Ok, el tema de los agujeros negros te vuela la cabeza. Decía Kip Thorne —capo total de la astrofísica, Premio Nobel— que de todas las ideas concebidas por la mente humana, desde los unicornios a las gárgolas, la más fantástica es, quizás, la del agujero negro.
Lo que sabemos: es un agujero en el espacio con un borde perfectamente definido en cuyo interior puede caer cualquier cosa y de donde nada puede escapar; es un agujero con una fuerza gravitatoria tan intensa que incluso la luz queda atrapada en su poder; un agujero que curva el espacio y distorsiona el tiempo.
Esperen, esperen, hay más: sólo en nuestra galaxia podría haber millones de agujeros negros, dice Thorne, pero su oscuridad los oculta a la vista. Como escribió el francés René Bajarel, la noche no es noche sino para nosotros: son nuestros ojos los oscuros.
Pues bien, hablábamos de Kip Thorne porque fue asesor de Interstellar, esa película de Christopher Nolan —quién, si no— de la cual se cumplen cinco años de su estreno.
Matthew McConaughey junto a Anne Hathaway, en una escena de Interstellar. El film ganó un Oscar a mejores efectos visuales y tuvo cuatro nominaciones más (AP Photo/Paramount Pictures, Melinda Sue Gordon).
Le mando un whatsapp a Andrés Nicolás Ruiz, doctor en astronomía, investigador del Conicet, especialista en la estructura en gran escala del universo. Me dice: “Ese aporte que hizo Thorne a la película permitió la mejor representación visual de un agujero negro hasta la fecha». Y también: “Desde el punto de vista científico es de lo más preciso que se ha visto. Incluso salieron dos publicaciones científicas respecto a esa visualización”.
Bueno, es cierto, le metieron un poco de hollywood a la parte que el protagonista —Matthew McConaughey— ya está dentro del agujero negro. Es que hasta hoy no se sabe qué pasa adentro.
Usan, sí, la idea del “bucle temporal cerrado”. O sea, nosotros mismos del futuro nos enviamos la solución para salvarnos. La aparente paradoja es la siguiente: ¿pero cómo hicieron esos del futuro para salvarse entonces?
Una histórica fotografía, obtenida a partir de una red ocho observatorios situados en distintos puntos del mundo, consiste en un anillo con una mitad más luminosa que la otra, que corresponde al agujero negro supermasivo ubicado en el centro de la galaxia M87, a 53,3 millones de años luz de la Tierra. EFE/CSIC
Me explica Andrés Ruiz: “Dentro de los agujeros negros pueden existir líneas temporales cerradas, que para nosotros no tienen sentido porque violan el principio de causalidad. Toda nuestra concepción del universo está basada en la causa-efecto, y este tipo de fenómenos no lo respetan. De ahí que nos parezca que son paradojas cuando en realidad son lo que son. La idea de poder comunicarnos espacio-temporalmente es posible de acuerdo a la teoría”.
Un dato más: estas líneas cerradas solo son predichas para un tipo partículas de agujero negro, que son los agujeros de Kerr, es decir los agujeros negros que poseen rotación. (Sí, ya sé, un poco nerd todo esto, pero qué fantástico. Les recomiendo leer el gran libro Las ideas negras de la física, 2019, de Autoría Editorial).
Lo de la relatividad del tiempo en la película es más conocido (Danke, Einstein!): la gran masa curva el espacio-tiempo y eso hace que el tiempo transcurra diferente para un observador que está cerca de esa masa que para uno que mira desde lejos. Así, el que está cerca de la deformación, experimenta un tiempo más lento. Por eso, en el film, unas horas fueron años para el que estaba esperando más lejos.
Contacto. Este filme, inspirado en la novela del inolvidable Carl Sagan, muestra a la actriz Jodie Foster construyendo una cápsula capaz de viajar por el espacio-tiempo.
Dos cosas finales. La primera: la película ya ponía en primer plano el arrasamiento, la depredación ambiental de la Tierra. El planeta se muere. Como hoy. Como ahora. La segunda: al igual que en el gran film Contacto (1997), los protagónicos femeninos la rompen: aquella con Jody Foster; en Interstellar con Anne Hathaway.
Son películas que, palpando lo oscuro, persiguen la vida. Ahí aparece en Interstellar, rodeando la ciencia, la poesía de Dylan Thomas. Y es Jody Foster la que sobre el final de Contacto, cuando experimenta el agujero de gusano, mira el despliegue del cosmos y dice: “No… no tengo palabras para describirlo. Poesía. Es muy hermoso. No tenía idea”.
Y cierra: debieron haber mandado un poeta.
Fuente: Clarín