Carlos López Puccio, Tomás Mayer-Wolf, Jorge Maronna, Roberto Antier, Horacio «Tato» Turano y Martín O’Connor
«Esta vez haremos un espectáculo con humor». Así, entre risas e ironías, arranca Les Luthiers la presentación de las dos semanas de funciones consecutivas que ofrecerán en esta ciudad, donde se sienten «como en casa», y donde entran, nuevamente, por la puerta grande.
Es que, apenas dos años después de haber sido galardonados con el premio Princesa de Asturias, en la categoría de Comunicación y Humanidades, llega para ellos otro reconocimiento de la mano del Instituto Cervantes, que los invitó a dejar un «legado» en su Caja Fuerte de las Letras, reservada para el talento hispano.Será el martes y estará con ellos Juan Manuel Serrat, de quien en el pasado grabaron un tema -«Las malas compañías»- y de quien se confiesan admiradores totales.Pisan fuerte otra vez en una tierra que sienten propia y donde afianzaron su carrera internacional. «Nos une un cariño enorme? y la gastronomía», dicen. Los reyes Felipe y Letizia, como antes Juan Carlos y Sofía, o el ex presidente Felipe González, suelen mezclarse con el publico para aplaudirlos.
Regresan con Viejos Hazmerreíres, una recopilación de sus mejores éxitos pero que, en rigor, «nunca es la misma porque la vamos puliendo casi en forma constante», dice Carlos López Puccio quien, junto con Jorge Maronna, son los dos miembros «históricos» de la formación inicial. Los acompañan también Tomás Mayer-Wolf; Martín O’Connor; Horacio «Tato» Turano y Roberto Antier, este último en reemplazo de Marcos Mundstock, quien esta vez se quedó en Buenos Aires.
Y ese es el único momento en que se ponen serios mientras contestan preguntas de LA NACION. «No contamos con Marcos desde marzo. Está afectado con una enfermedad seria que afecta su capacidad motriz», explicó López Puccio.
Sacan cuentas. Llevan más de medio siglo en el escenario y calculan que más de 9 millones de personas vieron sus espectáculos. «Somos más lindos en directo», bromean. Los años no asustan. Quieren seguir «hasta cuando sea posible».
Por supuesto que los afectan los cambios en la formación inicial pero no en la efectividad del espectáculo. España ha sido una prueba de ello y en su gira tanto por Galicia como por Andalucía, las reacciones de público y crítica fueron coincidentes. «El grupo como tal funciona igual», dice Maronna.
Estén donde estén, ellos ingresar siempre a un mismo ambiente: un telón rojo de fondo y un piso oscuro. Nada de escenografía, mucho de juego de luces y su colección de instrumentos informales. Ese es el hábitat donde expanden su talento. Un hogar que no varía ni con el tiempo ni con los países.
Lo que sí cambia es que cada gira es más compleja. Arrancaron, décadas atrás, con un pequeño equipaje Hoy se desplazan como una banda de rock. «Viajamos con 45 baúles rodantes y cinco toneladas de peso» en instrumentos y equipo de sonido.
Ellos son seis en escena, pero otras catorce personas los acompañan para la producción del show. Entre ellos, los especialistas en armado y afinación de sus raros instrumentos.
«No somos originales en eso. Ya los Reyes Católicos tenían tres personas sólo para afinar los laúdes», comenta Maronna. «Aunque eso nos lo contaron porque, para entonces, nosotros éramos muy chicos», bromea.
El debut será el viernes. Antes de eso será el homenaje en el Instituto Cervantes y, como condimento especial, esta vez habrá una exposición de sus instrumentos informales en el hall de entrada.
«Nos ilusiona mucho que el público pueda verlos bien de cerca», comenta López Puccio. Ya hicieron alguna experiencia por escuelas y se sorprendieron con que los alumnos se lanzaron a armar sus propios instrumentos. «Lo que hacemos no termina de asombrarnos», dicen. Felices de estar en lo que parece uno de los mejores trabajos del mundo.
Fuente: Silvia Pisani, La Nación