Con una mochila de 10 kilos y agarrados de la mano, Laura Cristiano (28) y Nicolás Lerino (32) emprendieron una aventura alrededor del mundo. Cansados de la rutina laboral y de sólo dos semanas de vacaciones al año, la pareja abandonó todo y visitó 33 países y 150 ciudades en 10 meses. Ya conocen 74 naciones.
Desde hace tres años que comparten su gran pasión. Se conocieron por un grupo de Facebook (“Mochileros Argentina”) en el que Nicolás publicó una foto de su paso por Tailandia, a lo que Laura le contestó con un mensaje. Y así empezó todo.
“No son vacaciones, como muchos piensan. La mentalidad es distinta. Somos viajeros, buscamos aventuras: ir al desierto, vivir con otras costumbres y cruzar fronteras calientes. Recorrer lo máximo posible con un bajo presupuesto”, relata Nicolás, quien dejó su trabajo como abogado en una compañía para cumplir su sueño de un trotamundo. “Nuestro verdadero descanso es en Buenos Aires, pero no nos contenemos y algún viaje corto hacemos”, sostiene el joven que entrenó cinco años en el San José Rugby Club de Pilar.
Asombro. El mono en primer plano en Koh Phi Phi, Tailandia.
Después de 80 mil kilómetros recorridos en 10 meses, están hace cinco en la Argentina. “Hay que descansar. Abruma tener todos los días que pensar dónde comer o dormir y estar apurados para no perder los vuelos”, explica Laura, quien abandonó su puesto en Recursos Humanos de una empresa para viajar, aunque nunca dejó de bailar, su otra afición. En su regreso visita a su familia en San Fernando y continúa dando clases de jazz, árabe y contemporáneo.
Fue un proceso gradual, desde abril de 2017 hasta febrero de 2018, en el que vendieron sus pertenencias y ahorraron cada uno US$ 10 mil para emprender marcha hacia el otro hemisferio: empezaron por España y terminaron en Turquía.
Fueron compartiendo todas las andanzas y reflexiones en su blog: “Vida de viajes”. Así, lograron circular su historia en más de 40 portales internacionales de noticias. “Interactuamos mucho con nuestros 40.000 seguidores de todo el mundo, desde israelitas hasta turcos”, comenta Laura, quien quedó fascinada con el paisaje montañoso repleto de globos aerostáticos en la ciudad subterránea de Capadocia, en Turquía, Patrimonio de la Humanidad.
El año que viene quieren hacer otra travesía, pero sin tanta planificación para poder aprovechar cada oportunidad que se les presente. Tienen pensado recorrer Asia Central, Europa y África, para luego ir en bicicleta de Amsterdam a Barcelona. Intentarán esquivar Afganistán y Pakistán por los conflictos bélicos.
La pareja no sólo elige los destinos clásicos para su travesía. Un ejemplo es la localidad de Bled, en Eslovenia.
“Nos recomendaron evitar ciertos países, pero muchas veces nuestra experiencia derribó mitos”, contó Nicolás al recordar que en Egipto, lugar al que muchos le dijeron que no fuera, se sintió como en casa.
Para poder ir a tantos lugares, se adaptaron a diferentes situaciones: desde aprovechar colectivos por la noche para ahorrar alojamiento hasta dormir gratuitamente en los hogares de locales.
“En Vietnam no sabíamos dónde alojarnos y terminamos durmiendo en un colchón sobre el piso del aula de una escuela”, recuerda Laura. Y Nicolás agrega sorprendido: “Estuvimos en pueblos de Filipinas donde hay electricidad pocas horas al día. Ahí nos bañamos con baldes de agua fría, como hacen los locales”. Algo similar fue su visita a Tanzania y Zimbabwe, parte de su último recorrido.
Los viajeros ,a los que sólo les queda por conocer la Muralla China de las “7 Maravillas del Mundo”, prefieren los lugares exóticos por sobre los populares. En el mientras tanto, aseguran que nunca dejaron de trabajar gracias al universo digital. Como freelancers, escribieron centenares de reseñas y se dedicaron al posicionamiento de páginas web.
Si bien cada destino tiene su magia, concuerdan en que Myanmar (sudeste asiático) fue único y memorable. “En el Monte Popa tuve que ponerme pollera para entrar a un templo en la punta del volcán inactivo y había monos macacos que les robaban a los turistas sus mochilas”, apunta entre risas Nicolás, quien estuvo los últimos dos meses con una bota ortopédica tras fracturarse el tobillo cuando subía a un bote que iba por el Nilo, en Egipto.
Pirámides. A caballito, un fondo infaltable en Giza, Egipto.
Laura y Nicolás disfrutan entrar en contacto con otras culturas, derribar prejuicios y sorprenderse a cada paso. “Me gusta no saber con qué me voy a encontrar”, asevera el joven, quien se conforma con reducir todas sus pertenencias al espacio de una mochila.
“Quiero conocer todo el mundo, pero en un futuro me veo viviendo en mi país”, asegura Laura, quien también aprendió a ser minimalista y vivir con poco.
La pareja no va a parar hasta descubrir 100 países. Mientras tanto, esperan junto a sus seres queridos en la Argentina y recobran energías para la próxima travesía.
Fuente: Clarín