No sólo de torres y cúpulas está poblado el cielo de la Ciudad de Buenos Aires. Tampoco, de túneles de árboles. Ese espacio expone además estrellas esculpidas, de bronce y de hierro.
La dama dorada de 5,5 metros de altura y 4 toneladas de peso que corona la Casa de la Cultura (ex edificio La Prensa, 1898), realizada a fines del siglo XIX en París, es una celebridad del Microcentro. En Avenida de Mayo 565, avanza con una página en una mano y luz en la otra, por lo que se la conoció como «La Farola», indicaron a Clarín desde Casco Histórico porteño. Pero, aclararon esas fuentes, está inspirada en la diosa de la sabiduría griega Palas Atenea o en la romana Minerva y en la célebre pintura «La Libertad guiando al pueblo» (1830), de Eugène Delacroix. Y, en buena parte por eso, se instaló, desde el vamos, como símbolo de la libertad de prensa.
Las dos figuras de bronce y hierro fundido, de 3,5 metros de alto cada una, que están a punto de golpear una gran campana bien arriba, sobre el techo de Rivadavia 1745, también son de postal. Se trata de los autómatas del reloj monumental de la sede de la Auditoría General de la Nación, inspirados en los moros del que está en la Torre dell’Orologio de la Piazza San Marco de Venecia (siglo xv).
Monumental. Cuatro toneladas de bronce pesa esta dama, esculpida en París a fines del siglo XIX, que corona la Casa de la Cultura (ex edificio La Prensa)./Néstor García
Y tanto el globo de la torre faro del edificio que el empresario naviero Nicolás Mihanovich mandó a edificar en 1912 en Alem y Perón -mirando al río y a sus embarcaciones- como el «genio alado» que se posa sobre la cúpula cobriza de la sede del Club Español (Bernardo de Irigoyen 172) podrían ser otros emblemas de Capital si se los enfocara más y mejor.
Desde Venecia. Los moros del reloj monumental de Rivadavia 1745 se inspiran en los de Piazza San Marco. / Lucía Merle
Desde el Gobierno de la Ciudad estiman que Buenos Aires tiene unas 400 cúpulas, con y sin estos remates preciosos, y que alrededor de 100 se encuentran en propiedades protegidas.
Vista. La torre faro, despojada y exquisita, en Alem y Perón. / Lucía Merle
En tanto, los libros de historia señalan que las cúpulas porteñas y este tipo de coronamientos son, en general, testimonios de la fase final de transformación de la «gran aldea» en la metrópoli, acelerada durante las primeras décadas del siglo XX. En esos cambios, guiados en parte por la búsqueda de símbolos de progreso y de status, altos, imponentes, influyeron desde evocaciones neoclásicas hasta el furor por la gran novedad arquitectónica de la época: los rascacielos.
Colosos. Los encargó la empresa Siemens en los 30 y tras décadas de abandono los restauraron en 1992. / Lucía Merle
En Perú 535, sobre el boliche Museum, se encuentra quizá la obra más secreta de esta breve serie. El edificio de estilo industrial, atribuido a Alexandre Gustave Eiffel -célebre por la construcción de la Torre parisina- fue construido en 1906 con hierro traído desde Francia y exhibe en el tope una figura con martillo y yunque, es decir, justamente, un herrero.
Genio alado. En la sede del Club Español, en Bernardo de Irigoyen 172. / Lucía Merle
Claro que, famosas o no, estas obras nunca son fáciles de observar. Suelen estar ubicadas en zonas ajetreadas, por las que solemos caminar apresurados, esquivando codazos, pozos o algún desvío por obras. Pero vale la pena hacerles zoom: son puntos monumentales de nuestro universo.
Siete obras para explorar:
1) «Forjador». Así se llama este edificio de tipo industrial, de 1906, atribuido al francés Gustave Eiffel. Una mole de hierro, coronada por la representación de -lógico- un herrero. Fue depósito de molinos y de maquinaria agrícola que fabricaba la antigua Casa Nocetti. Después, albergó a la Ferretería Hirsch. Y luego, al boliche Museum. En Perú 535.
Secreta. La figura del herrero que corona el edificio de Gustave Eiffel en Perú 535. / Lucía Merle
El edificio «El Forjador» está en lo que fue el solar de Vicente López y Planes, autor de la letra de Himno Nacional. Y en 1989 se convirtió en set para la filmación de «En la ciudad de la furia«, de Soda Stereo.
2) Libertad. Con sus 4 toneladas de bronce y sus 5,5 metros de altura, esta dama corona la Casa de la Cultura (ex edificio La Prensa, 1898). La creó el escultor Maurice Bouval a fines del XIX en París y se la considera emblema de la libertad de prensa. En Avenida de Mayo 565.
Punto en el universo. La dama de 4 toneladas, en Avenida de Mayo 565. / Lucía Merle
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Reloj. Bajo la dama de bronce, es otro tesoro del edificio de la Casa de la Cultura. / Lucía Merle
3) Colosos. Fueron creados en la década de 1930 para el gran reloj de la sede de la empresa alemana Siemens, que estaba en Avenida de Mayo al 800. Se trata de uno de los dos relojes monumentales con estas figuras, llamadas autómatas, que tiene la Ciudad de Buenos Aires -el otro está en Rivadavia al 1700, ver ítem 6-.
A la distancia. Los colosos de Siemens, hoy, en Diagonal Sur y Bolívar. / Lucía Merle
Ya al final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el Gobierno argentino expropió los bienes alemanes y esa estructura de unas 3 toneladas fue desplazada. Años después estaba desguazada. Sin embargo, los colosos sobrevivieron, igual que la campana. En 1988 Siemens la empezó a restaurar y en 1992 fue emplazada en Bolívar y Diagonal Sur.
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4) Faro. Este edificio fue encargado por el empresario naviero Nicolás Mihanovich al arquitecto croata José Markovich e inaugurado en 1912. Es, básicamente, de estilo academicista francés, como muestran su simetría, puertas y ventanas rectangulares y la ornamentación geométrica y austera. Y cuenta con esta torre faro exquisita, que mira -claro- al puerto. La entrada principal está en 25 de Mayo 195 pero esta estructura se aprecia desde Alem y Perón.
Abstracta. La torre faro inaugurada en 1912, en Alem y Perón. Fue construida por una empresa naviera. / Lucía Merle.
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5) Genio alado. La decoración de toda la fachada maravilla con arcos, herrería que «dibuja» tramas abigarradas, pinturas y dos esculturas que representan a «La Recolección» y a «La Navegación», ubicadas en el tercer piso. Y adentro pasa lo mismo: tanto y tan lindo encandila. No es casualidad que esta edificación, sede del Club Español, obra del arquitecto holandés Enrique Folkers inaugurada en 1911, sea una joya Art Nouveau, más precisamente modernista, de la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, vale la pena recorrer el frente con la mirada hasta el tope: sobre su cúpula cobriza, aparece una figura masculina con las alas desplegadas y una corona de laureles en una mano, creada por el barcelonés Torcuato Tasso y Nadal -el mismo que realizó las otras dos estatuas ya mencionadas-. A este tipo de figura se las llamó «genios«, en alusión a una especie de espíritu o fuerza protectora en la que creían los antiguos griegos y romanos -y de la que derivan los ángeles cristianos-. En Bernardo de Irigoyen 172.
Contra el cielo. El genio alado del Club Español, de 1911. / Lucía Merle
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6) Moros en Venecia. Los evocan las dos figuras en bronce y hierro fundido, de 3,5 metros de altura cada una, que están a punto de golpear una gran campana, bien arriba, en Rivadavia 1745.
Zoom. Las estatuas de este reloj monumental, ubicado en Congreso, miden 3,5 metros de altura cada uno. / Lucía Merle
Desde Venecia. El reloj de Piazza San Marco en el que se inspiró el de Congreso. / Archivo Clarín
Las piezas son parte del reloj de la actual sede de la Auditoría de General de la Nación, inaugurada en 1927, de su grupo escultórico de más de 4 toneladas.
Panorámica. Rivadavia 1745, donde se ubica uno de los dos relojes con autómatas que tiene la Ciudad de Buenos Aires. / Lucía Merle
El reloj fue diseñado por la empresa Fratelli Miroglio de Turín, Italia. El cuadrante mide 2,5 metros de diámetro y la campana de bronce y plata pesa dos toneladas.
Todo el trabajo está inspirado en el Reloj de los Moros, instalado en 1496 en la Torre dell’ Orologio de la Plaza San Marco de Venecia.
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7) Para París. Ya no corona ningún edificio. Pero esta escultura, titulada «La Navegación», fue creada en hierro por el francés Louis Barrias como uno de los remates para el Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París de 1889. Nada menos.
Belgrano R. Atesora esta escultura de fines del siglo XIX. /Luciano Thieberger
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El Pabellón, diseñado por Albert Ballú -también francés-, inspirado en El Palacio de Cristal construido en Londres para la Gran Exposición de 1851, se expuso prácticamente al lado de la Torre Eiffel. Una vez en el país, lo reconstruyeron en Plaza San Martín y, entre 1910 y 1932, funcionó ahí el Museo Nacional de Bellas Artes. Luego, lo desarmaron para ampliar la plaza y pocas piezas sobrevivieron. Esta es una. Está elevada en un pedestal, con un mástil donde flamea la bandera argentina, en Avenida de los Incas y Zapiola.
Símbolos. La obra de 1889 muestra una victoria alada y timón. / Luciano Thieberger
¿Qué simboliza? Muestra a “la victoria alada tocando un clarín” y a una figura masculina que, con su mano derecha, maneja un timón, según explicaron desde Turismo porteño.