sus parlantes para bailar eran imperdibles. La noche explotaba cada sábado cuando el DJ hacía sonar La isla del sol.
-La Reina (locaciones varias)
La Reina, en el Teatro Flores, rock & roll hasta que duelan los pies.
Para los rockeros, rollingas y alternativos de aquellos tiempos, La Reina era su espacio ideal. Un antro en planta alta perdido por el centro pero con toda la mística de los mejores lugares para bailar rock and roll y conocer gente. Muchos lo recuerdan por ser el único boliche que no tenía dj: todos los sábados sonaba una y otra vez casi los mismos temas en el mismo orden: Callejeros, La Renga, Los Redondos… Para los fanáticos, La Reina tenía su correlato en el balneario de Villa Gesell, en donde la ceremonia rockera volvía a celebrarse después de un día de sol. Después, se instaló en el Teatro Flores: topper blanca, flequillo, jean y remera negra para los varones; mismo calzado, pollera de jean y musculosa para las chicas, que en invierno les agregaban unas infaltables polainas al atuendo.
-Podestá (Armenia 1740)
El Podestá, en Palermo, un viaje a la nostalgia.
En el momento de esplendor del Podestá, Palermo Viejo no era lo que es ahora. Era casi el único lugar de la zona para ir a bailar. Un pasillo largo para entrar, una pista abajo y otra arriba. La de abajo era más para los nostálgicos que querían escuchar temas de brit pop de los 70, 80 y 90. Y la de arriba tenía ribetes de raver. Era común ver a alguien con algún «mal viaje» por un producto de mala calidad. Era cool, intelectual y relativamente alternativo y de onda. Después, Palermo se comió todo y la tendencia cambió: ahora es bar y restó.
-Asia de Cuba (Pierina Dealessi 750)
Asia de Cuba, en Puerto Madero.
El boliche por excelencia de Puerto Madero. Chico y exclusivo. Allí había yuppies con sacos importados que estacionaban autos de alta gama en las calles aledañas y mujeres siempre despampanantes. Champagne y música de moda con un dj que obligaba a mover los pies. No entraba cualquiera: la pista era chica y los precios, altos. El que no era habitué, rápidamente se sentía visitante. Para poder conocerlo había que ser invitado a una fiesta de una empresa, un cumpleaños por lista o por fortuna. Ahora también es restaurante.
-Liquid (Av. Santa Fe 3651)
La pista de Liquid, siempre caliente.
Funcionaba los jueves y no se cobraba entrada. Su público se nutría -en su mayoría- por estudiantes universitarios de distintas provincias del interior del país que venían a la Ciudad para estudiar. Era una enorme casa vieja reciclada -tipo PH- con pisos de madera y reconvertida en boliche. De fácil acceso, a pasos de Plaza Italia, siempre era una buena opción para compartir tragos, ruido, humo y nocturnidad.
-Porto Soho (Scalabrini Ortiz 1425)
Porto Soho, farándula.
Fue el boliche de los futbolistas en la última década. El Ogro Fabbiani, Matías Defederico y Ricardo Centurión eran de los que más se mostraban en el reducto que se jactó de ser el creador del «cachengue palermitano». La mezcla de bandas de cumbia, jugadores de fútbol y personalidades de la farándula local armaban un cocktail siempre atractivo para los curiosos. Camisas arremangadas, camperas de moda, remeras ajustadas, pantalón chupín; polleras cortitas y tacos altos. Hasta el basquetbolista canadiense Steve Nash (figura de la NBA) pasó por su pista en una visita a la Argentina.
-Kika (Honduras 5339)
Kika, el club de Palermo para la movida electrónica.
Corazón de Palermo Soho, a pocas cuadras de Plaza Serrano. Kika se erigió como un club de música electrónica, pero con el tiempo cambió de estilos y ahora también hay cachengue y música de moda. Dos pistas en un espacio pensado como local bailable. Dj’s, patovicas impiadosos y un ambiente que no es para cualquiera. Los fanáticos de las Creamfields suelen despuntar el vicio y bailar hasta el amanecer bajo los focos naranjas del club.
-Rey Castro (Perú 342)
La fachada de Rey Castro, en San Telmo, con la figura de Fidel en el balcón.
Será porque se encuentra en San Telmo o porque el estilo de música es otro, pero el reducto ubicado sobre la calle Perú siempre tuvo fama de ser un local para gente grande con ganas de divertirse. Con símbolos de la revolución cubana, figuras del Che y de Fidel Castro, es una gran salsera en una vieja casa tipo conventillo. Merengue, salsa, cumbia y un ambiente relajado y divertido. Despedidas de soltero y soltera, pero también festejos por divorcios; turistas y la especialidad de la casa: cena show.
-Mint (Av. Costanera, Punta Carrasco)
La entrada al complejo de Punta Carrasco donde se encontraba el mítico boliche Mint.
Bailar hasta que salga el sol y seguir. A diferencia de otros boliches, la puerta de vidrio que daba a un extenso patio junto al río permitía que los primeros rayos de luz del amanecer se entremezclaran con las luces artificiales que rebotaban en la bola de espejos. Siempre la noche era caliente y la madrugada bien fresca: cuántos buzos de varones se perdieron para siempre en el placard de una chica que se lo llevó prestado para cubrirse del frío en el regreso a casa. Llegar era fácil, pero irse de Mint no era sencillo: otra vez, un único colectivo que pasaba por el lugar (siempre lleno) y que por lo general no te acercaba a ninguna parte. Pero antes, cuando la noche estaba «en pañales», la fiesta de Mint siempre estaba a la altura de las expectativas: Dj’s internacionales, tecno y también algo de cumbia. Para los que iban sin auto, había que tener la certeza de integrar una de las «listas» para poder entrar. El desayuno, en la estación de servicio aledaña.
-Amérika (Gascón 1040)
Amérika: un túnel a la libertad.
El boliche de Almagro hizo un aporte clave: fue una ventana para los heterosexuales que querían espiar el mundo homosexual y los desprejuició. Amérika siempre será reconocido como el epicentro de la noche LGBT porteña y fue inclusivo: valía todo, pero -en líneas generales- siempre con respeto. Con aprenderse algunos códigos, los «hetero» estaban «a salvo», pero podían compartir la noche con amigos y amigas que tenían otras elecciones sexuales. Alegría y libertad. Fue inaugurado en 1999 y a finales de 2008 fue elegido como el mejor boliche de Buenos Aires a través de una encuesta realizada por el Suplemento Si!, de este diario.
-Fantástico bailable (Av. Rivadavia 3475)
El Fantástico de Once.
En 2013 se cerraron sus puertas después de que la Justicia determinara que allí operaba una red de narcotráfico. Pero antes de eso, el reducto de Balvanera fue -junto a La Metro, hoy Groove- la parada obligada para los amantes de la movida tropical. Todos los fines de semana pasaban por allí innumerables bandas de cumbia que hacían explotar la pista del Fantástico y rápidamente se iban para otro baile: Flor de Piedra, Damas Gratis, Amar Azul, Adrián y los Dados Negros, Ráfaga, Volcán, Banda XXI, Grupo Green y miles más… Sin embargo, la irrupción del cuartetero cordobés Rodrigo en la Ciudad de Buenos Aires se dio a través del escenario del Fantástico. Tras la trágica muerte de El Potro, la marquesina del boliche lució su figura durante años con la leyenda «Prohibido olvidar».
-Ave Porco (Av. Corrientes 1984)
Ave Porco, en la calle Corrientes, hoy es un supermercado.
En la década del 90′, Ave Porco -como Nave Jungla- fue un espacio experimental y cultural: under y vanguardia. En Ave Porco los jueves había dance, encabezada por Dj’s reconocidos con ritmos como el acid, hard, minimal y house. Pelos de colores (una rareza para la época), ropa deportiva y zapatillas chatas. En cambio, los viernes y sábados el ambiente se tornaba más extravagante: pelucas, adornos flúo, vestimenta y maquillaje brillantes, tipo glam. Allí había performances teatrales, bandas en vivo, desfiles de moda sui generis y exposiciones de arte. Allí se presentaron Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese; la compañía de teatro y danza Pornografía Emocional dirigida por José María Muscari; los Dj’s Aldo Haydar, Dr. Trincado, Rodrigo Martin (Juana La Loca) y Oliverio, entre otros; y personalidades del under, artistas y diseñadores. Hoy es una sucursal de la cadena de supermercados Día%.
-New York City (Alvarez Thomas 1391)
La pista principal de La City, con la réplica de la Estatua de la Libertad.
New York City se inauguró en diciembre de 1980 con un show de The Police y se consagró con las fiestas temáticas de Fiorucci que celebraban desde “la caída del Imperio Romano” hasta “El expreso de Oriente”. La disco tuvo su auge desde 1982 hasta 1988 y por allí pasaron las más grandes figuras del espectáculo (Alberto Olmedo era un habitué), artistas, músicos y políticos. Los Dj’s y la música que venía desde Estados Unidos (la marcha y la electrónica) le dieron un giro a la noche porteña. Fue la disco top de Buenos Aires durante casi una década. En el tema «La rubia tarada», de Sumo, Luca Prodan la pinta con desprecio desde su mirada bohemia. Arranca con «caras conchetas, miradas berretas y hombres encajados en Fiorucci», y después la rubia tarada que le pregunta por qué se peló y Luca le devuelve un punzante «por el asco que da tu sociedad». Después el «pseudo punkito» que se hace el malo y «vuelve a Belgrano». Chau, Luca se va a tomar ginebra a la esquina para despertarse del estado de embriaguez tras «una noche en New York City».
Para otra entrega quedarán otros locales que seguramente también merecen que su historia sea contada como Cinema, Dimensión Tokyo Maluco Beleza, Bella Roma, Moliere, El Living, Metrópolis, Western, Sahara, Tiro Loco, El Álamo, Rumy, Buenos Aires News, Brujas de Palermo, Esperanto, Millenium, Follia, Tequila, La Diosa, Jet, Shampoo, Ink, Hipopotamus, Sky, La Negra, Museum, Mandarine, Soul Train y Pizza Banana, pero por ahora es mucha noche para un solo día.
Fuente: Clarín