Manos a la obra: los oficios vuelven con diseño y creatividad

Antes de llegar a la cita con su psicólogo, los pacientes debían esquivar soldadoras, prensas y amoladoras. El PH en Palermo de Santiago Vaca Guzmán estaba estratégicamente divido en dos: por un lado, el taller de herrería, el oficio que estaba descubriendo y, por otro, el consultorio donde ejercía la psicología.

Aunque había elegido la carrera con convicción, y la practicó hasta los 29 años (hoy tiene 36), la herrería se coló en su vida de una forma espontánea y extraña. Siempre le había interesado la construcción y, mientras terminaba la carrera, trabajaba en una consultora de recursos humanos donde muchas búsquedas coincidían con ingenieros en soldaduras para Techint. Se interesó en el tema y terminó comprando una soldadora para hacer reparaciones en su casa. Entre esas selecciones de personal conoció a Sasha, un ucraniano formado en la ex URSS, que le transmitió sus conocimientos en matricería, soldadura, tornería, electromecánica y un mundo que desconocía.

Así como al principio pudo separar sus dos trabajos, luego la herrería fue creciendo tan vertiginosamente que tuvo que elegir. Y la soldadora le ganó al psicoanálisis.

Los oficios tradicionales están tomando nuevo impulso a través de talleres y escuelas organizados, en gran parte, por profesionales de la vieja guardia. También por personas que descubrieron habilidades que desconocían concurriendo a workshops, iniciándose con tutoriales en la web, o buscando perfeccionarse y aprender más. Si antes era una figura más vinculada con el hacedor habilidoso con las herramientas, este nuevo impulso viene acompañado con una cuota de creatividad y diseño integral.

Dolores Maciel (restauración de muebles). Trabaja en todo tipo de muebles, antiguos, modernos, en buen o en mal estado
Dolores Maciel (restauración de muebles). Trabaja en todo tipo de muebles, antiguos, modernos, en buen o en mal estado Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Coló

Ese fue el caso de Dolores Maciel, conocida como Dolita en su cuenta de Instagram, donde suma más de 22 mil seguidores. Porque, claro, las redes sociales son parte fundamental de este nuevo capítulo en la vida de los oficios. «Trabajé muchos años en una empresa odontológica como data entry. Desde 2001 lo hacía desde mi casa, cargaba datos en una computadora, lo que por un lado me permitió poder hacer cosas que me gustaban más: manejar mis horarios, estar full time con mis hijos, pintar, tejer, coser… Siempre hice de todo un poco».

Y entre ese hacer incansable encontró una veta comercial tejiendo cactus y almohadones a crochét. Casi sin darse cuenta, siguió interviniendo muebles, primero los propios y luego los de sus amigas, y de a poco, a pedido. «Trabajaba en los muebles de día y a la noche me sentaba en la compu, pero sentía que desperdiciaba mi tiempo y mi energía. Hasta que llegó el día que tomé la genial decisión de renunciar y dedicarme solamente al reciclado y restauración de muebles».

Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Coló

Ahora, con su maletín de herramientas llega a las casas -como una Mary Poppins de los oficios-para lavar madera, restaurar y reciclar muebles, y también toma pedidos en su taller de Coghlan. Hace reciclado en todo tipo de muebles: antiguos, modernos, en mal estado, en buen estado, de madera, de cocina, de melamina. Los pinta, lava, les cambia el estilo, los repara. «Descubrir el oficio fue la cosa menos pensada de mi vida. Fue un proceso natural, amoroso… Siempre vi a los muebles desde ese lugar, nunca fueron simplemente objetos. Desde chica me gustó conocer la historia de cada uno, saber a quiénes habían pertenecido, de dónde venían. En mi casa, cada mueble que entró empezó a construir su historia. Y como soy inquieta, ya todos tienen varias versiones. O los cambio de lugar, o de color, o de función. Cuando empiezo un trabajo necesito saber dónde estará ese mueble, de quién es o de quién fue y, a partir de ahí, pienso cómo reciclarlo».

Es autodidacto y sus primeros trabajos, antes de profesionalizarse, respondieron a la experimentación e intuición. Hace tres años conoció a varias recicladoras de muebles y armaron un grupo para compartir técnicas, experiencias e información. Ahora comparte lo que sabe en los talleres que dicta.

En Posdata Taller, en Colegiales, los cursos más elegidos son los de tapicería en general, reciclado de muebles y objetos, y de lámparas. En todos, cada alumno trabaja sobre un proyecto específico, lo desarrolla y se lo lleva al final de la jornada, como un banco tapizado, una cajonera. El listado de talleres es tan amplio como el público que asiste, de todas las edades y con distintas actividades y profesiones (www.posdatataller.com.ar).

Si de recuperar técnicas antiguas se trata, en Ático de Diseño, la escuela-taller de Luján Cambariere, www.lujancambariere.com, la artista Romina Bianchi reversionó el uso de la aguja mágica o china para trabajarla con lanas y enseñar a tejer alfombras. Además del conocimiento, los alumnos se llevan la alfombra de 1,60 metro que realizan en clase. También hay cursos para enseñar el manejo del fieltro, la ilustración botánica, el bordado technicolor y más.

Juan Manuel García Olivares (carpintero). Dejó la tecnología para diseñar muebles a medida, desde los planos hasta la instalación
Juan Manuel García Olivares (carpintero). Dejó la tecnología para diseñar muebles a medida, desde los planos hasta la instalación Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Coló

En Experimento Casa, a cargo de Melina Belluzzo, el de más salida es el curso Intensivo de Carpintería, que permite llevarse el objeto que fabriquen en la clase, o una mirada general para aproximarse al oficio y sí anotarse en otro más extenso. En el taller básico de carpintería se hacen desde proyectos básicos a otros más completos, con el uso de herramientas eléctricas y manuales. Por la gran demanda, funciona todos los días, de 19 a 21, con un promedio de 7 u 8 personas por clase.

Para Vaca Guzmán también es importante transmitir lo que sabe. «Me parece que es devolverle un poco a Sasha, una persona que me enseñó su oficio y me ayudó desde la amistad y la buena onda». Por eso, dos veces por semana da clases, a través del gobierno porteño, en la Villa 31 y en la Villa Fraga, con cursos de 30 personas.

«Es un oficio que me generó la posibilidad de poder emanciparme, y me da una sensación de libertad muy linda. Quiero devolver lo que me dieron».

Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Coló

De la tecnología a la carpintería

A Juan Manuel García Olivares (@juanpintero en Instagram) la carpintería lo acompañó desde siempre. «Particularmente, el trabajo con la madera surge de aquel cuartito lleno de herramientas en la casa de mi abuelo. Los domingos, a la hora de la siesta, era mi parque de diversiones. Luego, en la secundaría tuve los típicos talleres de carpintería y me encantaron. Desde ese momento hasta hoy, siempre estuve haciendo cosas en madera como hobby».

Pero un día dejó de ser solo un pasatiempo. Había trabajado durante años en la industria del software, con múltiples posiciones pero siempre detrás del monitor escribiendo líneas de código. Luego de 17 años de carrera decidió pegar el volantazo y dedicarse de lleno a la carpintería. «Me cansé de la virtualidad y lo abstracto. Mi cuerpo me pedía trabajar con las manos».

Diseña muebles a medida y abarca todo el proceso, desde la toma medidas, estudio de espacios, recomendaciones estéticas, diseño de planos hasta la realización y entrega e instalación. También hace restauración de muebles antiguos, «volviendo a la vida esos objetos que ya tienen sus batallas. Me encanta restaurar muebles con historia, reparar algo roto y no descartarlo es ganarle una batalla a la obsolescencia y darle un nuevo round. Me gusta la idea de reparar y formo parte de Club de Reparadores (http://reparadores.club), que hace de esa idea un movimiento.

El Club promueve la reparación de objetos como estrategia para el consumo responsable y la práctica de la sustentabilidad. «Reparar es extender la vida útil de los objetos y evitar que se conviertan en residuos, y en este sentido, es una manera de combatir la cultura de lo descartable y la obsolescencia programada, poniendo en valor los saberes tradicionales y modernos de reparación», se presentan en su página.

Trajabar en equipo

En esta nueva era de los oficios, recargados con creatividad y diseño, los artesanos ya no trabajan aislados en un taller. Ellos forman una comunidad que autodenominan maker, una palabra que nació junto a la ola del DIY (Do It Yourself o Hacelo vos mismo). «La comunidad maker argentina está creciendo muchísimo en los últimos años y es muy nutritivo poder tener de primera mano a personas de todos los oficios. También YouTube es hoy una fuente inagotable de conocimiento, que te permite tanto consumir como compartir técnicas y saberes con cualquier persona del mundo», opina García Olivares.

Para Dolita es parte de su trabajo recomendar a colegas y elaborar proyectos con carpinteros y tapiceros amigos que la complementan: «Me encanta ser parte de una comunidad emprendedora. Soy defensora del #sumarsuma. Como es un trabajo un poco solitario, cada vez que puedo compartir un proyecto con una amiga recicladora lo disfruto muchísimo».

El trabajo en equipo cambió la forma de ver el oficio para Vaca Guzmán. Parte de su desarrollo lo hizo con dos amigos, los arquitectos Manuel Nesta y Esteban Rodríguez, para formar Oficios Asociados, un emprendimiento dedicado al diseño y producción de mobiliario y arquitectura a través de procesos minimalistas. Con ellos viajó hace unos años a París para montar una obra del artista Leandro Erlich.

«Hay una moda de makers, pero antes el oficio era visto como de puro obrero. El resurgimiento viene de parte de los diseñadores, que quisieron dejar de ir a un taller para hacerlo ellos mismos. Los diseñadores están queriendo volver a las bases, para experimentar con los materiales», dice.

Lucía Giraudo (tapicera). Viajó de Rosario a Buenos Aires para dedicarse a la actuación y descubrió que su mundo era la tapicería
Lucía Giraudo (tapicera). Viajó de Rosario a Buenos Aires para dedicarse a la actuación y descubrió que su mundo era la tapicería Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Coló

De actriz a tapicera profesional

Lucía Giraudo es actriz. Dejó su Rosario natal en 2008 para estudiar en Buenos Aires, primero en el taller de Marcelo Savignoni y, luego, en la escuela de Raúl Serrano. La acompañó un grupo de amigos actores y todas las ganas de seguir en una profesión que, sentía, no prosperaba. «No encontraba mi pasión», recuerda,

Un viaje a Búzios y luego otro a Europa la devolvieron a Rosario decidida a buscar otro camino y a radicarse definitivamente en Brasil. Hasta que se cruzó con un sillón que había sido de su abuela, y con los conocimientos que había adquirido en un workshop (del estilo «Hacé tu propia banqueta»), decidió retapizarlo. Y le salió bien. Tanto que una de sus amigas le pidió que reparara un sofá que había encontrado en la calle. «Cuando lo empecé a desarmar fue el primer impacto, encontrarme con el interior de un mueble. Estaba todo podrido y aparecían los resortes. A medida que lo desarmaba quería copiar lo que veía para poder armarlo. Hoy, con todo lo que aprendí, sé que no lo hice tan bien. Pero no había quedado mal».

Se anotó en los talleres gratuitos que daba el gobierno porteño a través de la Cámara de los Fabricantes de Muebles, Tapicería y Afines (Cafydma). «Quería hacer tapicería, pero no había lugar. Entonces, arranqué con restauración de muebles. Fue lo que a mí me nutrió y me capacitó. Al año pude anotarme en tapicería con el profesor Mario Rosales, un tapicero de oficio de toda la vida muy minucioso. Me fascinó», dice, y asegura que aún recurre a esos docentes cuando necesita ayuda. Luego, hace dos años, presentó un proyecto en la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), por el que recibió un subsidio de 42.000 pesos con el que logró comprar sus herramientas, que hasta ese entonces eran rudimentarias. «Para mí fue una diferencia abismal. Con eso me compré todo, y mi trabajo empezó a cambiar».

Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Coló

Así comenzó un círculo imparable: conoció a colegas de otros oficios que comenzaron a recomendarla, descubrió la docencia, y empezó a recibir cada día más trabajo, que minuciosamente realiza en el taller montado en el primer piso de su PH. También entró en Instagram (@luciagiraudo_reciclados), y un lenguaje que aún le cuesta seguir, sabe que es fundamental: recibe por lo menos tres pedidos de presupuesto cuando publica una story.

Disfruta dar talleres porque es una forma de transmitir lo que aprendió, y su grupo de alumnos es variado en edades e intereses. Algunos solo quieren aprender a tapizar una banqueta y llevársela lista para su casa y, otros, comenzar a despuntar el oficio. Ella quiere aprender más, como a realizar tapicería más antigua y reparar esterilla. Trabajo no le falta. «Creo que cada vez habrá más, porque va cambiando la moda del diseño de interiores cada año».

Cuando da un presupuesto pasa, por un lado, el de mano de obra y, aparte, el costo de las telas, que puede variar infinitamente. Ella prefiere las nacionales, como la pana tramada que usó para retapizar el sillón de tres cuerpos que reina en su living (y que rescató de la calle), acompañado por una silla mecedora que era de la abuela de su novio que restauró amorosamente y tapizó en lino. En un rincón, un sillón de un cuerpo tapado con tela espera aún sus manos habilidosas. Porque en casa de tapicera.

Un oficio youtuber

Influencer, youtuber, maker. A Martín Calcagno, de 42 años, todas esas palabras le parecían distantes hasta que descubrió que se había convertido en todo eso. En su canal de YouTube, donde suma más de 45 mil seguidores, explica desde cómo usar una soldadora y taladros inalámbricos hasta el paso a paso para hacer un cajón de chapa o un proyector de video para iPhone.

De chiquito fabricaba sus propios juguetes. Aún recuerda entre risas que para suplantar el barco pirata de Playmobil que tenían todos, y que a él no le podían comprar, se fabricó uno en cartón y cintas que causó furor entre sus amigos. Cuando terminó el bachillerato pensó que lo suyo era Diseño Gráfico, pero se terminó anotando en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón para estudiar Escultura.

Picaba mármol, tallaba madera, fundía plomo y empezó a trabajar con una metalúrgica. «La escultura me llevó a descubrir el hierro como una forma de expresión y monté mi primer taller con algunas máquinas». Al poco tiempo fue seleccionado para hacer una muestra en Palais de Glace, curada por Clorindo Testa y Enio Iommi.

Del hierro pasó al bronce, y mientras sumaba materiales y técnicas decidió abandonar el circuito de galerías de artes. Fue entonces cuando un amigo le recomendó que abriera un canal en YouTube, mientras él seguía dando clases en su taller de escultura, carpintería, soldadura

Empezó en cada video a compartir información sobre lo que sabía hacer, y aparecieron los primeros -e importantes- sponsors. Participó en un concurso nacional de artesanías del Fondo Nacional de las Artes presentando un delantal de cuero, y ganó el primer puesto. Al año siguiente hizo un trabajo en bronce, y volvió a ganar.

Detrás de un youtuber hay mucho trabajo: a la mañana lleva a su hijo de 6 años al colegio y, a las 8, ya está en su taller. Tiene una marquería artística, hace herramientas para encuadernación, da clases en el taller y, al atardecer, corre a la Universidad Nacional de las Artes donde trabaja en la secretaría académica. Por la noche, y luego de darle el beso de buenas noches a su hijo, edita los videos que sube en YouTube.

«Antes el oficio era una tradición familiar que se pasaba de generación en generación. Guardaban sus secretos, nos eran abiertos al conocimiento. Hoy tenemos que fomentar la capacitación, que se usen las herramientas a conciencia. No podés trabajar con una amoladora si no sabés. Esta movida tiene su lado positivo desde el rescate que se hace del ebanista, del cuchillero, del grabado de vidrio, pero hay que capacitarse antes», dice.

Ahora su gran plan es mudarse a San Antonio de Areco por una necesidad personal y profesional. Por un lado, prefiere dejar la vida urbana y, por otro, abrir una escuela de proyectos que integre técnicas de ayer y de hoy, unir talabarteros japoneses y contactarlos con argentinos, convocar a plateros alemanes y mostrar técnicas de todos los tiempos y de todas las regiones por YouTube.

Con profesionales tan activos en las redes sociales e interconectados se viene una nueva etapa para los oficios: más cosmopolita y abierta al conocimiento.

Fuente: Mariangeles Lopez Salon y Grisel Marino, La Nación