Siempre hay más Art Nouveau en la Ciudad de Buenos Aires. Y el viernes 20 de septiembre se lo pudo redescubrir en la apertura -por primera vez al público- de los sótanos del Palacio Barolo, una de las «celebrities» porteñas con rasgos de este estilo, y en el ex Palacio Lagomarsino, otra joya local aún poco conocida.
Hubo más novedades. Porque, con visitas guiadas gratuitas a esas y otras dos maravillas -la Confitería del Molino, en restauración tras más de 20 años de abandono, y el Casal de Catalunya-, se realizó la primera edición de La Noche del Art Nouveau en Capital, desde las 18 hasta las 22.
La idea del evento estaba picando. Es que en en la Ciudad existen al menos 200 construcciones con impronta Art Nouveau, como se llamó al modernismo en Francia, en Bélgica y acá, según informó la Asociación Art Nouveau de Buenos Aires (AANBA), que organizó esta movida.
Emblema. La Confitería del Molino, en Rivadavia y Callao.
Contra los academicismos, sobre la base de motivos inspirados en la naturaleza, el movimiento y la sensualidad, el Art Nouveau -Liberty en Italia, Sezession en Austria y Jugendstil en Alemania- se extendió por el territorio porteño, siempre combinado con otros estilos, durante las décadas de 1910 y 1920. Lo hizo de la mano de grupos sociales medio-altos, sobre todo, por barrios entonces pujantes, cercanos al Centro, donde había espacio para edificar sin dejar de encantar.
Restauración. De 1.200 metros cuadrados de vitrales de la Confitería del Molino. / Archivo Clarín
Por entonces, construyeron “palacios” incluso para alquilarlos. LaCasa Calise (1911, Hipólito Irigoyen 2562-78, Once), por ejemplo, que ocupa unos 8.000 metros cuadrados con locales y departamentos y cuenta con una de las fachadas más decoradas de la Ciudad: al menos 35 esculturas del italiano Ercole Passina.
Sucede que, además de oportunidades para invertir, estas edificaciones fueron símbolos de estatus para los que subían en la escala social. Símbolos preciosos, hoy festines de arte.
Palacio Barolo. Fue construido entre 1919 y 1923 por el italiano Mario Palanti. En Avenida de Mayo 1370. / Luciano Thieberger
La Calise es un buen ejemplo para hablar del Art Nouveau en Capital por eso y por más razones. Es obra de Virginio Colombo (1885-1927), uno de los referentes del estilo acá. Se calcula que, en poco más de 20 años, este arquitecto legó unas 50 edificaciones con esta impronta. Diseñó el Palacio Lagomarsino (1920), hoy Casa de San Luis, que se encuentra bien conservado, y diseñó la sede de la Societá Unione Operai Italiani (1913), un tesoro en ruinas, en Sarmiento 1374, San Nicolás. Es decir, obras que serían cuidadas y obras que no.
Así que, dado que no se puede valorar lo que no se conoce, durante La Noche del Art Nouveau, también hubo proyecciones y repartieron mapas con íconos vecinos de cada uno de los 4 edificios corazones de la propuesta. En esta nota, va un resumen de sus historias y de sus secretos.
Pinturita I. En el ex Palacio Lagomarsino, hoy Casa de San Luis. Una joya en Recoleta. / Luciano Thieberger.
Pinturita II. En el ex Palacio Lagomarsino, de Recoleta.
Casal de Catalunya. El corazón de la primera Noche del Art Nouveau, en San Telmo. / Luciano Thieberger.
El Barolo o debajo del «infierno»
Circuito Avenida de Mayo
Tocá para explorar los datos.
Infografía: Clarín
El Palacio Barolo es un símbolo de la Avenida de Mayo -está al 1370- y de Capital. Lo construyó el arquitecto italiano Mario Palanti (1885-1979) entre 1919 y 1923 por encargo de su compatriota y empresario textil Luis Barolo (1869-1922).
Palanti se valió de tradiciones occidentales -la pasión neogótica por las alturas y mármoles de Carrara– y orientales –las curvas del templo indio Rajarani Bhubaneshvar, siglo XII, en la cúpula–, con novedades de la época, como el hormigón armado.
Al paraíso. Vista del interior del Barolo, desde la planta baja. / Luciano Thieberger
Además, para algunos investigadores, Palanti se basó en la Divina Comedia, de Dante Alighieri (1265-1321). Es que hay coincidencias entre el edificio y ese poema:100 metros de altura, 100 cantos de la Divina Comedia. 22 pisos, 22 estrofas en ciertos cantos. 11 balcones, 11 estrofas en otros cantos…
«Flores de fuego». Símbolos que se leen en el piso del pasaje Barolo. /Luciano Thieberger.
“Se cuenta que el Dante, Palanti y Barolo eran miembros de una logia, ‘Fede Santa’, vinculada a los Templarios. Y que por eso y por temor a lo que pudiera pasar con los restos del Dante si se desataba una nueva guerra –Palanti venía de pelear en la Primera Mundial y volvería a Europa a apoyar, desde otro lugar, al fascista Benito Mussolini–, decidieron que se inspirara en la ‘Divina Comedia’ y, llegado el caso, se convirtiera en mausoleo del poeta», señaló a Clarín Miqueas Thärigen, quien organiza recorridas guiadas por el edificio junto con su hermano Tomás.
Pasaje. El del Barolo comunica Avenida de Mayo con Yrigoyen. / Archivo Clarín
En esas visitas, desde el “infierno” del Dante, es decir, la planta baja, hasta el “paraíso”, representado por el gran faro (con 300.000 bujías), los guías señalan, por ejemplo, que las flores de los mosaicos de la planta baja podrían ser “círculos de bronce que representan el fuego” y la cuadrícula en blanco y negro del piso en torno a los ascensores, una alusión “al bien y al mal en clave masónica”. La simbología parece infinita. De hecho, el historiador de la arquitectura Carlos Hilger definió al Barolo como el gran ejemplo local de la «arquitectura esotérica» de principios del siglo XX.
Cúpula. La del Barolo está inspirada en un templo hindú del siglo XII. / Luciano Thieberger
Durante La Noche del Art Nouveau se sumarán atractivos a los clásicos del edificio. Se podrán recorrer el pasaje del Barolo -que conecta Avenida de Mayo con Hipólito Yrigoyen- y, por primera vez, parte de los sótanos.
Desde la gran escalera. La planta baja del Barolo encandila. / Luciano Thieberger
«Se trata de dos sótanos, unidos por una escalera, sin ornamentación, que se han destinado a fines culturales», anticipa a Clarín Willy Pastrana, presidente de AANBA. Y agrega: «En uno de ellos, con capacidad para unas 400 personas de pie, presentaremos un audiovisual en una pantalla de 5 metros: ‘El Barolo y el Art Nouveau porteño’, un corto de 12 minutos, entre otros materiales». Y el resto será dejar que aparezca algo de la magia de las historias del Barolo.
Un palacio para redescubrir
Circuito Santa Fe
Tocá para explorar los datos.
Infografía: Clarín
Este edificio, ubicado donde hoy funciona la Casa de San Luis en Buenos Aires (Azcuénaga 1083), fue construido en 1920 por Virginio Colombo, uno de los arquitectos clave para al Art Nouveau a la porteña.
Fachada. Del ex Palacio Lagomarsino, edificado en 1920. /Luciano Thieberger.
Portal. El antiguo Palacio Lagomarsino tiene el estilo de un petit hotel./ Luciano Thieberger.
«Cuando Carlos Lagomarsino, inmigrante italiano dedicado a la industria textil, compró el terreno de la actual calle Azcuénaga al 1083/87 y pidió a Colombo la creación de una casa con intenciones palaciegas, que pusiera de manifiesto su rango social nuevo», explica Pastrana a Clarín.
Sala. Con los encantadores querubines que usó el arquitecto Colombo en sus obras. / Luciano Thieberger.
La familia vivió sólo 4 años entre los mármoles, vitrales y maderas nobles de este edificio, tipo «petit hotel». Cuando Carlos Lagomarsino murió, lo vendieron. Fue consultorio médico y, en la década de 1960, sede de la primera Escuela de Aviación y del servicio de inteligencia de la Aeronáutica.
Mármoles. Maravillas en la Casa de San Luis. / Luciano Thieberger.
«Celebrity» en recuperación: la Confitería del Molino
Circuito Avenida Callao
Tocá para explorar los datos.
Infografía: Clarín
La réplica de las aspas de un molino que decoran el frente y la torre tipo aguja son emblema de este emblema de la Ciudad, en restauración tras dos décadas de abandono.
Mármoles. En la Confitería del Molino, inaugurada hace más de 100 años. / Archivo Clarín
El edificio, construido por Francisco Gianotti -el mismo arquitecto que diseñó la Galería Güemes (1915) de Florida 165, otro ícono Art Nouveau hermoso-, fue inaugurado en 1917.
Pinturas de luz. Los vitrales de la Confitería del Molino. / Archivo Clarín
Se trata de una estructura de hormigón armado -novedad de la época-, con mármoles, bronces, cerámicas y más de 15 metros cuadrados de vitrales. Prácticamente todo, importado desde Italia.
Histórica. La imagen muestra a pasteleros, en un subsuelo de l Confitería del Molino. / Archivo Clarín
Tiene 3 subsuelos y 5 pisos. En los subsuelos se elaboraban las especialidades de pastelería, había una «fábrica de hielo» y funcionaban los depósitos. En la planta baja estaba la confitería y en los dos primeros pisos, los salones de fiestas Versalles y Gran Molino. Los otros espacios eran para alquilar.
En la década de 1990 el negocio empezó a decaer. Hasta que en 1997 cerraron por vacaciones y no abrieron más. Meses después declararon al edificio Monumento Histórico Nacional.
El deslumbrante sello catalán
Circuito San Telmo
Tocá para explorar los datos.
Infografía: Clarín
El Casal de Catalunya nació como espacio para ayudar a los inmigrantes de esa colectividad a fines del siglo XIX. Parte de su sede actual fue construida en esa época. Luego, en 1909, la comunidad catalana compró un terreno vecino y levantó otra edificación.
Salón. Con los mármoles y la decoración, deslumbra en el Casal de Catalunya. / Luciano Thieberger.
Las huellas de ambas épocas contrastan: las más antiguas tienen aires neogóticos y las de la ampliación, modernistas catalanes, es decir, de la variante del Art Nouveau que llegó desde Barcelona, marcada por el personalísimo sello de Antoni Gaudí, y difundido acá por el arquitecto Julián García Núñez.
Zoom. A las cerámicas del Casal. / Luciano Thieberger.
En el mismo edificio del Casal funciona el Teatro Margarita Xirgu y un restaurante. En Chacabuco 863, es uno de los más originales del Casco Histórico y de toda la Ciudad.
Fuente: Clarín