Lo bueno de llegar a negocios que funcionan en departamentos o pehaches es que uno siente inmediatas ganas de ir al baño. Debe ser un reflejo condicionado, innato, un acto irracional que, por ejemplo, nunca nos ocurre cuando entramos a la Librería Hernández. Claro, en las librerías a puertas cerradas hay ciertas cuestiones que modifican el campo de percepción comercial, y lo del baño puede que sea una.
“Estoy en regla como monotributista de compra y venta de libros, y como profe de talleres literarios”, dice su dueña, Nurit Kasztelan. Dice o se ataja. “Empecé en 2009 y al principio no sabía dónde iba con todo esto. Vengo de la economía, yo soy economista, y trabajé cuatro años para el Estado en el Consejo Federal de Inversiones. Lo de la librería arrancó informalmente y en el comienzo se basaba en pequeñas editoriales independientes de amigos, en medio de una relación donde ni siquiera usábamos factura. A medida que la cosa empezó a crecer, yo también fui madurando».
-¿A qué hora abrís?
«Prefiero que mires las estanterías por Internet y que llegues, si es posible, con la compra definida. Es más, si venís, la compra es casi obligatoria», dice Nurit. Foto: Juano Tesone
-A ver, esta es mi casa propia. Hay gente que quiere venir a chusmear y eso no me gusta. Es lógico que pretendan hacerlo en una librería de Palermo, pero mi propuesta es atípica, y muy poco convencional. Y te digo sinceramente: con diez años encima haciéndolo, una librería deja de ser algo exactamente romántico como muchos piensan. Aquí estás todo el día actualizando precios, recibiendo cajas de novedades, acomodando ejemplares… Tengo todos los catálogos subidos a mi página web prolijamente diseñada. Entren en www.libreriamicasa.com.ar. ¿Qué quiero decir con esto? Que prefiero que mires las estanterías por Internet y que llegues aquí, si es posible, con la compra definida. Es más, si venís, la compra es casi obligatoria.
Más guionada por su instinto que por una orientación precisa, Nurit tiene intenciones que la convierten en una vendedora de nicho, donde la masividad suele estar mal vista. Van escritores y los clientes pueden ser, en su mayoría, alumnos de distintos talleres literarios. El chileno Alejandro Zambra (Bonsái, No leer, Tema libre) aparece y le regala los derechos de un libro que Nurit publicará por su propio sello. Así son las cosas en este mundito.
Hace cuatro años, este misma sección publicó una entrevista sobre el fenómeno de las librerías atípicas, habiendo descubierto, en un edificio de San Telmo, el local más escondido de la ciudad autónoma… ¡El malhumor de Nurit! ¿Qué pasó? «¡Es que yo fui la primera y no me dieron el crédito correspondiente!», comenta endureciendo la sonrisa labial.
Detrás de una de estas puertas funciona la librería oculta y preferida de muchos escritores. ¿Donde queda? En Malabia al 1000. Foto: Juano Tesone
Lo de San Telmo era –«ya fue», aclara Nurit- una propuesta similar que consistía en tocar el timbre en Defensa al 900 y preguntar: «Hola, perdón, ¿tenés el último de Rolón?»
Ella (la voz) respondía por portero eléctrico: «No, no lo tengo ni lo voy a tener».
“Bué, hoy casi todas las librerías de estas características dejaron de existir. Las razones pueden ser muchas, pero creo que básicamente vos no podés ofrecer, a puertas cerradas, algo que tranquilamente podrías encontrar en cualquier local a la calle. Como verás, yo tengo muy poco de editoriales grandes como Random House o Planeta. Mi riqueza está en…» y nombra editoriales cartoneras de todas las latitudes, fanzines, libros de arte, ¡de danza!, plaquetas, etc., para rematar con una boutade de mesa chica: “Mi editorial favorita es la Diego Portales».
Pasás a una planta baja de Malabia al 1000 y lo que por afuera es una clásica casa chorizo, luego se transforma en la casa (chorizo) de tus sueños: la vegetación del patio es sumamente heterogénea. Decenas de bibliotecas empapelan las paredes. Hay más altas, más llenas, más privadas («de esto no se vende nada»). Al fondo, unas escaleras empinadas. Ese es el baño. A la izquierda debe estar el cuarto de los chicos.
No, Nurit aún no tiene hijos, pero el croquis de situación sirve para hacerse a la idea del hogar-dulce-hogar con plus. Se lo comentamos a la dueña y ella revolea los ojos con impaciencia, como diciendo: ¡ay, obvio…!
Nada de best- sellers ni de libros de editoriales como Planeta o Random House. «Mi especialidad son los catálogos raros. Libros cartoneros, sellos independientes, fanzines, plaquetas». Foto: Juano Tesone
Un best-seller en esta librería que anda cumpliendo diez años, «son entre 50 y 200 ejemplares». ¿Argentinos que alcanzaron la marca? María Gainza, acaso la mejor escritora contemporánea, y Romina Paula, entre otros. ¿Hombres? «Luigi Amara, el mexicano que escribió La escuela del aburrimiento. Uno de mis escritores preferidos».
No hay Facundo(s) Manes, ni Lauritas Di Marco, ni Ari(s) Paluch(es).
Nurit empezó vendiendo estilo hippie con una bolsa. Los primeros cinco estantes que amuró a una pared están justo acá, y los muestra con orgullo, como si fueran la piedra fundamental de la cultura de occidente.
En 2009 no quería dar ni el teléfono. Odiaba aparecer en las fotos. «Que salga el gato», ordenaba. Las fobias continúan: “Por favor, no pongas mi dirección. Disculpame, yo tengo mis reglas y exijo que las respeten. No soy un local a la calle. No me interesa que venga cualquier persona a mi casa. Eso está muy claro en mí y son gustos que puedo darme justamente porque no tengo un negocio a la calle».
Con los años, el público cambió muy tenuamente. Muchos escritores, que son amigos, Pablo Katchadjian (el del polémico Aleph engordado) o Hernán Ronsino, le mandan a sus alumnos. También hay un sinfín de loquitos que buscan materiales inhallables. «Tengo muchas figuritas difíciles». ¿Ejemplos? «¿Conocés esta editorial de literatura africana?”
Mira para atrás, haciendo memoria, y ve su proyecto como un capítulo delirante de fabricación casera, sin precedentes. Un plan de evasión alternativo, al de por sí alternativo universo libresco. Ahora dudando como un Hamlet en medias de lycra, la cuestión es cerrar o no cerrar. ¡¡¿Cómo?!! «Sí, estoy cansada», avisa. «Si no cierro, hago una fiesta de relanzamiento. Una de dos».
-¿El mejor momento de estos diez años?
-El Programa de Escritura Creativa de la Universidad de Iowa me compró más de medio catálogo. Si vos vas a Iowa te vas a encontrar con colecciones enteras de editoriales independientes tipo Mansalva. Todo ese material era mío. Me compraron unos 5.000 libros. A los norteamericanos les encantan las editoriales raras, cartoneras, los fanzines, los libritos objeto… Yo nunca atravesé una crisis”.
A ella le gusta el acopio tanto como la literatura. “Soy mejor lectora que escritora”, dice esta poeta con títulos publicados y editora del distinguido sello Excursiones. «Cuando vinieron de Iowa tuve que reponer casi todo, pero me gané 7.000 dólares en cinco minutos. Inolvidable”.
Además de librería en casa, Nurit es poeta, da talleres litearios, está escribiendo una novela y tiene su propio sello editorial: Excursiones. Foto: Juano Tesone
Negociamos publicar la suculenta cifra de su venta histórica, a cambio de todas las imprecisiones que ella nos demanda. “Poné Malabia sin dirección, poné Villa Crespo, cerca del Subte B. Si hay interés en la librería, la curiosidad hará el resto».
Es mucho menor su temor a la AFIP que al merodeo diletante del lector salteado.
“No me interesa en lo más mínimo que vengan por la ‘experiencia’ de la casa- librería. Prefiero que vengan por el catálogo. Quiero hablar con gente que le interese el sistema de la literatura y que sepa que está con alguien entendido. Yo busco eso en un cliente».
-¿Fuiste a otras librerías a puertas cerradas?
-No. No siento interés. En Nueva York, donde viajo seguido, me hicieron una nota por mi librería. Es raro, en Nueva York hay algo parecido, pero es más whisky, más noche. Lo mío, en cambio, es bastante diurno, tranquilo y cada vez más íntimo. Yo abro a veces, no estoy de 9 a a 20. Tampoco hace falta eso. Hablemos claro: el libro es un bien de lujo.
Fuente: Clarín