Hay unas trescientas cámaras de todas las épocas en la colección de Aldo Sessa. Varias de ellas, antigüedades del siglo XIX que planea exhibir en la fundación que creará sobre el Pasaje Bollini, donde trabaja desde hace décadas. Sin embargo, la que tiene en su celular parece ser en estos días el tesoro más preciado de este fotógrafo que cumplirá ochenta años el mes próximo.
Con ese teléfono y otros similares tomó las fotografías recientes que integrarán desde el jueves la muestra Mi tercer ojo, en la galería Maman. La primera que realiza con imágenes producidas con el celular.
«Me convertí en un chico de 5 años, volví a la infancia. Es un juego tan magnético, tan maravilloso, que va a ser el gran difusor de la fotografía de una forma mucho más masiva», dice sobre la costumbre cada vez más habitual de registrar las escenas cotidianas, como el propio reflejo multiplicado en las gotas de lluvia o las sombras de unas copas sobre el mantel.
«Mucha gente está aprendiendo a mirar sin darse cuenta -observa -. Ahora están jugando con el teléfono, pero cuando tomen conciencia de sus posibilidades creativas van a surgir muchísimos fotógrafos que van a hacer cosas mejores que las mías. Es algo que va a abrir muchas cabezas a nivel mundial, por el potencial del aparato. Es la revolución de la mirada, una revolución creativa.»
Esa revolución comenzó, según él, en el momento en que hubo «cien personas levantando el teléfono mientras se paraban frente a La Gioconda. «El problema es que sacan la foto, la comparten y la tiran -señala-. Cuando se den cuenta de que pueden estar solos y hacer una gran foto y disfrutarla, ahí van a empezar a hacer más. Y a copiarlas. Si el 0,001 de los miles de millones que hacen eso queda, va a quedar un montón. Es inconmensurable la cantidad de cosas buenas que hay.»
Sessa descubrió ese potencial hace unos tres años, cuando llevaba encima tres cámaras: una Leica, una Rolleiflex y una Canon digital de buena definición. «De golpe descubro una foto difícil, por un alto contraste o por mucha oscuridad -recuerda-. Saco para documentar con el teléfono y con otra cámara, y al comparar el mejor balance de color… era el del teléfono.»
Según este experto, que comenzó a sacar fotos hace más de seis décadas hasta que esta disciplina desplazó a su vocación inicial de pintor, el «entrenamiento de la mirada» es mucho más importante que el soporte que se use.
«Cultivar la mirada es lo único necesario para tomar una buena foto -asegura-. Cuando una persona tiene entrenada la mirada ve todo, mil veces más que alguien que no lo haya hecho. Y eso se logra… mirando.»
Práctica no le faltaba cuando usó su primera cámara. De chico solía acompañar a su madre al taller de Lucio Fontana, y comenzó a pintar a los ocho años. En la década de 1970 expuso con la mítica galería Bonino en Buenos Aires, Nueva York y Río de Janeiro, lo cual impulsó una carrera internacional con decenas de exposiciones.
«Para mí fue muy natural el paso a la fotografía, desde 1958 -recuerda-. En la pintura uno de los aspectos más importantes es la composición, un equilibrio de la imagen, y eso ya lo tenía instalado. Me sentía cómodo con muchos problemas comunes a las distintas disciplinas de las artes visuales, como el uso del color y las formas… Tenía muy claro qué me gustaba y qué no.»
Entre lo que le gustaba se contaba el cine, a tal punto que llegó a trabajar en un laboratorio de Los Ángeles donde conoció a Ingmar Bergman. Hoy considera a Michelangelo Antonioni, Pier Paolo Pasolini y Franco Zeffirelli como grandes maestros que lo ayudaron a ampliar su mirada.
«Al observar como artista, al estar pendiente de todo, entro en un lugar y lo primero que mido es el volumen de luz -dice-. Tengo un ojo milimétrico. Es una molestia a veces, porque veo puntos en las paredes… Veo todo.»
«Compositivamente tiene un ojo de pintor«, coincide Patricia Pacino, curadora de la muestra. Entre medio millar de fotografías tomadas por Sessa -de las 400.000 guardadas en su archivo- seleccionó 72, que se presentarán ubicadas dentro de la carcaza de un celular.
Algunas se ampliarán en gran formato, hasta dos metros por uno. En blanco y negro y color, sin filtros, se exhibirán autorretratos -no «selfies», palabra que detestada por Sessa-, abstracciones y paisajes de Buenos Aires y Nueva York como los que integrarán un libro dedicado a esa ciudad el año próximo.
Volverá a demostrar así, como lo hizo al exhibir su archivo el año pasado en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, que mantiene su afán por la experimentación. Ese que lo llevó hace décadas a trabajar con las primeras cámaras Polaroid y más tarde a crear naturalezas muertas con distintos materiales. Y que ahora confirma la posibilidad de conmover con una imagen con sólo prestar más atención a la vida cotidiana. La herramienta está al alcance de todos.
Para agendar:
Aldo Sessa. Mi tercer ojo en la galería Maman (Av. del Libertador 2475), desde el jueves 26 a las 19 hasta el 15 de diciembre
Fuente: Celina Chatruc, La Nación