¿Podés darme cinco minutos así saco la cámara?», le pregunta el fotógrafo, que acaba de entrar a Fundación Proa, al hombre vestido con un overol blanco. No hay respuesta. El trabajador continúa su tarea de cargar el cañón con una bala de cera roja, del tamaño de un balde, que se estrellará segundos después, tras un disparo ensordecedor, contra la unión de dos paredes blancas.
Esa esquina ya no será la misma. Los restos de cera que parecen carne caen sobre el piso y allí quedarán. Al ritmo de un disparo por hora irán formando una inquietante montaña hasta febrero, a lo largo de la muestra de Anish Kapoor que se inaugurará este sábado en Proa.
«Es la dinámica del burócrata que recibe órdenes. Tiene que haber cero interacción con el público», dice ahora el performer al fotógrafo para explicar su indiferencia, mientras el equipo de montaje local coordina detalles en inglés con los integrantes del estudio de Kapoor que viajaron desde Londres.
«Es un trabajo sucio. Terminaremos sobre el último minuto, como es todo con Anish», señala con una sonrisa el curador brasileño Marcello Dantas en referencia a Kapoor, nacido en 1954 en Bombay y radicado en Gran Bretaña desde comienzos de la década de 1970.
«No estoy interesado en ‘agitprop’, el arte que es abiertamente político y que muestra su mensaje», había aclarado a LA NACION por mail el artista, que viajará en febrero a la Argentina. Ya visitó el país hace dos años, cuando expuso Destierro en el Parque de la Memoria.
Surge se titula esta muestra exhibida en la Fundación CorpArtes, en Santiago de Chile, hasta semanas antes de las protestas sociales que comenzaron a levantar la temperatura en la región. Según Dantas -que la llevará luego a su país- se relaciona con la palabra inglesa que refiere a un movimiento abrupto y también » con la idea de insurgencia política, de los que van a venir desde abajo para transformar lo de arriba».
Ese efecto de algo intimidante que avanza y deja a su paso una huella imborrable produce Svayambhu («Autogenerado», en sánscrito), otra obra emblemática de Kapoor. En este caso, la cera roja forma una imponente masa que se mueve de forma casi imperceptible por la sala.
Mucho más sutil pero igual de perturbadora es Cuando estoy embarazada, apenas un bulto que sobresale de la pared blanca. «Parece muy plácida, silenciosa, pero es una cosa que está al borde de explotar -señala Dantas-. Todas las obras están en ese límite entre lo que casi es y lo que ya es. En el punto de transformación.»
Esa sensación de que algo está por nacer es especialmente fuerte en El origen del mundo, una plataforma inclinada con un gigantesco agujero negro, aparentemente sin fondo. Es la versión minimalista de la pintura del mismo nombre que Gustave Courbet realizó en 1866 por encargo de un diplomático que quería un retrato de su amante. El pintor recreó la entrepierna desnuda de la mujer, y la convirtió en una de las obras más famosas de la historia del arte.
Otra candidata a convertirse en un hit en Instagram es Doble vértigo, pieza compuesta por dos láminas de acero pulido que deforman tanto nuestra imagen como el sonido de la voz. Un claro ejemplo de que no basta consumir arte en redes sociales: es necesario vivir la experiencia… y sentir qué surge.
Fuente: La Nación