«Si metes en una licuadora a La Boca, sale Caminito», así resume Víctor Fernández, el director del Museo Quinquela Martín, al espíritu de ese pasaje de menos de 100 metros que no sólo definió la identidad de todo un barrio, sino que representa a la Argentina. Tiene a su cargo el legado del genial pintor boquense, quien tuvo la idea de transformar un terreno baldío ferroviario en un museo a cielo abierto. «Es la idea de una sociedad carnavalesca, con la omnipresencia del arte, y todo al alcance del pueblo», afirma Fernández.
Este 18 de octubre cumple 60 años de su inauguración oficial, y para revalorizar las obras y artistas que están expuestos, el Museo colocará placas con código QR que ofrecerán datos e información detallada sobre aquellas y sus creadores, muchos olvidados pero de gran renombre. «Caminito, antes que boquense, es nacional», sugiere el director del Museo al relacionar las obras que Quinquela eligió para exponer en esa cortada visitada por miles de turistas de todo el mundo. «Según Google, está entre los diez lugares más fotografiados del mundo, por arriba de la Estatua de la Libertad», confirma.
«Caminito es el feliz encuentro de dos penas de amor, que se encuentran en el tango», sintetiza Fernandéz para explicar el nombre que tomó esta curva consagratoria del tango que dio la vuelta al mundo. «Caminito» tiene música de Juan de Dios Filiberto y la letra de Gabino Coria Peñaloza, ambos tienen una historia simétrica. El primero argumentó que cuando pasaba por esta cortada una muchacha lo miraba desde la ventana de un conventillo. El segundo recordará a una joven pianista en un pueblo olvidado de La Rioja. Ambos artistas son presentados por Quinquela Martín en 1920, el tango es oficializado en 1926 en un concurso de canciones nativas, saca el primer premio, pero es abucheado por la gente.
«La bisagra fue Corsini», afirma Fernández al referirse al momento en el que el cantante Ignacio Corsini lo graba en 1927. Gardel lo había hecho un año antes, pero su versión no tuvo éxito. «El señor Corsini interpreta un tango inverosímil», dirá Caras y Caretas, pero la magia de esa obra ya había nacido, para crecer hasta transformarse en un estandarte del tango mundial.Ads by
Historia
La historia del pasaje que en La Boca se llamó «La Curva», hasta que tomó su nombre definitivo, se remonta a 1866, cuando la compañía británica Ferrocarril Buenos Aires habilita un tramo adicional a su ramal que llegaba hasta el puerto de La Boca, se trata de un desvío («una curva») entre las calles La Madrid, Garibaldi, Magallanes y Del Valle Iberlucea. En 1928 dejó de pasar el tren, y se convirtió en un terreno baldío.
Un mural con código QR Fuente: LA NACION – Crédito: Fernando Massobrio
Recién en 1954 los hermanos Arturo y Aníbal Cárrega, que tenían un almacén naval frente a «La Curva» deciden darle un uso más comunitario. «Eran hombres que pasaban a la acción directa», anticipa Fernández. Con la ayuda de sus empleados limpiaron el baldío y colocaron dos postes en la entrada y salida del pasaje para que no pudieran entrar vehículos. «Ellos decidieron que fuera peatonal -afirma-. Lo fueron a ver a Quinquela y él se involucró en el proyecto». Corría el año 1954, y aún sin autorización municipal, «Benito le encarga a Aníbal un cartel de pinotea (fondo blanco y letras legrs) de 15 X 80 con el nombre Caminito», escribe Walter Caporicci Miraglia en su libro «El hombre que fue nosotros» (biografía de Quinquela).
«La idea de Quinquela fue hacer un Museo a cielo abierto, que siguiera el guión del suyo», explica Fernández, desde su oficina por cuya ventana se ve Caminito, concurrido por decenas de grupos de turistas y alumnos de escuelas. En 1955, con Caminito ya sin las vías, nivelado y con capa asfáltica, comienza a recibir estatuas, murales cerámicos y relieves que Quinquela seleccionó. «Se une lo local con lo nacional», explica Victor para resumir alguna de las obras expuestas que refieren a la propia actividad portuaria, pero también al Santos Vega, por ejemplo.
Monumento peronista
Una mención aparte merece el monumento al General San Martín, obra de Roberto Capurro. Emplazado en 1950, y pedido por Perón, se ubicó en la entrada del barrio, en Av. Martín García y Almirante Brown. Para realizarlo, se formó una Comisión que integró Quinquela. También se hizo un bono contribución y los vecinos del barrio lograron juntar $200.000. El gobierno nacional insistió en incluir el escudo justicialista. En 1955, con la caída de Perón el monumento se removió, estuvo trece años en un depósito municipal, y por gestiones del propio Quinquela, en 1969 se colocó en la entrada de Caminito.
El 1955 ya comenzó a perfilarse como un lugar turístico, pero también de gran valor cultural. «El arte conquistó un espacio, se proyectó como una vidriera de un modo de concebir nuestra identidad cultural ante el mundo», completa Fernández. El 18 de octubre de 1959, luego de largas gestiones de Quinquela, se inaugura Caminito. «El deseo popular se adelantó cuatro años a la burocracia», agrega. Dos años antes, Cecilio Madanes presentó la primera temporada del Teatro Caminito, con capacidad para 700 personas sentadas en el propio pasaje. Funcionó hasta 1973, con gran éxito.
Los contingentes de turistas no pararon hasta la década del 80, cuando un bar ofreció un servicio gastronómico de comida típica, dándole la oportunidad de caminar por el pasaje. «En el 2001 fue el aluvión masivo de turistas», confirma Fernández. Caminito, y su fuerte identidad barrial y cultural, tiene una cucarda que pocos lugares pueden jactarse: allí se instaló un Mac Donalds, pero debió cerrar.
El éxito del tango precedió a la consagración del pasaje peatonal. A través de los años tanto Filiberto como Coria Peñaloza relataron y modificaron el origen de este monumento musical. El nieto del poeta cuenta que su abuelo por motivos labores debió visitar el pueblo riojano de Olta, un temporal lo obliga a quedarse algunos días y lo invitan a una tertulia. Allí había un piano y pregunta si alguno de los presentes puede tocarlo, una joven hermosa lo hace. Se enamoraron y en esos pocos días el entretenimiento de los novios es pasear por un «caminito» en la entrada al pueblo. Gabino se va, vuelve al año y su enamorada se había tenido que ir del pueblo por mandato familiar. Este hecho sucedió en 1903, 23 años antes de presentar el tango.
En una entrevista en El Gráfico en 1939, Filiberto aseguró que caminando por «La Curva» garabateó las notas del tango inmortal, pero quedaron archivadas tres años hasta que se encontró con Coria Peñaloza. Luego novelará su relato, diciendo que se inspiró en una muchacha que todos los días lo miraba desde una ventana de un conventillo. Un día pasó, pero no la encontró más. Existen tres «Caminitos» en el país, en La Boca, una evocación en Olta y en Chilecito (La Rioja), una calle lleva este nombre, porque allí murió el poeta.
«Paradójicamente uno de los lugares más visitados del mundo, es también el más desconocido», argumenta Fernández al referirse a los artistas, obras y hechos que dieron forma a Caminito. Con este espíritu reivindicativo es que decidieron colocar los QR, muchas de las placas originales han sido vandalizadas o están muy deterioradas. De ahora en más, sólo habrá que escanearlos y a través del celular conocer el título de la obra y biografía del artista. «Es una manera de honrar la idea de Quinquela y de aquellos que pensaron en Caminito como un lugar para crear identidad», concluye Fernández.
Fuente: Leandro Vesco, La Nación