La línea de bajo de «Walk on the Wild Side» inunda la atmósfera del microcentro porteño. Lou Reed empieza a cantar, mientras una pareja conversa con los rostros enfrentados a una distancia tan cercana que pronto se convierte en beso; a pocos metros, tres amigos comparten un café posalmuerzo antes de volver a sus respectivas oficinas: uno de ellos se para y con la mano a modo de visera mira hacia el Obelisco. Vista desde aquí, en la terraza del edificio Comega, la avenida Corrientes fluye en dirección al río al ritmo de la canción.
Trade, el restaurante que funciona en los pisos 19 al 22 de este ícono de la arquitectura racionalista porteña, es uno de los cada vez más numerosos rooftops que ofrecen una mirada y una experiencia diferentes de la ciudad. Son un puñado de bares, restaurantes y hoteles que, desde la cima de los rascacielos, permiten apreciar la arquitectura, el paisaje urbano y la respiración de una Buenos Aires que desde lo alto se demuestra como una innegable metrópoli. Estos miradores conforman una imprevista red para contemplar edificios y monumentos desde distintos ángulos: podemos ver la cara este del Obelisco en medio del tránsito de Corrientes desde Trade, pero también asoma entre los edificios de la 9 de Julio si lo miramos desde la terraza del café Salón 1923, en el piso 16 del Palacio Barolo. Cuando este ecléctico edificio enciende el faro que lo corona, la luz puede ser vista desde todos los puntos cardinales.
Atardecer porteño desde la cúpula del Palacio Barolo
«Son dos ciudades: una, la que se ve a la altura de la calle, y otra, la que se ve desde acá: la arquitectura es preciosa», dice Francisco Arellano, turista mexicano, mientras señala la Plaza del Congreso desde una terraza del Barolo.
«Nos atrae la combinación de la comida, la bebida y la vista», comentaba más temprano José Bazán, al referirse a la terraza de Trade, que cuenta con cómodos sillones para disfrutar de su propuesta gastronómica con una panorámica 360° del microcentro porteño.
Esa combinación es la misma que destaca Dante Liporace, chef de este restaurante que es sin dudas una de las aperturas más destacadas de 2019. «A Trade la gente no solo viene a tomar y a comer rico, sino que se acerca a vivir una experiencia que es la de ver la ciudad desde arriba mientras vive una experiencia gastronómica», cuenta Liporace, que define la propuesta del restaurante como cocina porteña con algunos toques modernos. «Ando bastante por el salón y la gente mira mucho para afuera, mira la ciudad; de hecho, todos piden mesas cerca de las ventanas y los días que está lindo la gente sube mucho a la terraza», agrega.
El salón del piso 19, donde se encuentra el restaurante, está dominado por un enorme ventanal que mira a Puerto Madero. La perspectiva engaña la vista: los silenciosos rascacielos se asemejan a bloques verticales apoyados sobre otros de forma horizontal, que son los chatos edificios que bordean los diques; las construcciones cuyas ventanas brillan ahora al sol de la primera hora de la tarde se recortan sobre un fondo conformado por la reserva ecológica Costanera Sur y, más allá, el río. Desde las mesas que se encuentran junto a la ventana se puede mirar hacia abajo: allí está el Luna Park y el CCK con su techo y su cúpula vidriados, que de noche se convierten en un imán para la vista.
Enfrente -aquí arriba «enfrente» describe una distancia distinta de la que corre al nivel de la calle: es aquel lugar con el que choca la vista a cientos de metros de distancia- se encuentra o tro de los mejores miradores de la ciudad: el Alvear Icon Hotel de Puerto Madero, con su Crystal Bar en el piso 32 y, un piso más abajo, el restaurante Kayla. La carta del primero destaca las bebidas -cocktails, spirits, whiskies, vinos, champagnes-, acompañadas por tablas, snacks y sándwiches; en la del segundo tienen más peso los platos, como la trilla curada o el pato ahumado, entre otros.
Tal es la altura a la que se encuentran aquí los comensales que las paredes vidriadas ofrecen la ilusión de poder observar la ciudad como si estuviéramos fuera de ella.
La quinta fachada
«Buenos Aires tiene un potencial que tienen muy pocas ciudades, que es el de poder ser vista de muy diferentes maneras», advierte el arquitecto y urbanista Emiliano Espasandín, director del estudio Palo Arquitectura y conductor de El Arqui. Las paredes hablan (Telefe). «Una cualidad urbana de Buenos Aires es su escala peatonal: se puede recorre toda la ciudad a una escala peatonal y van apareciendo las cosas (tenés barrios, el área central, parques, algunas barrancas), pero al mismo tiempo podés mirarla desde otro lugar, que es la altura, lo que da un plus porque no es la mirada que generalmente uno tiene de la ciudad», agrega.
Guillermo Tella, director ejecutivio del Consejo de Planeamiento Estratégico de la ciudad de Buenos Aires, coincide: «Buenos Aires tiene un tejido urbano, una morfología sumamente ricos, diversos y heterogéneos, que nos ofrecen las más intensas y agradables perspectivas, no solo peatonalmente sino desde la altura. Uno puede reconocer desde este punto de observación [las terrazas de los rascacielos] las más bellas cúpulas, los colores, la forestación, los parques públicos, el escenario urbano, el ritmo y la adrenalina que tiene Buenos Aires».
Arquitecto y doctor en urbanismo, Tella destaca la posibilidad de redescubrir no solo el refinamiento sino la diversidad arquitectónica de la ciudad a través de su «quinta fachada», esa que se descubre observándola desde arriba. «Buenos Aires tiene una arquitectura sumamente refinada -dice-. Podés ir recorriéndola década por década y encontrar edificios singulares, como el Safico o el Comega, son edificios emblemáticos que irrumpieron en los años 30, pero también tenés arquitectura racionalista de los 40 o 50, o las torres de perímetro libre de los 70 u 80, o incluso la arquitectura singular de fines del siglo XIX y principios del XX, italianizante, o palacios refinados muy franceses que celebran la ciudad de manera única. Todo esto podés apreciarlo y reconstruirlo a partir de la observación en altura como la que te proponen estos dispositivos [las terrazas de los rascacielos], y aunado a ello disfrutar de actividades gastronómicas en estos sitios emblemáticos que se convierten en lugares de encuentro».
Por escalera al Paraíso
Inaugurado en 1923 en el número 1370 de la Avenida de Mayo (aunque la galería de planta baja también tiene entrada por Hipólito Yrigoyen), el Palacio Barolo es uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, y desde principios de año cuenta con un bar con acceso a dos de sus terrazas, desde las que se puede contemplar la Plaza del Congreso, con el Congreso al fondo y a su lado la Confitería del Molino. Hacia el otro lado se ve desde el Kavanagh hasta la Casa Rosada, con el Obelisco en el medio. También, esas terrazas permiten una mirada única de las cúpulas de la Avenida de Mayo e incluso de la cúpula del propio Barolo, que remata en un faro que, algunas noches, enciende por un rato su luz.
«Mario Palanti, el arquitecto italiano que diseñó el edificio a pedido del empresario Luis Barolo, diseñó en el piso 16 un salón. Con los años, sus 80 metros cuadrados fueron subdivididos y convertidos en oficinas, pero cuando adquirimos el lugar, demolimos las paredes y lo reconstruimos tal cual los planos de Palanti», cuenta Miqueas Thärigen, que junto a su hermano Tom es uno de los creadores de Palacio Barolo Tours y del «flamante» Salón 1923.
Para llegar a este bar ambientado en los años 20, cuyas terrazas ofrecen algunas de las mejores panorámicas de la ciudad, hay que subir 14 pisos en ascensor -pasando así por el Infierno y el Purgatorio, ya que el edificio fue construido representando en sus 100 metros de altura los 100 cantos de la Divina Comedia, de Dante Alighieri-, y luego subir dos pisos más por escalera. El piso 16, y los que le siguen representan el Paraíso. Y basta llegar allí para cerciorarse de ello.
El estilo ecléctico de la arquitectura de esta mole de hormigón, que hasta aquí mezclaba los estilos neorrománticos y neogótico, a esta altura se expresa con cúpulas que recrean el estilo hindú de la región de Bhubaneshwar (aunque cualquier fanático de Star Wars no dudaría en sentirse en medio de alguna de sus ciudades levantadas en el desierto).
Esas cúpulas compiten con la ciudad en el interés de quienes beben una cerveza o un cocktail aquí en la terraza. Comienza a anochecer en Buenos Aires y el ruido del tránsito abajo llega aquí como un débil murmullo detrás de la música del bar y de la charla de los visitantes. Estamos en un Paraíso soñado hace más de 100 años, y todo lo que de infernal pueda tener la ciudad de la furia desaparece.
Cerca del cielo
- Trade: Ocupa los pisos 19 a 22 del Comega (Corrientes 222). Gastronomía porteña.
- Salón 1923: Está en el piso 16 del Palacio Barolo (Av. de Mayo 1370); se destaca su coctelería.
- Crystal Bar: En el piso 32 del Alvear Icon Hotel (A. Painé 1130); coctelería, spirits y Champagne.
- Cielo Sky Bar: Reabre el 21 de septiembre en el Hotel Gran Brizo (Cerrito 180); coctelería y tapas.
- Piso 9: El restaurante funciona en el CCK (Sarmiento 151) y mira a Puerto Madero; ofrece distintas cocinas regionales.
- Vuelta Abajo Social Club: También en el Comega (piso 15); tiene terraza y un salón de puros.
Fuente: Sebastián A. Ríos, La Nación