Lana Del Rey nunca pensó llegar tan lejos. Sacrificada con precocidad en el altar de los dioses blogueros de la música y carne de cañón para las sanguinarias redes sociales, la cantante y compositora nacida como Elizabeth Grant podría haber sido apenas una nota al pie en la historia de la música pop, luego de que las mezquinas conjeturas sobre su formación y su talento coincidieran con un flojo debut en Saturday Night Live, a comienzos de 2012.
En lugar de autoinmolarse, Del Rey llegó a convertirse en una de los artistas más sólidas e inspiradoras de la década, presagiando estéticamente el giro de la música pop -y del mundo- hacia los opiáceos y el apocalipsis.
Norman Fucking Rockwell!, su quinto disco para una gran discográfica lanzado el viernes, está colmado de letras incendiarias y malas palabras (además del obsceno título del álbum) que exploran nuevamente las versiones iconográficas de la masculinidad y la feminidad, desmontando la primera y fortificando la otra, empezando por la letra de apertura del disco: «Maldito hijo varón». La agresiva música a medio tempo es un homenaje al folk y rock del Laurel Canyon de California.
Aunque el álbum fue escrito y producido con el experto del pop Jack Antonoff, Lana Del Rey, que en los últimos cinco años nunca integró la lista de los Top 40 estadounidenses, se inclina por baladas lánguidas y una graciosa versión indolente del grupo Sublime, tras coquetear con sonidos contemporáneos en el álbum Lust for Life, de 2017.
También podemos hacernos una buena idea de los artistas que rondan por el universo musical de Lana Del Rey, con sus referencias a John Lennon, Led Zeppelin, los Beach Boys, David Bowie y Crosby, Stills & Nash, así como también mantiene los flashes de Fiona Apple y Cat Power, un antepasado espiritual y reciente colaborador.
Desde la casa de un amigo en California, donde para ella es más sencillo hacer sus tareas, Del Rey, de 34 años, se entrevistó por teléfono y habló sin rodeos, con un humor astuto y muchas risas sobre una variedad de temas, desde su proceso creativo y Antonoff hasta Kanye West, Donald Trump y la escasez de música de protesta. Aquí presentamos unos extractos editados de la conversación.
-Te convertiste en una estrella pop sin interactuar con tus contemporáneos ni parecerte a ellos, pero en tu último disco trabajaste con el rapero ASAP Rocky, el cantante The Weeknd y el compositor y productor Max Martin. ¿Querías retirarte otra vez a un segundo plano?
-No, pero honestamente, Jack tiene una presencia tan grande dentro del estudio, que ocupó tanto espacio como yo. Fue algo muy colaborativo. Lo único en lo que pensaba, hacia el final del trabajo, era que me hubiese gustado tener a una mujer de la década de 1960, solo para agregar un poco de mágica buena suerte. Pero ni siquiera lo solicité.
-¿Qué obtuviste al trabajar con Jack que no hayas logrado con otros?
-En cierto modo es una especie de romance en el que las cosas funcionan mejor cuando una menos lo espera. Estaba en una fiesta y me encontré con él y en realidad no quería bajar al estudio, porque era invierno y me estaba muriendo de frío. Pero después escribimos una canción en casi 40 minutos -«Love Song»- y yo me quedé diciendo: «Sos tan bueno, ¿qué te parece grabar en vivo, sin tomas, esta canción que escribí llamada ‘Hope Is a Dangerous Thing’?» Y me gustó mucho cómo capturó mi voz sin instrumentos. Pensé: ‘hagamos un álbum’.
-¿Tenés una teoría para explicar por qué tantas artistas mujeres se sienten atraídas a trabajar con él?
-Creo que es su talento musical. Conozco muchos productores que no saben tocar música. En una de las últimas canciones que hicimos, ¡él toca la cítara! Pienso que lo que yo puedo hacer creando una melodía en el aire, él puede hacerlo con una pequeña progresión de acordes y lograr algo mágico.
-¿Tiene algo de intimidatorio lanzar un álbum producido por Jack al mismo tiempo que Taylor Swift?
-Ah, bueno, sin duda me hace pensar qué carajo estoy haciendo con mi vida [risas].
-¿En qué sentido?
-¡Me la paso en la playa! Yo me decía que era mejor dejar mi casa y salir a hacer algo. Quiero decir… [pausa larga, seguida por un suspiro]. Mi plan es no tener plan casi todo el tiempo, que en realidad me funciona muy bien. Pero a veces tengo que cortar con eso y decirme que la música cambia, la cultura cambia. A veces la gente quiere más de lo que una da, así que déjenme subirme al escenario y mostrar mis canciones. En realidad no pensaba en el álbum de Taylor y después salió y me dije: «¡Ah, guau!» No me di cuenta de que había una semana de diferencia.
-Incursionás en el pop, pero al mismo tiempo no formás parte realmente de él. ¿Cómo decidís cuándo querés meterte en ese género, como en la canción «Charlie’s Angels», con Miley Cyrus y Ariana Grande?
-En primer lugar, me gusta muchísimo Ariana. Escuché mucho Dangerous Woman. Conseguí su número de teléfono y pudimos charlar. Después salió Thank U, Next y ese álbum me volvió loca. En todas las canciones me preguntaba cómo había hecho para escribirlas. Así que cuando ella me pidió cantar para la remake de Los Ángeles de Charlie, le dije: «¡Dale, si realmente querés que lo haga!»
-¿Qué pensás sobre el estado actual del pop dominante? ¿Estás al tanto de lo que pasa a través de la radio, Spotify o Billboard?
-Sí, me encanta. No sigo los rankings, y tampoco escucho la radio. Uso más bien Instagram. Veo que alguien saca un clip de una canción y después la busco en YouTube. Me encanta Billie Eilish, y siento que estuve esperando este momento de la cultura de la música pop. Personalmente soy muy perceptiva. Puedo predecir, por ejemplo, si una cantante pop tiene generosidad de espíritu o un fueguito juguetón en el corazón. Con Billie es prodigioso. Me basta con escuchar una línea de una melodía y ya me doy cuenta. Y después están las elecciones de entonación de Ariana, que tal vez no sean tradicionales, pero son muy buenas. También amo el hip-hop, así que ver surgir ese influjo tan grande de raperos que también son tan auténticos y sexys… uno de los tipos quiere ponerse un vestido en el escenario y todos aplauden como diciendo: «¡Bravo!».
-¿Hay una generación de mujeres jóvenes que hacen música y se sienten influidas por vos?
-Sí.
-¿Eso te pone bien?
-Sí. Bueno…
-¿O creés que empezaste algo y la gente te está carcomiendo?
-Me siento mejor de la otra forma. Ah [pausa larga]. Simplemente me di cuenta de eso y me gusta. Porque me gusta mi propia música [risas].
-En la canción «The Greatest», decís que extrañás el rock ‘n’ roll. ¿Creés que el rock está muerto o está muriendo?
-Se trata más bien del concepto de relajarse y escuchar música sin ninguna razón. Pensaba en la época en que tenía 19, 20, 21 años y tuve mis primeros novios en serio y escuchaba a los Kings of Leon, la canción «Milk», o White Stripe y The Strokes. Intentamos entrar a ese bar secreto que tenían en el East Side y nadie nunca nos dejó pasar. Fue tan divertido. Tal vez debería haber hablado del indie rock.
-En «The Greatest» está la línea «Kanye West is blonde and gone» [Kanye West es rubio y se fue], que también está impregnada de una nostalgia similar. Cantaste en su casamiento y también le reprochaste su apoyo al presidente Trump en Twitter. ¿Tuviste alguna respuesta?
-No, por suerte. La cosa es así: no quiero provocar una respuesta. No me siento mejor por haber escrito lo que escribí. Pero Kanye significa mucho para nosotros. Y por cierto, estoy agradecida de estar en un país donde todos pueden tener sus propias opiniones políticas. No soy más demócrata que republicana: estoy en el medio. Pero lo hice más bien por el ambiente y el humor que reinaba: «¡Ah, este hombre es el mejor!», «¿En serio? ¿El mejor?». Me hizo mal. ¿Yo tenía que decir algo? No. Pero es más bien una línea que representa muchas cosas.
-También grabó y lanzó la canción «Looking for America», en respuesta al reciente brote de tiroteos y asesinatos en masa. ¿Por qué le pareció tan urgente hablar del tema?
-Fue por esos tiroteos que transcurrieron con menos de 24 horas de diferencia. Cualquier situación remotamente violenta me altera por completo. Cada tanto, como pasa ahora con los incendios en el Amazonas, la gente se despierta y dice: «Ah, esto no es apenas una fase, algo temporal». Hay algo que está mal de raíz. Me gusta mantenerme en la periferia, pero cuando se producen tiroteos como esos, ¿debería callarme, cuando es momento de decir algo? Para mí, ciertamente era el momento.
-¿Cree que falta música de protesta específica para el momento que vivimos?
-Ahora sí. Creo que hubo un largo periodo en que nadie entendía bien lo que estaba pasando. Ahí estuve, en Unión Square, cuando ganó Obama. Durante su gobierno, sentí que un sueño se había hecho realidad, que podríamos enfocarnos en el arte, y que durante esa época de alivio temporal no era necesario hablar de ciertas cosas. Pero mientras tanto estaba pasando de todo. La gente está uniendo los puntos de la línea: «¿Es posible que la actual presidencia esté promoviendo la idea de que es OK ser más violentos?» Y mucha gente piensa que es así. Alguien que dice «hay que agarrarlas de la c…» está haciendo que otro se sienta un poco más autorizado a llevar su rifle a la escuela. Si antes no era momento para la canción de protesta, el momento es absolutamente ahora.
-En algunos momentos del disco parece haber alusiones al movimiento #MeToo. ¿Cree que tuvo el mismo impacto en la industria de la música que en el resto de la cultura?
-Si no lo tuvo, ciertamente es también aplicable al mundo de la música. Impactó del mismo modo en tanto y en cuanto la gente tuvo que evaluar dónde estaba parada, en términos de ser marginada o sufrir abusos. No importa si sos médico o portero, cada uno sabe donde queda en el espectro de: «¿La gente me está cagando?».
-¿Leyó el capítulo de la autobiografía de Moby donde cuenta cuando la invitó a salir? Según Moby, usted le dijo que él estaba en la cola para la guillotina, por el lujoso penthouse donde vive.
-(Risas) Sí, lo leí.
-¿Le sonó cierto?
-¡Bastante! No puedo creer que se acuerde… Debe tener memoria de elefante. Yo ni me acuerdo de la situación. Creo que por entonces yo era cantante de apoyo, telonera de otros grupos, y sí, salimos juntos (risas).
-¿Se permite recordar aquellos días oscuros de 2012, cuando todos le pegaban por las redes sociales? ¿Alguna vez se subió al caballo del éxito?
-Trato de no subirme nunca al caballo, pero fue todo tan inusual e inesperado que por supuesto el recuerdo es muy vívido. Cuando me acuerdo no puedo evitar pensar «¡Qué raro fue todo!». Pero me alegro de que ahora todo sea mejor todavía que antes. Siempre pensé que si iba a ser exitosa quería que fuera por hacer las cosas muy bien. Eso implica un verdadero proceso de introspección, de preguntarse: «¿Me gusta realmente lo que hago?». Y la respuesta es que sí, ¡me gusta mucho!
-Este nuevo disco llega justo antes del plazo límite para los premios Grammy. ¿Le importan los Grammy?
-Hmmm… Sí, me importan. Pero me siento más cómoda con los procesos de las cosas. ¿Qué día es el plazo límite para los Grammy?
-Al día siguiente de la presentación de su disco.
¡Hmmm! Bueno… Me importan (risas).
-En diciembre usted dijo que su propósito de Año Nuevo era vivir «más como una villana de Instagram, como una bloguera de YouTube».
Y todo marcha a las mil maravillas. Por mucho tiempo que le dedique a mi tarea de componer canciones, también me divierto mucho portándome mal. Andar en moto, surfear, usar más colores flúo. Lo gracioso es que aquel post fue totalmente en broma. Pero la verdad es que me estoy divirtiendo mucho. ¡Así que supongo que lo que se escribe realmente tiene un poder mágico!
Traducción de Jaime Arrambide.
Fuente: Joe Coscarelli, La Nación