Los orígenes del rock argentino tuvieron anoche su merecida celebración en un concierto realizado en el porteño Teatro Coliseo, en el que muchas de sus figuras centrales, como el caso de Litto Nebbia, Alejandro Medina, Ricardo Soulé, Emilio del Guercio y Miguel Cantilo, entre otros, pusieron sus voces a versiones sinfónicas de sus propias composiciones.
Se trató de la presentación oficial de “Rock Argentino en Estado Sinfónico”, un disco editado en 2016, en el que el bajista Gustavo Gregorio hizo arreglos para orquesta de memorables canciones de nuestro rock, que fueron grabadas por la Sinfónica de Kiev y cantadas por un verdadero batallón de músicos de nuestra escena.
Con alguna variación en los nombres, esos mismos artistas llevaron anoche esta propuesta al escenario, en este caso junto a la Orquesta Académica de Buenos Aires, dirigida por Claudio Ianni, en una apuesta que en general tuvo buenos resultados.
Además de muchos de los pioneros del género, entre los que habría que sumar a Rodolfo García; los Alma y Vida Carlos Mellino, Bernardo Baraj y Juan Barrueco; los Arco Iris Ara Toklatián y Guillermo Bordarampé; Ciro Fogliatta, Juan Rodríguez y Kubero Díaz; también hubo nombres ligados a una historia un poco más reciente.
En ese plano se inscribieron Daniel Melingo, Claudia Puyo, Hilda Lizarazu, Don Vilanova, Leo Sujatovich, los guitarristas y cantantes Andrés Rexarch y Frans Banfield, y Simón Quiroga.
El traslado de composiciones populares al lenguaje sinfónico y el ensamble entre la orquesta y los músicos de rock tuvo resultados desparejos, aunque fueron muchos los momentos en donde hubo un feliz maridaje.
En ese grupo, sin dudas hay que incluir la versión de los Alma y Vida de “Del gemido de un gorrión”; los aires de swing que Alejandro Medina le puso a “Avenida Rivadavia”; el clima cinematográfico logrado por Miguel Cantilo en “¿Dónde va la ente cuando llueve?”; la cuota de histrionismo aportada por Melingo a “Muchacho pronto amanecerá” y Rexach a “¿Nunca te miró una vaca de frente?, a la que además Kubero Díaz coronó con un brillante solo de guitarra.
También tuvieron su brillo la frescura rockera de Ciro Fogliatta en “Un camión de rock and roll”; Ricardo Soulé y Litto Nebbia con las propias “Presente” y “Madre escúchame”; Don Vilanova en el velado homenaje a Pappo con “Nunca lo sabrán”, al que le puso voz y una vibrante guitarra slide; e Hilda Lizarazu y Leo Sujatovich, con el recuerdo a Luis Alberto Spinetta en “Muchacha ojos de papel”.
Por su parte, la versión de “Post Crucifixión” de Claudia Puyo padeció los lógicos desacoples del inicio; al igual que “Una manera de llegar”, a cargo de Cantilo y Kubero; mientras que “Violencia en el parque” por Emilio del Guercio sonó un tanto sobrecargada; y el reencuentro de Arco Iris, en “Te quiero, te espero”, resultó frío, acaso por el hecho de que la voz de Santaolalla llegó a través de un video y no en vivo.
“Es una noche soñada”, dijo sobre el final Gregorio, mentor del proyecto, quien al inicio había leído un texto alusivo a los inicios del rock, escrito por Miguel Grinberg, mientras la orquesta interpretaba un fragmento de “La Balsa”.
Con una zapada por la que desfilaron “El tren de las 16”, “Jugo de tomate frío”, “Rutas argentinas”, “Apremios ilegales”, “Azucar amargo” y “Rock de la mujer perdida”, con todos los artistas sobre el escenario, el cierre no logró escapar a la esencia del género. Al fin y al cabo, hasta en las fiestas de etiqueta, las corbatas se convierten en vinchas y las camisas quedan fuera del pantalón en medio del fragor del baile.