Hay canciones que marcaron décadas enteras. Otras incluso se convirtieron en himnos generacionales. Por lo que puede ser decepcionante desvelar que, aquellos temas musicales que significaron tanto, no son más que versiones o reescrituras que parten de un precedente poco conocido o simplemente olvidado.
¿Por qué hay versiones de canciones que sí pueden ser utilizadas y otras que no? Aquí compartimos nueve temas que aunque no lo parezcan, son covers.
Ana Crespo, abogada especialista en propiedad intelectual, cuenta en entrevista telefónica, que la aparición de covers, en muchas ocasiones, “atiende a los intereses específicos del autor; hay casos en que a éste le conviene mostrar la obra a través del alcance que asegura cierto intérprete», en otros casos si no hay permiso, podría resultar un plagio. «El indicador que determina si una obra se considera plagio, es la manera en que se tiene acceso al original”, puntualiza la abogada.
La Bikina, por ejemplo, es una canción popular mexicana compuesta por Rubén Fuentes, en 1964, que ha sido interpretada por innumerables artistas nacionales e internacionales, una de la más conocidas es la de Luis Miguel (2000). Incluso, el cantante Julio Iglesias hizo su versión titulada L’existence se danse (2007).
La canción Angel, de los artistas Shaggy y Rayvon, no es más que una versión de la canción Angel of the Morning, escrita por Chip Taylor en 1966. El clásico del rap noventero es Gangsta’s Paradise (1995), interpretado por Coolio y el cantante de R&B, Larry Sanders, se produjo con la base instrumental de Pastime Paradise (1976), de Stevie Wonder. Muchos la conocen por ser la canción de la película Mentes Peligrosas, interpretada por Michelle Pfeiffer.
La especialista señala que en ocasiones el cover triunfa más que la creación original, como lo ocurrido con el tema Te lo pido por favor (1986), de Juan Gabriel, que tuvo más éxito con la interpretación que hizo la banda de rock mexicana Jaguares. “Yo no sabía que era de Juan Gabriel, hasta que el autor murió”, dice la abogada. Otro ejemplo es Ahora te puedes marchar (1987), de Luis Miguel, una reescritura de I Only Want To Be With You (1963), de la británica Dusty Springfield.
Una situación parecida es lo que ocurre con Vuela, vuela (1991), uno de los temas más conocidos del grupo de pop ochentero mexicano Magneto y que es en realidad una versión de Voyage, Voyage (1986), de la cantante francesa Desireless.
A veces el imaginario colectivo contribuye a crear la fama de una versión, como es el caso de la banda sonora de la película The Bodyguard (El guardaespaldas), de 1992. La canción I Will Always Love You, de Whitney Houston, no es suya. Fue compuesta e interpretada por primera vez por Dolly Parton, en 1974.
Por otro lado, Crespo señala que los intérpretes de una obra no pueden sentirse titulares del producto solo porque su versión es la mejor o incluso única.
La cumbia Que nadie sepa mi sufrir, muy popular en América latina, fue compuesta por los argentinos Ángel Cabral y Enrique Dizeo, en 1936. Esta pieza ha sido cantada por múltiples artistas en distintos géneros y en diferentes partes del mundo. En México, la interpretación más conocida es la de la agrupación colombiana La Sonora Dinamita. La canción también comparte melodía con La Foule (La multitud), de 1957, una reescritura total de la letra que conserva la composición musical, cantada por Édith Piaf.
“Lo correcto”, dice Ana Crespo es que “el intérprete pida autorización al autor o representantes para usar la obra”. El compositor podría prohibir que se altere o modifique la letra, entre otras cosas más particulares. ¿Qué otras versiones famosas recuerdas?
Fuente: El País, España