Primero, me gustaría hacer un descargo de responsabilidades. Debido a que soy británico y tengo el título de Astrónomo Real, a veces me preguntan si me ocupo de hacer los horóscopos de la Reina. Quiero responder que no soy astrólogo y que tampoco poseo la bola de cristal. De hecho, los científicos somos malos pronosticadores, aunque tal vez no seamos tan malos como los economistas. Es decir, mis predicciones son tentativas y se basan en mi libro reciente Sobre el futuro: perspectivas para la humanidad, donde ofrezco una mezcla de optimismo científico y pesimismo político.
Baxter es un robot diseñado para ser un «androide obrero». /AP.
Nuestra Tierra existe desde hace 45 millones de siglos. Pero este siglo es especial: es el primero en que las principales amenazas provienen de una especie, la nuestra, y no de la Naturaleza. En este momento, estamos en lo profundo del Antropoceno (N.de la R.: una era geológica aún no reconocida oficialmente que se caracteriza por la influencia de las actividades humanas) y tenemos una huella colectiva cada vez más pesada en el planeta. También tenemos a mano tecnologías cada vez más potentes que pueden ser enormemente beneficiosas, pero que si se aplicaran incorrectamente podrían provocar retrocesos catastróficos para la civilización.
Futuras generaciones
Si realmente nos importan quiénes vivirán en el siglo 22 y más allá, entonces habrá que tener en cuenta la opinión de economistas prestigiosos como Martin L. Weitzman, quien considera que vale la pena pagar una póliza de seguro ahora para proteger y resguardar a esas futuras generaciones de los peores escenarios.
Abordar el cambio climático de manera inmediata, por ejemplo, sería apropiado. Es alentador ver a más activistas entre los jóvenes que esperan vivir hasta el final del siglo. Su campaña es bienvenida. Su compromiso da motivos para la esperanza. Pero creo que deberíamos alentar nuevas tecnologías; sin ellas, el mundo no puede proporcionar energías limpias para una población en expansión y más exigente, ni suficientes alimentos ni mejor salud. La tecnología, sin embargo, debe ser sabiamente dirigida. De hecho, muchos están preocupados porque la biotecnología, la cibernética y la robótica están avanzando de una manera tan impredecible que no podemos adaptarnos adecuadamente a ellas. El temor es que eso nos lleve a emprender un viaje lleno de baches a lo largo de este siglo.
Los extraordinarios avances en microbiología ofrecen perspectivas de contener pandemias y mejorar la salud y la producción de alimentos. Pero estos mismos avances fortalecen las preocupaciones sobre la seguridad de los experimentos y la difusión de “peligrosos conocimientos”. En 2012, grupos en Wisconsin y en Holanda demostraron que era sorprendentemente fácil hacer que el virus de la influenza fuera más virulento y más transmisible.
Martin Rees es un astrofisico que fue nombrado «Astrónomo Real».
Las nuevas técnicas de edición de genes pueden señalarse como otro ejemplo: son muy prometedoras, pero ya existen preocupaciones éticas sobre los experimentos chinos que modifican embriones humanos. Si se hace posible “jugar a ser Dios en la mesada de la cocina” (por así decirlo), nuestra ecología (e incluso nuestra especie) no sobrevivirá ilesa por mucho tiempo. Los gobiernos, especialmente la UE, están adoptando una actitud estricta y precautoria ante la biotecnología. Pero me preocupa que cualquier regulación que se imponga no se pueda hacer cumplir en todo el mundo, como tampoco sucede con las leyes de drogas o las leyes fiscales. Cualquier cosa que se pueda hacer será hecha por alguien, en algún lugar. Y eso es una pesadilla.
Mientras que una bomba atómica no puede construirse sin instalaciones visibles que permitan revelar sus propósitos, la biotecnología involucra equipos a pequeña escala. De hecho, el biohacking (N. de la R.: la utilización de técnicas nutricionales, médicas y electrónicas con el objetivo de ampliar las capacidades físicas y mentales de una persona) está floreciendo incluso como un hobby.
Piratas informáticos
¿Más riesgos? El creciente empoderamiento de los grupos expertos en tecnología que promueven especialmente la biotecnología planteará un desafío insoluble para los gobiernos y agravará la tensión entre libertad, privacidad y seguridad. Es una máxima sabia aquella que augura que “lo desconocido no es lo mismo que lo improbable”. Y en cibertecnología, la carrera armamentista entre piratas informáticos y defensores se volverá más costosa y vejatoria. Eso es una de las desventajas del avance de la Inteligencia Artificial (IA).
El científico He Jiankui logró embriones humanos con genes modificados. /AP.
Las máquinas se harán cargo de gran parte de la fabricación y distribución minorista. Es inevitable. También pueden complementar, si no reemplazar, muchos trabajos de cuello blanco: trabajo legal de rutina, contabilidad, cargar datos a computadoras, diagnóstico médico e incluso cirugía. Por el contrario, algunos trabajos no rutinarios del sector de servicios, como plomería y jardinería, estarán entre los más difíciles de automatizar.
Las implicaciones sociales de la IA ya son ambivalentes. Su efecto se volverá más intrusivo y dominante. La sociedad seguramente será transformada por la IA y por los robots autónomos, pero todavía está por verse si esas máquinas, alguna vez, manifestarán capacidades humanas y sentido común. Por ejemplo, Rodney Brooks (el creador del robot Baxter y de la aspiradora Roomba) cree que durante muchas décadas tendremos que preocuparnos menos por la inteligencia artificial que por la estupidez humana. En contraste, hay entusiastas como el futurólogo Ray Kurzweil.
Máquinas espirituales
En un libro llamado La era de las máquinas espirituales, Ray Kurzweil predice que los humanos trascenderán la biología al fusionarse con las computadoras. En el lenguaje espiritualista a la antigua usanza, “irán al otro lado”.
Pero a Kurzweil le preocupa que su nirvana no ocurra en el transcurso de su vida. Por eso contrató los servicios de una compañía en Arizona que congelará y almacenará su cuerpo para que cuando se le ofrezca la inmortalidad pueda resucitar o descargar su cerebro.
En Alemania, un robot ensambla el fuselaje de un avión Airbus./EFE.
Me sorprendió encontrar tres colegas académicos aquí, en Inglaterra, que también se han entregado a la criogenia. Dos pagaron el servicio completo; el tercero ha tomado la opción de reducir el precio: sólo congelará su cabeza. Me alegré de que sean de Oxford, no de mi universidad (Cambridge). Les dije que preferiría terminar mis días en un cementerio inglés antes que en un refrigerador americano.
La visión de Kurzweil puede ser de ciencia ficción, pero seguramente es creíble que las vidas humanas pueden extenderse, con consecuencias drásticas para las estadísticas de la población y la estructura familiar. Y que nuestra mente y cuerpo pueden volverse maleables a través de tecnologías genéticas y cyborg, lo que lleva, si se maneja mal, a nuevos y fundamentales tipos de desigualdad. Este “diseño inteligente secular” nos cambiará mucho más rápido que la evolución darwiniana.
Es un cambio de juego. Cuando admiramos la literatura y los artefactos que han sobrevivido desde la antigüedad, sentimos una afinidad, pese al abismo de miles de años que nos separan, con esos artistas antiguos y sus civilizaciones. La naturaleza humana no ha cambiado durante milenios. Pero, en mi opinión, podemos tener una confianza nula en que las inteligencias dominantes dentro de unos siglos manifestarán algún feedback emocional con nosotros. Aunque, claro, seguramente tendrán una comprensión algorítmica total sobre cómo nos comportamos.
Fuente: Clarín