“De joven yo era carpintero. Trabajaba en una obra y algunos estudiantes solían acercarse para que les enseñe cómo usar las herramientas. Hasta que un día una persona me sugirió: ‘Vos deberías trabajar con chicos’. Nunca lo había pensado. Pero esa noche me miré al espejo y dije: ‘Tiene razón’. Desde entonces, no dejé de hacerlo”.
Así cuenta Larry Rosenstock, abogado de profesión, cómo se inició en la docencia: fue en Boston, en la década del ’60, casi sin darse cuenta y dándoles sus primeras herramientas de progreso a chicos y adolescentes marginados por la pobreza y la discriminación racial.
Pasó desde entonces casi medio siglo. Este miércoles, en Doha, Qatar, a sus 71 años, este maestro llegó a la cumbre de su profesión. Fue al recibir el Premio WISE, conocido como el «Nobel» de la Educación por tratarse de la mayor distinción internacional para quienes innovan y generan cambios revolucionarios en el campo de la enseñanza.
¿Qué mérito le reconocieron? Haber desarrollado en Estados Unidos un método pionero para transmitir los saberes de la escuela primaria y secundaria. No a través de las típicas materias que se aprenden por separado y se imparten a todos casi por igual, sino mediante proyectos prácticos que integran múltiples conocimientos y habilidades y que resultan motivantes para cada alumno, por ser elegidos según sus talentos e inquietudes particulares. Iniciativas muchas veces de trabajo en equipo que pueden ser tan diversas como crear un robot, escribir una novela o filmar un documental sobre un problema social.
Larry Rosenstock recibe el Premio Wise de manos de Sheikha Moza bint Nasser, presidenta de la Fundación Qatar.
«Al terminar la universidad -recordó Rosenstock-, empecé a enseñar carpintería en una escuela de Boston que tenía cinco pisos. Los alumnos más ricos estaban en la planta más alta, haciendo trabajos sofisticados; y los más pobres, mis alumnos, estaban en el piso de más abajo dedicados a tareas muy rudimentarias. Desde ya, no paré hasta que lograr que fueran ellos los que terminaran haciendo trabajos mejores que los de arriba.»
«Lo que más me sorprendió fue notar que esos chicos, sin tantas oportunidades, sólo necesitaron para lograrlo que alguien les diera la confianza de que podrían llegar a ese nivel. Vi eso repetirse una y otra vez, y así advertí los beneficios de integrar la educación técnica con la académica”, explicó el docente.
En las 16 escuelas públicas de San Diego, California, que hoy aplican su método, los alumnos deben adquirir los mismos conocimientos que en el resto de los establecimientos, algo esencial para que sus títulos luego tengan validez. También los chicos son sometidos, cada fin de año, a iguales pruebas de aprendizaje estandarizadas.
Lo que cambia, según explicó, es la forma interna de poner las notas -basada en determinar en qué medida los saberes fueron bien aplicados al proyecto-. Y también se modifica el rol de los docentes, quienes pasan a ser «diseñadores» de proyectos integradores personalizados: se encargan de analizar el perfil de cada estudiante y de adaptar los planes de estudio en función de sus necesidades específicas.
Para esto, en los primeros años de educación, prevén que cada chico tenga dos docentes a lo largo del día: uno de Matemática y Ciencias y otro para Lengua e Historia. Entre ambos buscan crear un proyecto que comprenda la mayor cantidad de contenidos curriculares obligatorios, y van dándole al estudiante las clases a medida que necesita los nuevos conocimientos para avanzar. ¿Que pasa con los temas que el proyecto no incluye? Se enseñan y se evalúan de la manera tradicional, responde Rosenstock a Clarín.
Rosenstock, en sus comienzos como profesor de carpintería en Boston. (Foto: Gza. High Tech High)
“Al estudiante se le da la oportunidad de crear nuevo conocimiento, con actividades como escribir un libro o construir un cohete supersónico para investigación (como el que lanzaron hace poco al espacio alumnos del 10° año), y presentando su trabajo regularmente ante un público que vendrá a ver lo que hacen. A ellos eso les encanta y les hace desear volver al colegio al día siguiente. El truco es atraer a los estudiantes a partir de lo que en verdad los apasiona. Si lo lográs, luego como docente podés deslizarte por los contenidos de matemática y de escritura sin que ellos siquiera se den cuenta de que los has llevado a eso», remarcó Rosenstock.
La red de colegios creada por él, High Tech High, tiene hoy unos 5.780 estudiantes en cuatro campus y una alta demanda por su calidad académica, así como un criterio de admisión que busca «diversidad»: es por código postal y por sorteo. Sus estudiantes mayormente son de raza negra y de familias pobres. Un 13% tiene alguna discapacidad. Y si se analiza la suerte de los graduados, un 97% de ellos luego ingresaron a universidades, cuando la media en Estados Unidos es del 69%.
«Muchos terminan trabajando en el sector tecnológico, en una proporción más alta que lo habitual, y eso se debe a que han experimentado lo que es generar conocimiento incluso antes de entrar en la universidad», destacó Rosenstock, quien en la última década también se dedicó a formar a profesores de más de 30 países y tiene entre sus méritos haber impulsado un cambio en la legislación sobre programas de formación profesional.
Larry Rosenstock, en acción, guiando a alumnos de sus escuelas. (Foto: Gza. High Tech High)
«Al poner en marcha High Tech High, en el año 200, Rosenstock creó un modelo visible que muestra lo que es posible hacer en las escuelas», ponderó el jurado, para quien el sistema logra derribar dos típicas barreras: por un lado, la separación del aprendizaje académico y el técnico; por otro lado, «el aislamiento de las escuelas de la comunidad y del mundo real».
El premio Wise por la Educación, que la Fundación Qatar (FQ) entrega desde 2011, consiste en una medalla de oro y US$ 500 mil en efectivo para hacer crecer la iniciativa, según prevé él, incluso a escala internacional: «¿Por qué no podría funcionar en otro país?», se pregunta. Este miércoles, tras recibir la distinción de manos de la jequesa Moza bint Nasser, presidenta de la FQ, Rosenstock lo agradeció emocionado.
Al recibir el reconocimiento, Rosenstock recordó a sus padres con emoción.
«Ojalá mis padres estuvieran vivos para poder ver esto», lamentó. Y se lo dedicó también a su esposa, que trabaja con él en el proyecto, por haberle dado «muchísimas ideas para mejorar».
«He dedicado mi vida a congregar a estudiantes y a darles un tipo de educación que la mayoría de la gente piensa que debería ser para otro tipo de personas«, destacó. «Para mí, este premio confirma dos de mis creencias más fuertes: que el trabajo de manos y mentes puede y debe integrarse en nuestras escuelas, y que todos los jóvenes son capaces de hacer un trabajo importante cuando les damos la oportunidad», cerró.
Fuente: Clarín