Qué momento atraviesa la literatura infantil y juvenil en América Latina
Cuando éramos chicos, a todos, casi sin excepción, de una u otra manera, nos pasó cerca el anzuelo de la literatura. Algunos —los más afortunados— abrieron la boca y mordieron y desde entonces viven con un pie adentro del mundo de las letras. Otros, en cambio, saboreamos ese universo de grandes y nos adaptamos con mayor o menor facilidad. Pero todos, ahora, ya adentro, y sabiendo las virtudes y satisfacciones que trae la lectura cotidiana, nos preguntamos: ¿qué tan interesados están el Estado, el mercado, los artistas, los editores y la sociedad en general de que los más chicos lean?
Hoy comienza la novena edición del Filbita, el festival dedicado a la literatura infantil y juvenil que reúne escritores e ilustradores de distintas partes del mundo. Son tres días y treinta actividades. Aprovechando la visita, Infobae Cultura habló con algunos de los invitados para que den un panorama general de América Latina y respondan, entre otras preguntas, una que, pese a ser ingenua, sigue siendo vital: ¿es importante que los niños ingresen en la literatura? Horacio Cavallo, narrador y poeta uruguayo, responde que, “más que importante, es fundamental”.
El autor de El marinero del canal de Suez y Poemas para leer en un año —ambos libros ilustrados por Matías Acosta— dice que es necesario “oficiar de mediadores en su camino de lectores. Si alguna vez un libro nos tembló en las manos vivimos de cerca esa especie de magia que tiene la literatura. Esa sensación que trasciende lo lógico y que conecta dos individuos lejanos en el tiempo y el espacio, en muchos casos, es el primer paso para no querer abandonar el mundo de la lectura”.
Convencido a niveles activistas, asegura en este breve diálogo con Infobae Cultura que “la lectura transforma, abre la cabeza a nuevas experiencias, y en particular en los niños aumenta la capacidad de abstracción, la imaginación, la creatividad. Hace seres curiosos, activos y por lo tanto también creativos”. ¿No son, acaso, las cualidades que queremos desarrollar en los más chicos? Y todo empieza con un libro, “el instrumento —como decía Borges— que es una extensión de la memoria y de la imaginación”. Un libro, después otro, después otro.
Renato Moriconi es brasileño: artista plástico, profesor y autor de libros para niños. “Desde mi punto de vista —dice ahora, del otro lado del teléfono, en portugués—, la gran función de la literatura en una sociedad, tanto para los niños como para los adultos, es no tener función; la función del arte es no tener una función definida. Puede ser buena para diversas cosas y puede también no serlo; puede servir para uno y tal vez para otro ser totalmente inadecuada”.
“Me gusta mucho una definición de Joseph Campbell, de su libro El poder del mito: el mito no es del mundo de la verdad y de la mentira, sino del mundo de la poesía. Tomando esa idea, creo que la literatura, no solo para niños sino para todos, no tiene una función única y específica, didáctica, y resulta muchas veces irrelevante, porque se necesita de ese mundo más allá de la verdad y de la mentira. La literatura infantil es mucho más rica inclusive en ese tipo de manifestación poética, mítica, espectacular, surreal, del mundo de la fantasía: de lo que no tiene función”, agrega Moriconi.
A las pocas horas de haber aterrizado, la escritora peruana Micaela Chirif relativiza la voracidad del consumo literario. “Leer libros, sí, siempre y cuando no sean cualquier cosa. Por literatura entendamos una literatura de calidad. ¿Y qué cosa es na literatura de calidad? Yo creo que es la que enseña a confiar a los niños en la palabra y que los adentra en el mundo del lenguaje, en la construcción del sentido a través de la palabra. Sabemos que hay un montón de libros que no hacen eso”, le dice a Infobae Cultura en un breve intercambio por audios de WhatsApp.
Y continúa: “Por eso es importante no caer en la idea de que porque los niños lean vayan a ser mejores personas o por alguna aproximación al libro va a haber un efecto mágico que nos convierta en algo mejor de lo que somos. Los libros no nos eximen del trabajo sobre nosotros mismos y de la responsabilidad que tenemos hacia los niños. Parte de esa responsabilidad es producir, escribir e ilustrar libros de calidad: que fomenten el espíritu crítico, que permitan un ejercicio de la libertad creativo, que convoquen a los lectores a forman parte, sin caer en lo panfletario o en lo didactista”.
Hace años que la literatura infantil y juvenil —la LIJ, como se la llama coloquialmente— dejó de ser un género menor, un hobbie de narradores, un nicho comercial. Hoy, la LIJ cuenta con autores especializados, ilustradores exclusivos y lectores atentos. Su desarrollo implica seguir pensar cómo se trabaja, casi desde la pedagogía, sobre la creatividad y la imaginación de los chicos. Eso que María Teresa Andruetto llamó “salirse de uno mismo para mirar desde los ojos de un otro”, un proceso que, bien trabajado desde la niñez, puede tener resultados asombrosos en la adultez.
Pero, ¿qué momento está atravesando la LIJ, específicamente en América Latina, donde los procesos políticos y culturales pendulan entre la integración y el recorte? “El panorama es muy amplio —sostiene Micaela Chirif con cautela—, pero de lo que yo conozco y gente haciendo un trabajo valiosísimo en Colombia, en México, en Argentina, en Chile, en Perú, en Ecuador, por poner literatura de calidad al alcance de los niños. Todos los países de América Latina compartimos las mismas dificultades, en mayor o menor grado. En Perú, los presupuestos para cultura y edición son muy limitados”.
“Pero más allá de los trabajos individuales que son muy valiosos, si no se articulan en instituciones, en entidades un poco más grandes, esa fuerza individual se agota. Por eso sí es importante que como gremio se organizarse en un esfuerzo colectivo. También es importante que haya apoyo del Estado. Por otro lado, hay producción de literatura muy mala, tampoco vamos a negar eso. Y hay una serie de cosas que se les ofrecen a los niños y a las niñas desde criterios estrictamente comerciales que no contribuyen a la formación de lectores ni a acercarlos a lo que llamamos literatura”, agrega.
“Desde este pequeño mercado editorial que es Uruguay se la ve muy bien, goza de buena salud en todo el continente”, dice Horacio Cavallo en referencia a la LIJ, y agrega: “Hay editoriales independientes haciendo libros con un trabajo estético y conceptual hermoso. La poesía (la pobre Cenicienta) es tenida en cuenta a la hora de pensar en libros para niños y jóvenes. Hay lugar para que diferentes actores desarrollen su trabajo. Hay, quizás, a mí entender, mayor cruce de editoriales de un país a otro, algo que siempre fue muy difícil de mantener”.
“Hay también, creo yo, un público interesado en leer libros que hablan de nosotros y de nuestros vecinos. Aún así es un momento complicado desde lo económico para el mundo editorial en toda América Latina. Pero siento que hay mucho trabajo, mucha voluntad desde los mediadores, los autores de texto y de ilustración, los editores y los libreros para continuar con esta batalla de toda la vida que es contagiar el gusto por la literatura a los más chicos”, concluye.
Moriconi sostiene que “no es de hoy que nuestra cultura, nuestra literatura, nuestra sociedad, padece de cierta crisis de identidad. Estamos formados por diversas matrices, pero hay unas que sobresalen a las otras, dominan, y esa crisis, esa lucha, esa tensión puede ser un rasgo en común de nuestras manifestaciones artísticas. Creo que vivimos la tensión entre lo establecido, la lengua del dominador por sobre los pueblos que fueron dominados. Y también los pueblos dominados que quieren tener voz, en la sociedad, en la cultura, están en nuestras manifestaciones artísticas”.
“Y la literatura infantil no está fuera de esa tensión. Es un campo que manifiesta cada vez más esa tensión. Eso define también un momento, no sé si actual, pero sí define nuestra literatura y nuestro arte, más que lo que se veía veinte o treinta años atrás”, concluye.
Fuente: Infobae